De vez en cuando uno debería tomarse un tiempito para pensar y discernir.
No es casual que el mismo 70% de agua que integra nuestro cuerpo sea el mismo 70% del agua que existe en nuestro planeta.
Y como esa coincidencia no es casual, hay muchísimas correspondencias más en nuestra vida, que desconocemos y a las que, alegremente, no le damos la más mínima importancia.
Cuando niña, me crié en el campo, donde obviamente no había agua potable.
Cada casa tenía su aljibe. Era un amoroso receptáculo, al que cuidábamos como a la vida misma, y que con cada lluvia nos daba la alegría de ver crecer su nivel.
Eso aseguraba el agua de muchos días...meses....y tal vez una piedra de cal, se encargaba de mantener a esa agua limpia de impurezas, porque no existían los filtros actuales. Y tal vez las bacterias nadaban encantadas pensando en lastimarnos, pero ninguna de éllas nunca se atrevió.
También nos pasó de estar en el campo, en pleno verano, muertos de calor y sed, y tener el aljibe vacío.
Eso significaba ir con baldes a la casa de algún vecino generoso que no padecía esa "sequía" y volver con aquellos baldes llenos de esa bella y límpida agua.
Perder alguna gota en el camino era una frustración reiterada.
Eso pasó muchas veces en mi casa de afuera. No en la avícola, pero si en la chacra de la que tanto he escrito.
Un día, mágicamente, se estaban haciendo las instalaciones para el tendido de la red en el lugar donde vivíamos.
Nuestra casa quedaba a unas cinco o seis cuadras.
Hablamos con quienes estaban a cargo de la obra y nos explicaron que ese era un emprendimiento patrocinado por el BID, Banco Interamericano de Desarrollo.
Los que estaban en el camino de ese tendido podían acceder al agua. Los que estábamos un poquito más lejos, podíamos, pero a nuestro costo y realmente el costo no era nada barato.
Me instruyeron para que enviara una carta al edil de la zona para que él, a su vez, se la hiciera llegar al organismo que se encargaba de las obras.
Claro...me instruyeron para que, de rodillas, suplicara por el agua y la burocracia se tragara todas nuestras expectativas.
Recuerdo claramente el día que, con un amigo, llevé la carta al famoso en cuestión.
Casi se cayó de patas para arriba.
En alguna carpeta, que ha logrado esconderse en mi casa, tengo copia de esa carta.
Pero si bien ese señor no fue, precisamente, amable, con seguridad la entregó donde debía.
Porque llegó un día en que sentíamos un ruido que no se condecía con el silencio de nuestra zona.
Y salimos a ver y allí, fuimos nosotros los que nos caímos patas para arriba...
Venían haciendo toda la excavación para instalar los caños que traerían el agua, justo...justo...hasta nuestra casa
El día en que conectaron toda esa red fue un día de fiesta en mi casa.
Nos reunimos todos y sacamos fotos. Pasamos un día jugando con ese bien tan preciado y del que habíamos carecido siempre.
Es decir, casi siempre la tuvimos, pero agua potable, tratada y en condiciones de ser bebida, según estos tiempos....no.
Pero es lo mismo que la leche que nos daban nuestras vacas. Era sin pasteurizar...no tenía minerales ni era descremada....era gorda, casi amarilla y también tenía en medio los pastitos que quedaban de las manos del ordeñador...y era una delicia.....en mi niñez, cuando era un cachorro....
Así que...yo puedo celebrar este maravilloso día, en que este elemento esencial, esa agua bendita para cada uno de nosotros, empieza a ser motivo de una futura guerra.
Yo bebí el agua de lluvia y con ella me bañé y lavé mi cabeza...cuando mi cabello necesitaba de nada para estar brillante y hermoso.
Yo bebo en mi País el agua que sale de la canilla, porque es potable, como en pocos lugares de nuestra Tierra.
Y aún y así nos enroscamos en las aguas embotelladas...podrán filtrarlas para sacar milimétricas impurezas, pero es el agua de este lugar y no habrá nadie que me indique lo contrario.
Sí me desploma lo que se pasa en el mundo por su carencia.
Sí trato de cuidar cada vez que abro una canilla y la dejo correr sin control.
Uno va tratando de modificar sus hábitos. Y eso se hace en el día a día.
Ves una foto de un niño deshidratado, seco en vida, y te cortarías la mano que derrocha.
Y creo que en eso estamos muchos de nosotros.
En ser cada vez más concientes de esta Tierra que habitamos.
En saber que los peores depredadores somos los humanos.
Y tal vez la hora ha llegado.
Porque los que ya vamos siendo grandes estamos más cerca de la partida, que de la quedada, y eso nos compromete con los que van a quedarse.
Hoy, mundialmente, es el Día del Agua.
Hagamos que este día sea cada uno de los que aún nos toca por vivir y estemos muy atentos a lo que hacemos.
Debemos ser responsables de nuestros actos.
En los tiempos que se avecinan, será nuestra actitud la mejor herencia que podemos dejar a quienes amamos.
Y recordar siempre que el agua que el cielo nos manda es agua bendita.
(esto fue el año pasado...con lo cual también es este año y los que queden por venir...
el compromiso es el mismo y los buenos recuerdos también...y eso nada lo borra, ni nadie...
aunque se lo propongan....)
En homenaje a mi hermana del alma argentina y a Graciela, intento nuevamente darle forma a este blog. Y cuando digo mi hermana del alma argentina, así sin nombre, lo tiene, pero no quiere que sea conocido...ella igual sabe que es mi amiga del alma y en algún lugar del tiempo nos encontramos para ya no separarnos más...
jueves, 29 de septiembre de 2011
miércoles, 28 de septiembre de 2011
LA GARROTERA
(así era nuestra Diana. Un hermano menor que fué abandonado
pero luego amado, habiendo encontrado su lugar. El hogar
de mi madre y de mi padrino.
Fué nuevamente trasplantada, sin que su voluntad tuviera nada que ver
en esa decisión.
Conoció una nueva casa y unas nuevas gentes.
Y creo que allí se fué de pena...no era tan mayor
ni estaba tan enferma, pero entendió que irse
era lo mejor.
Ya no estaba Francisco, guardián de su cachorra,
ya no estaban ni la mano de mi madre,
ni el amor de mi padrino
Ya no estábamos todos en su casa,
porque ella era quien marcaba presencia
y se fué, como casi todas Nuestras Sombras
al cielo de los perros
que, pensando....muchas veces creo que es
bastante mejor que el cielo de los humanos
Mi ahijada y su esposo, después de casarse, se fueron a vivir a Treinta y Tres. Un departamento arrocero....con mucha gente rica y demasiada gente pobre, tal vez, como en cualquier rincón de nuestro país.
Treinta y Tres capital, ciudad baja y gris, confinada a unas cuadras en el centro y extendida en casitas, que según los barrios, son mejores o peores.
Con gentes bien diferentes a las gentes de Montevideo.
Allí la solidaridad es moneda corriente, todos se conocen y son educados y callados.
Se puede recorrer la ciudad dejando la casa abierta y regresando en horas, todo permanece igual...demasiado estático, pero sin sorpresas desagradables.
Y allí fuimos todos. A una casa acojedora. Y a esa misma casa se dirigió Diana, un día.
Y como por arte de magia apareció esa mezcla rara de pastor inglés con barbilla. Tenía 3 años y secuelas de una joven edad resistida, a lo perro, pero que había dejado sus huellas.
Era común ver a Diana en el pasto rodeada de perros, pero sin que le pasara nada...los perros babeantes y expectantes y, ella....tranquila....tendida en el pasto del invierno o del verano....con una cara prodigiosa, siempre pidiendo amor y caricias.
Y en esa casa se anunció un hijo. Y todo fue felicidad y espera.
Pero este niño venía queriendo salir de su nido mucho antes de su tiempo....y allí Diana vino por primera vez a la casa de mi madre.
En un camión....por varias horas de viaje...se encontró en otra casa, con campo, dueña de sus andares...de sus excursiones y de sus amigos, que puntualmente la visitaban sin que pasara nada.
Su nuevo amito nació y regresó con su gente, a su casa y a sus pagos.
Siempre se reconocieron y aunque él ahora tenga a otra perra...su cachorra siempre fue Diana.
Y una nueva mudanza. El regreso a Montevideo. Y un apartamento. Y Diana que finalmente pasa a ser un integrante más de nuestra familia y se muda al campo y a su libertad.
Y muchas veces en las noches tenía sus ataques. Primero rascaba el piso...se quedaba dura y empezaba a temblar.
Ella sabía de sobra que estaba acompañada en sus penares, porque la pequeña y cálida mano de mi madre le daba la seguridad que en esos momentos le faltaba.
Y allí las veíamos a las dos.
Diana en el suelo temblando y mi madre a su lado, sosteniéndola y acariciándola.
Hablándole suave para que se tranquilizara y nuevamente la magia surtía su efecto.
Diana se incorporaba y salía contenta, moviendo su cola, agradeciendo el amor que había sentido.
Y un ataque más, quedaba atrás.
En mi casa eso era conocido como …..la garrotera
lunes, 26 de septiembre de 2011
NUESTRA LUNA
Recelosa empieza a aparecerasomando el horizonte oscuro
Vergonzosa, colorada
las mejillas encendidas
dando apenas luz, a las tinieblas
empezando ese viaje, en el amor,
cual un humano.
Ese viaje de una noche, tan ansiado,
anhelado, compartido, requerido.
Y haciéndolo, se transforma
sólo en una mujer enamorada
que en la oscuridad, brilla, colorada
y empalidece al llegar el día.
Y ya con el sol, cansada
de tanto amor que dio y que le dieron
se guarda nuevamente enamorada
esperando que llegue un nuevo día.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
MI ESCUELA Y DOÑA TERESA
Y como principio tienen las cosas, también tienen final.
A aquellos años, de irrestricta libertad, se le vino a sumar la responsabilidad.
Era hora de empezar la escuela.
Y llegó el día en que, temprano en la mañana, salí de mi casa con mi mamá,
toda vestida de blanco (la túnica que aún se sigue usando, es de ese color) y con una enorme moña azul, abrigándome el pecho. Será que nos vamos por la vida, de blanco y azul, como nuestra bandera?
Y el correspondiente portafolio, ya que ni por asomo existían las malsanas mochilas que desde chiquitos, se encargan de poner en riesgo la columna vertebral de esos titanes que desde el pie, comienzan a caminar torcidos.
Iba a la escuela privada que tenía Doña Teresa. Una señora que cuando yo tenía seis años ya lucía muy mayor. E imponía un respeto rayano en el miedo.
Y así, ese primer día de escuela mi mamá me dejó junto a esa señora desconocida, que no usaba túnica y que dictaba sus clases en su propia casa.
Una hermosa casa con un hermoso juego de comedor. Mesa a la cual me senté, sentada en unas sillas de madera, oscuras e impresionantes, con respaldo tan alto, que allá estaba yo, abajo...con mi cabecita, tratando de ver qué se hacía con todo ese mundo nuevo.
Ese primer día de escuela también resultó imborrable en mi vida. Porque llegó un momento en que, tras estar sentada casi toda la mañana, tuve ganas de ir al baño.
Pero levantarme y pedir permiso no entraba en mis planes. Así que me hice pis, allí mismito, sentada en una de esas sillas, que con seguridad, nunca habrá olvidado el bello regalito que le hice.
Así empecé la escuela. Con un bautismo bastante sui generis, imposible de pensar en una niña educada como yo. No recuerdo si ya ese día fui con una cartita para mis padres, pero con seguridad la merecía.
Y así, un poco mojada, empezó la época de incorporar conocimientos.
Cada mañana mi mamá me acompañaba hasta la parada del ómnibus que pasaba por la ruta. Y allá nos íbamos con Tabaré, hijo de una familia vecina, viajando solos en ómnibus. Él también asistía a la escuela de Doña Teresa.
El regreso era mucho más arriesgado que ese paseíto que teníamos en la mañana.
El papá de mi compañero nos iba a buscar a la escuela.....en moto!!!!!!!!!
Y tal vez sería que, como su hijo era Tabaré, él viajaba adelante, sentado sobre el tanque del combustible, entre los brazos protectores de su papá....y yo, agarrada como podía, en el asiento de atrás, abrazada a los angelitos que con seguridad me traían entre sus brazos para que no me cayera.
Eran unos pocos minutos el viaje, y en moto, muy pocos. No parábamos como el bendito y seguro ómnibus. Igual, cada día, para mí, eran horas eternas de tortura calificada.
Pero siempre llegamos sin novedad a nuestras casas. Aunque el pánico del asiento de atrás no se me borra con nada.
No hace mucho anduve con un amigo en su maravillosa moto. También en ese asiento que me hacía sentir tan poca cosa. Y la sensación de libertad fue única.
La de respeto también.
Era una niña muy aplicada y la escuela me gustaba. Mis padres, es decir, los Reyes Magos, me trajeron un escritorio a mi medida. Y allí, ya desde chiquita, rodeada de cuanto papel anduviera suelto, de lápices de colores y hojas para los deberes, realizaba las tareas de cada día y quedaba libre en un rato, para el resto de las actividades compartidas, que no eran pocas y mucho menos, aburridas.
Debemos cursar seis años de escuela. Y al final los cursé. Pero de primer año pasé a........tercero!!!!!!!!!
Así que hice un año, que valió por dos y luego el segundo para pasar a cuarto.
Allí hubo un quiebre importante. Doña Teresa no daría más clases.
Escuela Pública para mí y a cursar el cuarto año!
Desastre. Pero de verdad, desastroso.
Tengo muy claro para mí la forma en que escribía en un cuaderno de rayas, común.
Las rayas no eran una guía. Mis letras, erráticamente, se mezclaban entre éllas y era bien difícil encontrar aplicación en esas hojas que se iban amontonando.
Sí recuerdo claramente a la maestra de cuarto escuchando radio en clase. Nunca supe cómo se llamaba.
Yo estaba adiestrada en el cuerpo a cuerpo. Estaba acostumbrada a la vigilancia amorosa y personal a la que nos sometía Doña Teresa.
Igualmente, llegó el final de ese año y.......pasé a quinto año!!!!!!!!
Otro quiebre.
Porque mágicamente, Doña Teresa seguía dictando sus clases y allí fui a parar de nuevo.
Pero claro...ya no era aquella niña que trabajaba con tanto cuidado y dedicación. Pensándolo, qué poca falta de atención hace falta, para que confundamos los caminos.
Y yo transitaba uno que me llevaba, con seguridad, a una calle que terminaba en la nada.
Pasó que, un día, mi maestra me encomendó un trabajo, como todos los días.
También pasó que ya no tenía sino sólo una hoja de deberes para hacerlo. Y para peor, rota!
Era un tiempo en que, sobre todo las niñas, adornábamos nuestras hojas con pequeñas figuras que tenían brillantina...Eso hacía que el trabajo encomendado quedara definitivamente terminado....como con la firma personal de cada uno.
Y era tener esas figuras o conseguirlas. Entonces no había revista que se resistiera...o Billiken que no nos las proporcionaran.
Y así hice con esa bendita hoja. Le coloqué la correspondiente figurita, pegada del lado derecho de la hoja....justo, justo, donde estaba la rotura. Esas bellas figuritas quedaban pegadas, siempre, del lado izquierdo...
Creo que fue el acto que selló todo lo que vino después, inclusive la cartita a mis padres, que de ésa, sí tengo recuerdo.
O María Cristina cambia... o no la puedo tener más conmigo....así sentenció Doña Teresa.
Y a partir de ese día vinieron los cuadernos de caligrafía...muchos. Y las copias de cada día.
Era mi obligación, además de llevar los deberes como corresponde, llevar el cuaderno caligráfico y la copia de diez renglones de lo que fuere, pero copia, copiada viendo ante mis ojos el texto correspondiente.
Y así pasó el quinto año...entre deberes, cuadernos especiales y copias.
Esta mujer bajita y canosa sabía muy bien lo que debía hacer con los que habíamos perdido el norte.
Y así llegué al sexto año con sólo diez años. El primer año inicial, doble, me eximió de un gasto de tiempo inútil, que luego se invirtió en repetir ese último año, para no pasar por un examen de ingreso innecesario, ya en la ciudad. Se puede creer??’
Teníamos fiestas como en cualquier escuela. Recuerdo cuando armamos toda una escena de preguntas y respuestas con la ayuda de mi papá...
Entonces....aquello de que....de qué color era el caballo blanco de Artigas...? y tantas más obviedades, integraron una de esas fiestas, compartidas con amor entre los alumnos y aquella formidable mujer que tenía muy en claro qué se les debe dar a los niños que asisten a tomar clases.
Sumar y restar eran una realidad. Tal vez que también, las leyes gramaticales y los verbos.
Pero hubo tanto amor en esos años, tantas cosas incorporadas a los que no sabíamos nada, que sé que Doña Teresa cumplió con su misión en esta vida.
La calle de su casa, que era mi escuela, tenía un olor especial.
Luego supe que el olor de su casa era el que se esparcía por la calle.
Y en la esquina de mi escuela me bajé un día del ómnibus, llevando una bellísima torta para uno de nuestros festejos. En una caja que la protegía, tapada de merengues secos....rica, sólo de verla.
Pero...siempre hay un pero en casi todo. Y yo me encontré con todos los peros habidos y por haber...
La torta no contaba con las que eran mis acrobacias diarias. Y así, con aquella caja grande en mis brazos pequeños...salté algo que había en la vereda.
No fue una novedad aterrizar con mi cara en la caja que contenía la torta.
Tampoco fue el llegar, ya ni sé por cuál vez avergonzada...con la torta aplastada y yo, desolada de que el saltito me hubiera salido tan mal.
Y así, con diez años de mi vida había terminado, con altibajos...muchos más bajos que altos, en cinco años....los seis años de escuela.
Mi abuela Celia y mi tía Mirta habían regresado a Montevideo. Y el tema fue, que a pedido de mi abuela, yo viniera a la ciudad a seguir estudiando.
Y una noche me senté en la falda de mi papá para pedirle permiso.
Cuando cumplí once años estaba en la casa de mi abuela y cursando por segunda vez, ese sexto año, terminado antes del tiempo correspondiente, cuando una inundación feroz en mi país, dejó bajo agua tantas ciudades y pueblos...
Ahora, 50 años después, ha pasado lo mismo.
Pasaron muchos años. Y terminé el Liceo. Y luego los dos años de Preparatorios de Abogacía.
Empecé a trabajar.
Quise nuevamente saber de Doña Teresa, porque sabía que aún vivía.... no habían pasado menos de veinte años, entre mi escuelita y esta realidad diferente.
Localicé a su hijo, en su trabajo.
Le conté quién era. Y mi enorme deseo de ver a su madre, ya viejita.
Y así, una tardecita, compré un hermoso ramo de rosas amarillas, y toqué a la puerta de la casa de su hijo. Ella vivía allí.
Estaba igual a cuando nos dictaba las clases, que tanto nos enseñaron. Pero igual...
Sólo que ella ya no me recordaba.
Estuvimos hablando un rato, mientras yo la veía con veinte años menos, igual que ahora.... pero sin ella poder saber quién yo era.
Al cabo del tiempo me felicité.
Nunca hubiera podido poner una sola flor en su ataud.
Las que tenía para darle, con todo mi agradecimiento y con todo mi amor, se las dí ese día.
Así, como en su vida, ella puso tantas flores en los que tuvimos el honor de ser sus alumnos.
Ella se llamaba Teresa Pousse de Mazzuchi.
Fue mi primer maestra, y como verán, su vida sigue intacta.
Su recuerdo es imborrable y ella también fue partícipe de esos años de mi vida, que me marcaron para siempre.
A aquellos años, de irrestricta libertad, se le vino a sumar la responsabilidad.
Era hora de empezar la escuela.
Y llegó el día en que, temprano en la mañana, salí de mi casa con mi mamá,
toda vestida de blanco (la túnica que aún se sigue usando, es de ese color) y con una enorme moña azul, abrigándome el pecho. Será que nos vamos por la vida, de blanco y azul, como nuestra bandera?
Y el correspondiente portafolio, ya que ni por asomo existían las malsanas mochilas que desde chiquitos, se encargan de poner en riesgo la columna vertebral de esos titanes que desde el pie, comienzan a caminar torcidos.
Iba a la escuela privada que tenía Doña Teresa. Una señora que cuando yo tenía seis años ya lucía muy mayor. E imponía un respeto rayano en el miedo.
Y así, ese primer día de escuela mi mamá me dejó junto a esa señora desconocida, que no usaba túnica y que dictaba sus clases en su propia casa.
Una hermosa casa con un hermoso juego de comedor. Mesa a la cual me senté, sentada en unas sillas de madera, oscuras e impresionantes, con respaldo tan alto, que allá estaba yo, abajo...con mi cabecita, tratando de ver qué se hacía con todo ese mundo nuevo.
Ese primer día de escuela también resultó imborrable en mi vida. Porque llegó un momento en que, tras estar sentada casi toda la mañana, tuve ganas de ir al baño.
Pero levantarme y pedir permiso no entraba en mis planes. Así que me hice pis, allí mismito, sentada en una de esas sillas, que con seguridad, nunca habrá olvidado el bello regalito que le hice.
Así empecé la escuela. Con un bautismo bastante sui generis, imposible de pensar en una niña educada como yo. No recuerdo si ya ese día fui con una cartita para mis padres, pero con seguridad la merecía.
Y así, un poco mojada, empezó la época de incorporar conocimientos.
Cada mañana mi mamá me acompañaba hasta la parada del ómnibus que pasaba por la ruta. Y allá nos íbamos con Tabaré, hijo de una familia vecina, viajando solos en ómnibus. Él también asistía a la escuela de Doña Teresa.
El regreso era mucho más arriesgado que ese paseíto que teníamos en la mañana.
El papá de mi compañero nos iba a buscar a la escuela.....en moto!!!!!!!!!
Y tal vez sería que, como su hijo era Tabaré, él viajaba adelante, sentado sobre el tanque del combustible, entre los brazos protectores de su papá....y yo, agarrada como podía, en el asiento de atrás, abrazada a los angelitos que con seguridad me traían entre sus brazos para que no me cayera.
Eran unos pocos minutos el viaje, y en moto, muy pocos. No parábamos como el bendito y seguro ómnibus. Igual, cada día, para mí, eran horas eternas de tortura calificada.
Pero siempre llegamos sin novedad a nuestras casas. Aunque el pánico del asiento de atrás no se me borra con nada.
No hace mucho anduve con un amigo en su maravillosa moto. También en ese asiento que me hacía sentir tan poca cosa. Y la sensación de libertad fue única.
La de respeto también.
Era una niña muy aplicada y la escuela me gustaba. Mis padres, es decir, los Reyes Magos, me trajeron un escritorio a mi medida. Y allí, ya desde chiquita, rodeada de cuanto papel anduviera suelto, de lápices de colores y hojas para los deberes, realizaba las tareas de cada día y quedaba libre en un rato, para el resto de las actividades compartidas, que no eran pocas y mucho menos, aburridas.
Debemos cursar seis años de escuela. Y al final los cursé. Pero de primer año pasé a........tercero!!!!!!!!!
Así que hice un año, que valió por dos y luego el segundo para pasar a cuarto.
Allí hubo un quiebre importante. Doña Teresa no daría más clases.
Escuela Pública para mí y a cursar el cuarto año!
Desastre. Pero de verdad, desastroso.
Tengo muy claro para mí la forma en que escribía en un cuaderno de rayas, común.
Las rayas no eran una guía. Mis letras, erráticamente, se mezclaban entre éllas y era bien difícil encontrar aplicación en esas hojas que se iban amontonando.
Sí recuerdo claramente a la maestra de cuarto escuchando radio en clase. Nunca supe cómo se llamaba.
Yo estaba adiestrada en el cuerpo a cuerpo. Estaba acostumbrada a la vigilancia amorosa y personal a la que nos sometía Doña Teresa.
Igualmente, llegó el final de ese año y.......pasé a quinto año!!!!!!!!
Otro quiebre.
Porque mágicamente, Doña Teresa seguía dictando sus clases y allí fui a parar de nuevo.
Pero claro...ya no era aquella niña que trabajaba con tanto cuidado y dedicación. Pensándolo, qué poca falta de atención hace falta, para que confundamos los caminos.
Y yo transitaba uno que me llevaba, con seguridad, a una calle que terminaba en la nada.
Pasó que, un día, mi maestra me encomendó un trabajo, como todos los días.
También pasó que ya no tenía sino sólo una hoja de deberes para hacerlo. Y para peor, rota!
Era un tiempo en que, sobre todo las niñas, adornábamos nuestras hojas con pequeñas figuras que tenían brillantina...Eso hacía que el trabajo encomendado quedara definitivamente terminado....como con la firma personal de cada uno.
Y era tener esas figuras o conseguirlas. Entonces no había revista que se resistiera...o Billiken que no nos las proporcionaran.
Y así hice con esa bendita hoja. Le coloqué la correspondiente figurita, pegada del lado derecho de la hoja....justo, justo, donde estaba la rotura. Esas bellas figuritas quedaban pegadas, siempre, del lado izquierdo...
Creo que fue el acto que selló todo lo que vino después, inclusive la cartita a mis padres, que de ésa, sí tengo recuerdo.
O María Cristina cambia... o no la puedo tener más conmigo....así sentenció Doña Teresa.
Y a partir de ese día vinieron los cuadernos de caligrafía...muchos. Y las copias de cada día.
Era mi obligación, además de llevar los deberes como corresponde, llevar el cuaderno caligráfico y la copia de diez renglones de lo que fuere, pero copia, copiada viendo ante mis ojos el texto correspondiente.
Y así pasó el quinto año...entre deberes, cuadernos especiales y copias.
Esta mujer bajita y canosa sabía muy bien lo que debía hacer con los que habíamos perdido el norte.
Y así llegué al sexto año con sólo diez años. El primer año inicial, doble, me eximió de un gasto de tiempo inútil, que luego se invirtió en repetir ese último año, para no pasar por un examen de ingreso innecesario, ya en la ciudad. Se puede creer??’
Teníamos fiestas como en cualquier escuela. Recuerdo cuando armamos toda una escena de preguntas y respuestas con la ayuda de mi papá...
Entonces....aquello de que....de qué color era el caballo blanco de Artigas...? y tantas más obviedades, integraron una de esas fiestas, compartidas con amor entre los alumnos y aquella formidable mujer que tenía muy en claro qué se les debe dar a los niños que asisten a tomar clases.
Sumar y restar eran una realidad. Tal vez que también, las leyes gramaticales y los verbos.
Pero hubo tanto amor en esos años, tantas cosas incorporadas a los que no sabíamos nada, que sé que Doña Teresa cumplió con su misión en esta vida.
La calle de su casa, que era mi escuela, tenía un olor especial.
Luego supe que el olor de su casa era el que se esparcía por la calle.
Y en la esquina de mi escuela me bajé un día del ómnibus, llevando una bellísima torta para uno de nuestros festejos. En una caja que la protegía, tapada de merengues secos....rica, sólo de verla.
Pero...siempre hay un pero en casi todo. Y yo me encontré con todos los peros habidos y por haber...
La torta no contaba con las que eran mis acrobacias diarias. Y así, con aquella caja grande en mis brazos pequeños...salté algo que había en la vereda.
No fue una novedad aterrizar con mi cara en la caja que contenía la torta.
Tampoco fue el llegar, ya ni sé por cuál vez avergonzada...con la torta aplastada y yo, desolada de que el saltito me hubiera salido tan mal.
Y así, con diez años de mi vida había terminado, con altibajos...muchos más bajos que altos, en cinco años....los seis años de escuela.
Mi abuela Celia y mi tía Mirta habían regresado a Montevideo. Y el tema fue, que a pedido de mi abuela, yo viniera a la ciudad a seguir estudiando.
Y una noche me senté en la falda de mi papá para pedirle permiso.
Cuando cumplí once años estaba en la casa de mi abuela y cursando por segunda vez, ese sexto año, terminado antes del tiempo correspondiente, cuando una inundación feroz en mi país, dejó bajo agua tantas ciudades y pueblos...
Ahora, 50 años después, ha pasado lo mismo.
Pasaron muchos años. Y terminé el Liceo. Y luego los dos años de Preparatorios de Abogacía.
Empecé a trabajar.
Quise nuevamente saber de Doña Teresa, porque sabía que aún vivía.... no habían pasado menos de veinte años, entre mi escuelita y esta realidad diferente.
Localicé a su hijo, en su trabajo.
Le conté quién era. Y mi enorme deseo de ver a su madre, ya viejita.
Y así, una tardecita, compré un hermoso ramo de rosas amarillas, y toqué a la puerta de la casa de su hijo. Ella vivía allí.
Estaba igual a cuando nos dictaba las clases, que tanto nos enseñaron. Pero igual...
Sólo que ella ya no me recordaba.
Estuvimos hablando un rato, mientras yo la veía con veinte años menos, igual que ahora.... pero sin ella poder saber quién yo era.
Al cabo del tiempo me felicité.
Nunca hubiera podido poner una sola flor en su ataud.
Las que tenía para darle, con todo mi agradecimiento y con todo mi amor, se las dí ese día.
Así, como en su vida, ella puso tantas flores en los que tuvimos el honor de ser sus alumnos.
Ella se llamaba Teresa Pousse de Mazzuchi.
Fue mi primer maestra, y como verán, su vida sigue intacta.
Su recuerdo es imborrable y ella también fue partícipe de esos años de mi vida, que me marcaron para siempre.
EL SAUCE DE LAS HAMACAS
Siempre tuvimos hamacas.
En la casa de mis abuelos, una de ésas, de bebé. Asiento y respaldo, cuatro palitos y una seguridad para que el bebito no se fuera de boca, al suelo. Exactamente colocada bajo el marco de una puerta, y que no pocas veces se habrá enredado entre los que pretendían pasar por esa misma puerta.
Nunca me caí.
Ya en la Avícola, vinieron hamacas como Dios manda. Las cuerdas y el asiento. Hamacas de grandes.
Enfrente de la casa había un hermoso sauce. Allí mi abuelo Modesto instaló un travesaño, colocado a la perfección y absolutamente seguro.
Y un día, mágicamente, aparecieron en él, apenas separadas, dos hermosas hamacas, iguales. Una para mi hermana y una para mí.
Éllas fueron de esas cosas inanimadas que integraron nuestro mundo y pasaron a ser unas amigas más. Compañeras de juegos y de tardecitas, en donde nos reuníamos y en donde el tiempo era verdaderamente tiempo. Aún el pulso de nuestra Madre Tierra no se había agitado y los días tenían las veinticuatro horas correspondientes. Aunque muchas veces nos parecía que tenían treinta y seis!!!!
Las hamacas eran el lugar de reunión obligado. O porque ese día había pintado un poco de paz, o porque allí nos sentábamos, hamacándonos suavecito, para recobrar el aliento y salir, al momento, como trombas, imparables.
Había días en que nos acompañaban realmente. Y uno de esos días eran los Viernes Santos.
Nos embuía el dolor de La Muerte y pasábamos el completo día.....de luto. Tan chiquitas.....es de no creer!
Entonces, se hablaba bajito....de correr, nada....subirse a los árboles o jugar con el carnero, estaba totalmente prohibido.....
Y allá, como pequeñas viudas, apenas nos hamacábamos, hablando casi por señas, esperando que ese día horrible terminara de una buena vez para que todo volviera a la normalidad.
Y claro, el siguiente era Sábado de Gloria......y de verdad, era una gloria cómo empezábamos a vivir de nuevo, dejando atrás ese día de respeto y silencio que, por respeto, por tradición o por convicción, se respetaba en mi casa.
Y el sauce era otro lugar de reunión, así como lo era el tajamar.
Si bien el tajamar nos acercaba a un bello elemento....el agua, este árbol nos permitía ingresar en otro.....el aire.
Y las excursiones y las aventuras eran definitivamente aéreas. Y ello conllevaba cierto riesgo y peligro.
Pero como éramos aventureras, allá nos mandábamos sauce arriba a explorar todas y cada una de sus ramas. Increíble, porque parecían todas iguales, pero arriba, cada una tenía un gancho especial y en cada uno de esos ganchos... terminamos enganchadas.
Un día intenté explorar sola. Y ya sabía que la rama finita que salía para el lado derecho permitía que sólo una vez nos hamacáramos, colgadas de los brazos. También sabía que la más gruesa, para el lado izquierdo y al no estar tan presionada por el follaje, nos daba más libertad para las hamacadas, que esta vez no de hamacas....sólo nosotras y agarradas como garrapatas, y haciendo todos los impulsos que podíamos con nuestra corta estatura.
Y allí estaba, completamente virgen, casi oculta, pero desafiante y magnética.
No podría asegurar que no tenía ojos. Tampoco podría asegurar que no la escuché hablarme.
Era una invitación imposible de no aceptar....esa rama era desconocida!!!!
Así que una vez que la tuve bien identificada, bajé y empecé de nuevo la escalada. Un pie en ésta....después otro en aquella...estirarse un poco, intentar no resbalar y la rama nueva a mi altura, es decir, a mi bajura.....pero muy alto las dos respecto del suelo, seguro, que siempre pisábamos.
Y me colgué de ella y me hamaqué, una y otra vez...había que juntar coraje para largarse desde allá arriba. Pero lo hice. Y después de caer agachada, me levanté y ya estaba pronta para otra escalada.
Al día siguiente Gladys y Esther regresaron, como todos los días. Y yo tenía la novedad de la rama nueva.
Como yo ya sabía....subí primero y me encargue de instruirlas.
Me colgué, me hamaqué y me largué al piso.
No me acuerdo si hubo aplausos, pero debería haberlos habido.
Le tocó el turno a Gladys. Ella también era experta escaladora de problemas, así que simplemente se subió al árbol y recorrió el camino que yo había indicado. Se colgó, se hamacó y se largó al suelo. Excelente performance.
Llegó el turno de Esther. Y nuevamente para arriba, ya con dos espectadoras experimentadas en ese tema. Llegó a la rama y... la verdad es que desde arriba el suelo parecía lejano. Pero era imposible que no saltara.
Y saltó.
Y así como saltó, se quedó agachada.
Y nos acercamos para ver que le pasaba.
La novedad fue que, nos dijo....."me hice caca"
Otra vez este bombón fue llevado para adentro de mi casa. Y otra vez mi mamá no sabía si matarnos antes o después de bañarla y darle ropa limpia.
Por suerte la bañó y le dio ropa.
Nosotras seguíamos vivitas y coleando. Y lo que es peor, ya prontas para la siguiente...!
Y, como corresponde, la siguiente llegaba... y todo volvía a empezar.
En la casa de mis abuelos, una de ésas, de bebé. Asiento y respaldo, cuatro palitos y una seguridad para que el bebito no se fuera de boca, al suelo. Exactamente colocada bajo el marco de una puerta, y que no pocas veces se habrá enredado entre los que pretendían pasar por esa misma puerta.
Nunca me caí.
Ya en la Avícola, vinieron hamacas como Dios manda. Las cuerdas y el asiento. Hamacas de grandes.
Enfrente de la casa había un hermoso sauce. Allí mi abuelo Modesto instaló un travesaño, colocado a la perfección y absolutamente seguro.
Y un día, mágicamente, aparecieron en él, apenas separadas, dos hermosas hamacas, iguales. Una para mi hermana y una para mí.
Éllas fueron de esas cosas inanimadas que integraron nuestro mundo y pasaron a ser unas amigas más. Compañeras de juegos y de tardecitas, en donde nos reuníamos y en donde el tiempo era verdaderamente tiempo. Aún el pulso de nuestra Madre Tierra no se había agitado y los días tenían las veinticuatro horas correspondientes. Aunque muchas veces nos parecía que tenían treinta y seis!!!!
Las hamacas eran el lugar de reunión obligado. O porque ese día había pintado un poco de paz, o porque allí nos sentábamos, hamacándonos suavecito, para recobrar el aliento y salir, al momento, como trombas, imparables.
Había días en que nos acompañaban realmente. Y uno de esos días eran los Viernes Santos.
Nos embuía el dolor de La Muerte y pasábamos el completo día.....de luto. Tan chiquitas.....es de no creer!
Entonces, se hablaba bajito....de correr, nada....subirse a los árboles o jugar con el carnero, estaba totalmente prohibido.....
Y allá, como pequeñas viudas, apenas nos hamacábamos, hablando casi por señas, esperando que ese día horrible terminara de una buena vez para que todo volviera a la normalidad.
Y claro, el siguiente era Sábado de Gloria......y de verdad, era una gloria cómo empezábamos a vivir de nuevo, dejando atrás ese día de respeto y silencio que, por respeto, por tradición o por convicción, se respetaba en mi casa.
Y el sauce era otro lugar de reunión, así como lo era el tajamar.
Si bien el tajamar nos acercaba a un bello elemento....el agua, este árbol nos permitía ingresar en otro.....el aire.
Y las excursiones y las aventuras eran definitivamente aéreas. Y ello conllevaba cierto riesgo y peligro.
Pero como éramos aventureras, allá nos mandábamos sauce arriba a explorar todas y cada una de sus ramas. Increíble, porque parecían todas iguales, pero arriba, cada una tenía un gancho especial y en cada uno de esos ganchos... terminamos enganchadas.
Un día intenté explorar sola. Y ya sabía que la rama finita que salía para el lado derecho permitía que sólo una vez nos hamacáramos, colgadas de los brazos. También sabía que la más gruesa, para el lado izquierdo y al no estar tan presionada por el follaje, nos daba más libertad para las hamacadas, que esta vez no de hamacas....sólo nosotras y agarradas como garrapatas, y haciendo todos los impulsos que podíamos con nuestra corta estatura.
Y allí estaba, completamente virgen, casi oculta, pero desafiante y magnética.
No podría asegurar que no tenía ojos. Tampoco podría asegurar que no la escuché hablarme.
Era una invitación imposible de no aceptar....esa rama era desconocida!!!!
Así que una vez que la tuve bien identificada, bajé y empecé de nuevo la escalada. Un pie en ésta....después otro en aquella...estirarse un poco, intentar no resbalar y la rama nueva a mi altura, es decir, a mi bajura.....pero muy alto las dos respecto del suelo, seguro, que siempre pisábamos.
Y me colgué de ella y me hamaqué, una y otra vez...había que juntar coraje para largarse desde allá arriba. Pero lo hice. Y después de caer agachada, me levanté y ya estaba pronta para otra escalada.
Al día siguiente Gladys y Esther regresaron, como todos los días. Y yo tenía la novedad de la rama nueva.
Como yo ya sabía....subí primero y me encargue de instruirlas.
Me colgué, me hamaqué y me largué al piso.
No me acuerdo si hubo aplausos, pero debería haberlos habido.
Le tocó el turno a Gladys. Ella también era experta escaladora de problemas, así que simplemente se subió al árbol y recorrió el camino que yo había indicado. Se colgó, se hamacó y se largó al suelo. Excelente performance.
Llegó el turno de Esther. Y nuevamente para arriba, ya con dos espectadoras experimentadas en ese tema. Llegó a la rama y... la verdad es que desde arriba el suelo parecía lejano. Pero era imposible que no saltara.
Y saltó.
Y así como saltó, se quedó agachada.
Y nos acercamos para ver que le pasaba.
La novedad fue que, nos dijo....."me hice caca"
Otra vez este bombón fue llevado para adentro de mi casa. Y otra vez mi mamá no sabía si matarnos antes o después de bañarla y darle ropa limpia.
Por suerte la bañó y le dio ropa.
Nosotras seguíamos vivitas y coleando. Y lo que es peor, ya prontas para la siguiente...!
Y, como corresponde, la siguiente llegaba... y todo volvía a empezar.
martes, 20 de septiembre de 2011
MI AMIGO DEL ALMA....MI HERMANO
Ayer nomás... hace casi cuarenta años ya, nos encontramos por primera vez.
Empecé a trabajar en la empresa en la que él trabajaba. Y estábamos muy próximos, físicamente, en ese espacio de trabajo.
Compartir era lo más fácil. Difícil era sustraerse al entorno que él creaba.
Y de alguna manera, pasando el tiempo, uno entiende que la vida tiene los caminos exactos para aproximarnos a las gentes
Ésas, que pasan fugazmente. Las otras, que por un rato se quedan...
Pero hay gente que llega a nuestra vida para no irse nunca más. Y así nos pasó.
Fuimos creando el vínculo que nos une, desde abajo...desde el pie....Y nos fuimos conociendo y encontrando afinidades. Y aunque no las hubiera, valía la pena trabajar la relación.
Vinieron aquellas tardes inolvidables en que, en medio del trabajo, nos proponíamos un tema de discusión.
Y así fueron llegando....el Amor....los Celos...la Amistad....los Siete Pecados Capitales....algún Libro compartido...siempre acercándonos, siempre atentos.
Era dejar una discusión pendiente para poder informarnos un poco del tema.
Porque de los pecados recordábamos algunos...con seguridad no los habíamos cometido todos....y leer y buscar...y poder decir al día siguiente....
"te olvidaste de"....
..."no recordaste como"...
Hablando del Amor me dijo, aunque luego se extrañó porque no lo recordaba.... y yo sí...como siempre, desde aquél día....
"El amor tiene muchos caminos....sólo se trata de tener el valor suficiente como para recorrerlos...." y vaya si los dos lo hemos tenido.
Con resultados bien dispares, pero haciendo el intento, sin duda alguna.
Y cuando se es muy jóven es muy fácil enamorarse. Y así me pasó y así se lo dije. Sería bueno desandar el camino para recuperar la frescura y derribar las barreras que alzamos a nuestro alrededor.
Pero como debía ser, él me explicó su situación y su condición. Y yo entendí que allí quedaba sellada para siempre nuestra amistad.
Y a partir de allí los recuerdos que nos unen siempre nos hacen sonreir y a mí, para qué negarlo, llorar con dulzura y sin pena....sólo de felicidad, pero sólo a veces.
Llegó el día en que nuestra amistad ya no nos contenía. Y resolvimos hacernos hermanos de sangre.
Y esa tarde, como siempre de tarde, nos hicimos un corte en cada uno de nuestros dedos índice y rojos de sangre los unimos, apretados, para siempre.
Hermanándonos en la sangre, uniéndonos por toda la eternidad.
Y allí otro camino quedó en punto muerto. Nos habíamos encontrado y ya no había manera de no estar unidos.
Pasa que muchas veces nuestras familias no traen todo lo que necesitamos. Pero tenemos el poder de crear lo que nos falta y así lo hicimos.
Y llegó el día en que mi hermano se fue de nuestro país. A empezar una nueva vida, en otra patria, con su amor de siempre.
Ese día yo me iba a Buenos Aires en la noche, saliendo del mismo puerto del que él se fue.
Era una mañana gris y amenazaba lluvia.
Nos despedimos a los abrazos y a los besos y a los llantos...yo al menos, afecta desde mi nacimiento al agua bendita que es la razón misma de nuestra vida y que desborda mis ojos con tanta facilidad. Desde siempre....
Y mientras el barco maniobraba me fui con otro amigo adorado y querido, que ya nos abandonó, corriendo hasta Sarandí...esa calle emblemática de la Ciudad Vieja de Montevideo.
Empezó a llover y siempre corriendo...y por ella hasta la escollera y en ella...corriendo hasta su mismísima punta....allí llegamos mojados de lluvia y sudorosos de tanto correr en el mismo momento en que el barco que se llevaba a mi hermano pasaba por allí...su brazo y el mío se agitaban sabiendo que ya nunca nos separaríamos a pesar de la distancia que él ya empezaba a transitar.
La pucha , que tantísimas megas tiene el disco duro de nuestro cerebro.
Porque esa escena ha quedado impregnada en él, ocupando el exacto lugar que debía. Y con seguridad no es poco.
Luego vinieron las cartas. En una época en que el correo demoraba mucho más de lo que queríamos. Y las fotos, y las postales. Y las gracias que nos hacíamos.
Recuerdo haberle escrito una carta, a máquina, que no en la pc....fatalísima...porque la separación entre las palabras no era la correcta, ni existía puntuación...es decir...era una locura puesta en letras....algo así...
Que ridom ioyoest oymuybi enen el diadel a fecha esper oquet ú sigasco mosiem p reanimo so Lafam iliasigu esup er ytod osest amos muyfeli ces porti
Y después llegó la postal con Copito de Nieve, que creo, no hace mucho se fue al Cielo de los animales.
La de las Ramblas. La de la Sagrada Familia. El monte que queda enfrente de su casa.....todo, todo....
Y también en todos estos años, nos perdimos. Y aquí sí intervino este Siglo Nuevo. Y con un amigo de Internet que estaba donde él vive conseguí de nuevo la conexión...
Y aunque no hubiera sido así, siempre he tenido la certeza absoluta de lo que somos el uno para el otro.
De que somos de esas gentes no transitorias, ni de una temporada, ni de un momento exacto de nuestras vidas.
Nos elegimos para siempre. Y hoy, yo con tantos dolores y él sin una pierna, permanecemos intactos por dentro y con las mismas ganas y las mismas ilusiones y casi las mismas esperanzas.
Y como dijera Hamlet Lima, argentino y poeta...después de conocer gente así....uno se va de novio con la vida, desterrando la muerte solitaria.
Y así nos vamos yendo. Cuidando el tesoro que inventamos y sabiendo que no hay silencios ni distancias entre nosotros.
Él siempre me recuerda vestida de largo, con un vestido amarillo un tanto escandaloso, sin espalda...es decir...con mi espalda. Joven, siempre jóven.
Y yo recuerdo la noche que cenamos en Morini...donde nadie como él, retiró la silla para que me sentara y me dijo bajito, cuando brindamos....no choquemos las copas....eso no es así....
Yo, loca de alegría, hubiera roto el más fino Bacarat para brindar por la vida....para celebrar uno de los más bellos regalos que me ha hecho Dios....
Y aunque estemos lejos, siempre seguimos cerquita....porque el corazón no sabe de fronteras ni de lejanías.
(Este es mi amigo del alma, Aldo, mi hermano de la vida y mi hermano de sangre,
elegido a conciencia. Un ser que no ha pasado en vano por la vida, que ha sido
generoso en el dar y humilde en el recibir. Alguien que ha honrado la vida y que
ha sido honrado por ella. Nunca podré quejarme de mis amores, aunque mis
amores se quejen de mí!)
Empecé a trabajar en la empresa en la que él trabajaba. Y estábamos muy próximos, físicamente, en ese espacio de trabajo.
Compartir era lo más fácil. Difícil era sustraerse al entorno que él creaba.
Y de alguna manera, pasando el tiempo, uno entiende que la vida tiene los caminos exactos para aproximarnos a las gentes
Ésas, que pasan fugazmente. Las otras, que por un rato se quedan...
Pero hay gente que llega a nuestra vida para no irse nunca más. Y así nos pasó.
Fuimos creando el vínculo que nos une, desde abajo...desde el pie....Y nos fuimos conociendo y encontrando afinidades. Y aunque no las hubiera, valía la pena trabajar la relación.
Vinieron aquellas tardes inolvidables en que, en medio del trabajo, nos proponíamos un tema de discusión.
Y así fueron llegando....el Amor....los Celos...la Amistad....los Siete Pecados Capitales....algún Libro compartido...siempre acercándonos, siempre atentos.
Era dejar una discusión pendiente para poder informarnos un poco del tema.
Porque de los pecados recordábamos algunos...con seguridad no los habíamos cometido todos....y leer y buscar...y poder decir al día siguiente....
"te olvidaste de"....
..."no recordaste como"...
Hablando del Amor me dijo, aunque luego se extrañó porque no lo recordaba.... y yo sí...como siempre, desde aquél día....
"El amor tiene muchos caminos....sólo se trata de tener el valor suficiente como para recorrerlos...." y vaya si los dos lo hemos tenido.
Con resultados bien dispares, pero haciendo el intento, sin duda alguna.
Y cuando se es muy jóven es muy fácil enamorarse. Y así me pasó y así se lo dije. Sería bueno desandar el camino para recuperar la frescura y derribar las barreras que alzamos a nuestro alrededor.
Pero como debía ser, él me explicó su situación y su condición. Y yo entendí que allí quedaba sellada para siempre nuestra amistad.
Y a partir de allí los recuerdos que nos unen siempre nos hacen sonreir y a mí, para qué negarlo, llorar con dulzura y sin pena....sólo de felicidad, pero sólo a veces.
Llegó el día en que nuestra amistad ya no nos contenía. Y resolvimos hacernos hermanos de sangre.
Y esa tarde, como siempre de tarde, nos hicimos un corte en cada uno de nuestros dedos índice y rojos de sangre los unimos, apretados, para siempre.
Hermanándonos en la sangre, uniéndonos por toda la eternidad.
Y allí otro camino quedó en punto muerto. Nos habíamos encontrado y ya no había manera de no estar unidos.
Pasa que muchas veces nuestras familias no traen todo lo que necesitamos. Pero tenemos el poder de crear lo que nos falta y así lo hicimos.
Y llegó el día en que mi hermano se fue de nuestro país. A empezar una nueva vida, en otra patria, con su amor de siempre.
Ese día yo me iba a Buenos Aires en la noche, saliendo del mismo puerto del que él se fue.
Era una mañana gris y amenazaba lluvia.
Nos despedimos a los abrazos y a los besos y a los llantos...yo al menos, afecta desde mi nacimiento al agua bendita que es la razón misma de nuestra vida y que desborda mis ojos con tanta facilidad. Desde siempre....
Y mientras el barco maniobraba me fui con otro amigo adorado y querido, que ya nos abandonó, corriendo hasta Sarandí...esa calle emblemática de la Ciudad Vieja de Montevideo.
Empezó a llover y siempre corriendo...y por ella hasta la escollera y en ella...corriendo hasta su mismísima punta....allí llegamos mojados de lluvia y sudorosos de tanto correr en el mismo momento en que el barco que se llevaba a mi hermano pasaba por allí...su brazo y el mío se agitaban sabiendo que ya nunca nos separaríamos a pesar de la distancia que él ya empezaba a transitar.
La pucha , que tantísimas megas tiene el disco duro de nuestro cerebro.
Porque esa escena ha quedado impregnada en él, ocupando el exacto lugar que debía. Y con seguridad no es poco.
Luego vinieron las cartas. En una época en que el correo demoraba mucho más de lo que queríamos. Y las fotos, y las postales. Y las gracias que nos hacíamos.
Recuerdo haberle escrito una carta, a máquina, que no en la pc....fatalísima...porque la separación entre las palabras no era la correcta, ni existía puntuación...es decir...era una locura puesta en letras....algo así...
Que ridom ioyoest oymuybi enen el diadel a fecha esper oquet ú sigasco mosiem p reanimo so Lafam iliasigu esup er ytod osest amos muyfeli ces porti
Y después llegó la postal con Copito de Nieve, que creo, no hace mucho se fue al Cielo de los animales.
La de las Ramblas. La de la Sagrada Familia. El monte que queda enfrente de su casa.....todo, todo....
Y también en todos estos años, nos perdimos. Y aquí sí intervino este Siglo Nuevo. Y con un amigo de Internet que estaba donde él vive conseguí de nuevo la conexión...
Y aunque no hubiera sido así, siempre he tenido la certeza absoluta de lo que somos el uno para el otro.
De que somos de esas gentes no transitorias, ni de una temporada, ni de un momento exacto de nuestras vidas.
Nos elegimos para siempre. Y hoy, yo con tantos dolores y él sin una pierna, permanecemos intactos por dentro y con las mismas ganas y las mismas ilusiones y casi las mismas esperanzas.
Y como dijera Hamlet Lima, argentino y poeta...después de conocer gente así....uno se va de novio con la vida, desterrando la muerte solitaria.
Y así nos vamos yendo. Cuidando el tesoro que inventamos y sabiendo que no hay silencios ni distancias entre nosotros.
Él siempre me recuerda vestida de largo, con un vestido amarillo un tanto escandaloso, sin espalda...es decir...con mi espalda. Joven, siempre jóven.
Y yo recuerdo la noche que cenamos en Morini...donde nadie como él, retiró la silla para que me sentara y me dijo bajito, cuando brindamos....no choquemos las copas....eso no es así....
Yo, loca de alegría, hubiera roto el más fino Bacarat para brindar por la vida....para celebrar uno de los más bellos regalos que me ha hecho Dios....
Y aunque estemos lejos, siempre seguimos cerquita....porque el corazón no sabe de fronteras ni de lejanías.
(Este es mi amigo del alma, Aldo, mi hermano de la vida y mi hermano de sangre,
elegido a conciencia. Un ser que no ha pasado en vano por la vida, que ha sido
generoso en el dar y humilde en el recibir. Alguien que ha honrado la vida y que
ha sido honrado por ella. Nunca podré quejarme de mis amores, aunque mis
amores se quejen de mí!)
lunes, 19 de septiembre de 2011
ESE REFUGIO, MÍO...
Una casa muy blanca, la tuya
Unos brazos tiernos, seguros
La sonrisa amplia, la lágrima gorda
El pasto cortito, las flores brillantes.
Los pájaros libres, cantando, volando
El inmenso cielo, la luna alumbrando,
el sol calcinando, la lluvia aplacando
La Naturaleza como en borbotones
instando a la vida, alejando el llanto
Y en medio de toda esta fiesta grande,
del vivir gozando, del sufrir amando
Tu mano, tan cálida, redonda, querida,
con ese perfume del hacer las cosas,
tu mano, mi mano, mi almohada, mi nido.
(Así fue siempre el hogar que mi madre supo construir.
Allí nos refugiamos los propios y los ajenos,
porque esta mujer siempre tuvo lugar para amar a uno más
y fue una bella manera de aprender el amor)
EL DESTINO ME PRESTÓ UNA HIJA
Para Natalia, ese ser lindo por dentro y por fuera
que nos enseña a vivir día a día
Y no eres mi hija.
Pero al fin, sí, hija de mi alma.
Y no te parí porque Dios no quiso.
No me preguntó, no me tuvo en cuenta.
Pero desde nada estuve a tu lado
porque Él ya sabía que tanto te amaba.
Y nos pasó el tiempo.
Y fuiste creciendo
Y desde pañales tus ojos redondos
siempre preguntaron, siempre curiosearon,
fueron aprendiendo
Y ese transcurrir, con tus altibajos
y también los nuestros,
con todo el amor, y el desamor
te han transformado.
Y hoy, de igual a igual, ya eres mujer.
Ya no mi bebita, dulce, redondita.
Sí, mi par, pariente, casi de mi sangre.
Mi hija del alma
(Ya ha pasado mucho tiempo desde que escribí estas
líneas. Natalia ya hace años que es mamá. Y a
veces me resulta doloroso cuando me nombra "tía"
y no "madrina", un título que siempre he llevado con
orgullo)
YO BAILÉ EN EL TEATRO SOLÍS
Entre los años 1960 y 1963 hice mis cuatro años de liceo en el Instituto Dámaso Antonio Larrañaga.
Y en los dos siguientes, Preparatorios de Derecho.
Era, en esa época, un instituto modelo. Al que asistíamos uniformados. Al que hoy, si tuvieran que ir uniformados, significaría una consulta obligada al sicólogo, más todo lo demás.
Pero en aquella época teníamos la suficiente personalidad como para no reparar en ello y no hacer, de esa uniformidad, casi una cuestión de estado.
No nos sentíamos indiferenciados y cada uno hacía la diferencia de acuerdo a su aire.
No existiendo la educación sexual ni en las escuelas ni en los liceos y con la terrible polvareda que levanta hoy ese tema en todos los lugares de estudio, nosotros tuvimos un curso de educación sexual que duró exactamente una semana.
Y médicos y ginecólogos de renombre, nos iniciaron en una educación más que necesaria, mucho más, si en tantos casos nos va la vida al no tenerla.
En Setiembre se hacían las Preparatoríadas. Todos los integrantes de Preparatorios y de acuerdo a la orientación de cada grupo, se anotaban en las distintas actividades planteadas.
Y así había desde Gimnasia a Física, Literatura y Teatro, Baile y Coros.
Mi grupo de tercer año pasó casi en bloque a cuarto. Éramos de un nivel bastante parejo, afines y con la ilusión de viajar a Porto Alegre al terminar ese nivel.
Teníamos un conjunto de baile folckórico, el cual integré.
Y llegó un momento de hacer un espectáculo a beneficio de nuestro Liceo.
Y allá nos mandamos a organizar una velada de baile y canto en el Teatro Solís.
De verdad que fue un placer pisar esas tablas famosas, ensayando un minué, la media caña y una chacarera.
Creo que todos nos sentíamos famosos .....ayyyyy!!!!!!
Pero sí hubo famosos de verdad junto a nosotros, pues la noche del espectáculo nuestros compañeros de actuación fueron Jorge Cafrune y Alfredo Zitarrosa.
Llegó el día indicado y al ensayo de la mañana le siguió salir todos juntos y felices recorriendo nuestra Avenida 18 de Julio....escribo esto y no puedo dejar de pensar si lo nuestro pasaba por la simpleza o por la idiotez...!
Y en realidad no me animo a preguntarle a cualquiera de los adolescentes de hoy que opinan al respecto. Porque de antemano, sé la respuesta.
Pero lo cierto fue que nos encontramos con Cafrune en nuestro recorrido. Él andaba, con su imponente presencia, también recorriendo la Avenida.
Y llegó la noche. Nuestros presentadores fueron dos reconocidos periodistas y presentadores de nuestra televisión.
Gustavo Adolfo Ruequer Y Sarita Otermin, matrimonio en la vida real y ya hoy, partidos los dos.
La pucha que es música dulce al aplauso!!!!!
Porque nos aplaudieron muchísimo, claro que no tanto como a los dos monstruos que nos acompañaron.
Y cumplimos con nuestro propósito. Ayudar al Dámaso.
Y además cumplimos con un lindo sueño.... bailar en nuestro Teatro Solís, que ha sabido de famas y glorias desde 1856 a la fecha, y que con seguridad ni por asomo pueda recordar nuestros pasos, ya perdidos en el tiempo.
Ese mismo tiempo, tal vez instantes, que viví junto a él, pero que yo no me olvido.
Y en los dos siguientes, Preparatorios de Derecho.
Era, en esa época, un instituto modelo. Al que asistíamos uniformados. Al que hoy, si tuvieran que ir uniformados, significaría una consulta obligada al sicólogo, más todo lo demás.
Pero en aquella época teníamos la suficiente personalidad como para no reparar en ello y no hacer, de esa uniformidad, casi una cuestión de estado.
No nos sentíamos indiferenciados y cada uno hacía la diferencia de acuerdo a su aire.
No existiendo la educación sexual ni en las escuelas ni en los liceos y con la terrible polvareda que levanta hoy ese tema en todos los lugares de estudio, nosotros tuvimos un curso de educación sexual que duró exactamente una semana.
Y médicos y ginecólogos de renombre, nos iniciaron en una educación más que necesaria, mucho más, si en tantos casos nos va la vida al no tenerla.
En Setiembre se hacían las Preparatoríadas. Todos los integrantes de Preparatorios y de acuerdo a la orientación de cada grupo, se anotaban en las distintas actividades planteadas.
Y así había desde Gimnasia a Física, Literatura y Teatro, Baile y Coros.
Mi grupo de tercer año pasó casi en bloque a cuarto. Éramos de un nivel bastante parejo, afines y con la ilusión de viajar a Porto Alegre al terminar ese nivel.
Teníamos un conjunto de baile folckórico, el cual integré.
Y llegó un momento de hacer un espectáculo a beneficio de nuestro Liceo.
Y allá nos mandamos a organizar una velada de baile y canto en el Teatro Solís.
De verdad que fue un placer pisar esas tablas famosas, ensayando un minué, la media caña y una chacarera.
Creo que todos nos sentíamos famosos .....ayyyyy!!!!!!
Pero sí hubo famosos de verdad junto a nosotros, pues la noche del espectáculo nuestros compañeros de actuación fueron Jorge Cafrune y Alfredo Zitarrosa.
Llegó el día indicado y al ensayo de la mañana le siguió salir todos juntos y felices recorriendo nuestra Avenida 18 de Julio....escribo esto y no puedo dejar de pensar si lo nuestro pasaba por la simpleza o por la idiotez...!
Y en realidad no me animo a preguntarle a cualquiera de los adolescentes de hoy que opinan al respecto. Porque de antemano, sé la respuesta.
Pero lo cierto fue que nos encontramos con Cafrune en nuestro recorrido. Él andaba, con su imponente presencia, también recorriendo la Avenida.
Y llegó la noche. Nuestros presentadores fueron dos reconocidos periodistas y presentadores de nuestra televisión.
Gustavo Adolfo Ruequer Y Sarita Otermin, matrimonio en la vida real y ya hoy, partidos los dos.
La pucha que es música dulce al aplauso!!!!!
Porque nos aplaudieron muchísimo, claro que no tanto como a los dos monstruos que nos acompañaron.
Y cumplimos con nuestro propósito. Ayudar al Dámaso.
Y además cumplimos con un lindo sueño.... bailar en nuestro Teatro Solís, que ha sabido de famas y glorias desde 1856 a la fecha, y que con seguridad ni por asomo pueda recordar nuestros pasos, ya perdidos en el tiempo.
Ese mismo tiempo, tal vez instantes, que viví junto a él, pero que yo no me olvido.
viernes, 16 de septiembre de 2011
ZORRO
(así era Zorro)
Era impresionante. Un perro policía grande de verdad.
Era un espectáculo verlo. Porque él lo era.
Pero los códigos entre la gente de campo son férreos.
Y este perro se había cebado matando animales de las chacras cercanas.
Y mi abuelo, tal vez por su condición de blanco convencido, al menos en esa época, lo pasó a degüello. Supongo que Oribe, contento.....
Tengo claro para mí el día que se lo fue llevando hacia el fondo de nuestro campo.
Volvió solo y mal.
Nunca más ví al Zorro en nuestra casa.
Sé que mi abuelo sufrió por eso. Era un hombre tierno. Y matar a un compañero de esa manera no creo que lo haya hecho muy feliz.
Era la única forma de solucionar los problemas que había creado el Zorro.
No hubiera querido estar en sus zapatillas.
Pero él siguió convencido de que hizo lo mejor. Y tal vez fue así.
Eran épocas en que no existían las veterinarias a dos por cuadra.
Era el campo. Y sus formas y maneras.
Yo aprendí a fuego esa lección dura.
Igualmente, no tengo por que cosa cambiar esos años maravillosos. Y si pudiera cambiarlos...con seguridad, no lo haría.
jueves, 15 de septiembre de 2011
EL CARNERO
Y bueno. Yo ya lo había dicho antes.
En casa había de todo: perros, vacas, toro, cerdos, yegua, ovejas, aves.....y el "Guacho".
Era nuestro carnero y no sé si la familia lo tuvo desde chico. De no ser así, no se justifica el nombre. Pero criar con mamadera....fue a muchos animales, los que con seguridad seguían a mi mamá como si fuera mamá chancha, mamá perra o mamá oveja!!!!!!!!!!!
Era, inicialmente, dócil.
Y allá nos paseaba en el pequeño carrito que abuelo nos había hecho.
Lo uncían y él, como un señorito carnero nos llevaba de paseo y era una alegría andar por el campo, tratando de llevar las riendas, siempre acompañadas por uno de los grandes de la casa.
Pero el tiempo fue pasando, y nosotras creciendo y junto con nosotras, el Guacho.
Pasó a ser uno de los juguetes preferidos, sólo que este tenía vida real y propia y además, un carácter bien definido.
Sé que nosotros ayudamos a mal formárselo, porque como este bicho respondía a todo lo que le hacíamos, no había oportunidad que perdiéramos para hacerlo enojar y "torear" al carnero pasó a ser un deporte más de los chicos que siempre andábamos en la vuelta.
Y claro, lo habíamos cansado mucho. Porque no había persona que fuera tranquilamente caminando que este animal no insistiera en tirarla al piso.
Y siempre, de algún lado, salía mi papá a los gritos......tirate al suelo...tirate al suelo...!
Igual, estar en el suelo no era nada grato, porque él insistía en topar y seguir topando. Entonces, venía uno grande, que podía con este loco ofuscado y terminaba atándolo y, al menos por un rato, andábamos todos en paz.
En la última repartición de la recría, se estibaban las bolsas de ración.
Ese también era uno de nuestros lugares preferidos.
Porque a veces, el juego era a ras del suelo, pero la escalera que se formaba al ir retirando bolsas, nos permitía tener nuestra "casita" dos o tres pisos para arriba.
Esa repartición tenía una puerta que por fortuna estaba casi siempre abierta.
No era extraño ver pasar al Guacho corriendo atrás de alguna de nosotras y la que iba disparando se mandaba puerta adentro y bolsas arriba.
Allí venía un forzado descanso, porque la que estaba arriba, se quedaba como en misa. El Guacho abajo, también.
Y si no aparecía algún generoso salvador, había que esperar que este carnero se cansara de hacer guardia y se fuera al campo, pero igual de caprichoso que nosotras.... la espera allá arriba se hacía tediosa.
Y cuando no armábamos nuestra casita arriba de las bolsas compañeras, llevábamos todo a unas casitas de verdad que había por el campo, cercanas a la casa.
Se utilizaban para poner a las pollas, pero cuando éllas no estaban allí eran uno de los mejores lugares de juego.
Casita de verdad, con techo, pared de atrás con ventana, y en la parte de adelante, todo tejido y con puerta.
Así que allí nos metíamos y jugábamos por horas.
Pero claro, siempre andaba el Guacho en las cercanías.
Una tarde, el juego era salir de a una e intentar que se acercara cada vez más a la casa.
Había que ser muy valiente para salir a tentarlo.
Y así fuimos saliendo. Primero una....se le acercaba todo lo posible, lo llamaba, lo trataba de espantar....
Después otra, tratando siempre de llamar su atención....todo terminaba en una carrera y una puerta que se abría, amorosa, para guardarnos por un rato, seguras.
Pero como pasó casi siempre, Esther fue la merecedora de no pocos problemas, en nuestros juegos. Y esa vez, pasó como siempre.
Salió en busca del Guacho.
Y él la registró perfectamente. Siguió buscándolo y buscándolo y se le vino...
Pero esa vez la puerta no se abría. Su hermana y yo estábamos adentro y con un susto padre. Así que en lugar de dejarla entrar, aseguramos perfectamente la puerta para que tampoco entrara el Guacho.
Y era como una película cómica...pasaba Esther corriendo y a los gritos y atrás el carnero.....y una vuelta más....y otra....hasta que sentimos los gritos de mi papá....tirate al suelo.....tirate al suelo...!!!
Soy conciente que dábamos mucho trabajo. Pero supongo que los grandes de la casa también se divertirían porque no había muchos rezongos ni llamadas de atención.
Hoy veo a los niños confinados en un departamento y bendigo la libertad en la que nos crecimos.
Los deportes han sido cambiados por las computadoras y, en el mejor de los casos, los niños obesos empiezan a ser un problema.
Nosotras no teníamos un gramo de grasa que sobrara...imposible que no se derritiera si andábamos de la mañana a la noche quemando calorías.
Corriendo adelante o atrás de alguno de nuestros juguetes vivos.
De no ser así, no hubiéramos podido desayunar, en invierno, con huevos, pan y tocino...todo frito!!!!!!!!!
En casa había de todo: perros, vacas, toro, cerdos, yegua, ovejas, aves.....y el "Guacho".
Era nuestro carnero y no sé si la familia lo tuvo desde chico. De no ser así, no se justifica el nombre. Pero criar con mamadera....fue a muchos animales, los que con seguridad seguían a mi mamá como si fuera mamá chancha, mamá perra o mamá oveja!!!!!!!!!!!
Era, inicialmente, dócil.
Y allá nos paseaba en el pequeño carrito que abuelo nos había hecho.
Lo uncían y él, como un señorito carnero nos llevaba de paseo y era una alegría andar por el campo, tratando de llevar las riendas, siempre acompañadas por uno de los grandes de la casa.
Pero el tiempo fue pasando, y nosotras creciendo y junto con nosotras, el Guacho.
Pasó a ser uno de los juguetes preferidos, sólo que este tenía vida real y propia y además, un carácter bien definido.
Sé que nosotros ayudamos a mal formárselo, porque como este bicho respondía a todo lo que le hacíamos, no había oportunidad que perdiéramos para hacerlo enojar y "torear" al carnero pasó a ser un deporte más de los chicos que siempre andábamos en la vuelta.
Y claro, lo habíamos cansado mucho. Porque no había persona que fuera tranquilamente caminando que este animal no insistiera en tirarla al piso.
Y siempre, de algún lado, salía mi papá a los gritos......tirate al suelo...tirate al suelo...!
Igual, estar en el suelo no era nada grato, porque él insistía en topar y seguir topando. Entonces, venía uno grande, que podía con este loco ofuscado y terminaba atándolo y, al menos por un rato, andábamos todos en paz.
En la última repartición de la recría, se estibaban las bolsas de ración.
Ese también era uno de nuestros lugares preferidos.
Porque a veces, el juego era a ras del suelo, pero la escalera que se formaba al ir retirando bolsas, nos permitía tener nuestra "casita" dos o tres pisos para arriba.
Esa repartición tenía una puerta que por fortuna estaba casi siempre abierta.
No era extraño ver pasar al Guacho corriendo atrás de alguna de nosotras y la que iba disparando se mandaba puerta adentro y bolsas arriba.
Allí venía un forzado descanso, porque la que estaba arriba, se quedaba como en misa. El Guacho abajo, también.
Y si no aparecía algún generoso salvador, había que esperar que este carnero se cansara de hacer guardia y se fuera al campo, pero igual de caprichoso que nosotras.... la espera allá arriba se hacía tediosa.
Y cuando no armábamos nuestra casita arriba de las bolsas compañeras, llevábamos todo a unas casitas de verdad que había por el campo, cercanas a la casa.
Se utilizaban para poner a las pollas, pero cuando éllas no estaban allí eran uno de los mejores lugares de juego.
Casita de verdad, con techo, pared de atrás con ventana, y en la parte de adelante, todo tejido y con puerta.
Así que allí nos metíamos y jugábamos por horas.
Pero claro, siempre andaba el Guacho en las cercanías.
Una tarde, el juego era salir de a una e intentar que se acercara cada vez más a la casa.
Había que ser muy valiente para salir a tentarlo.
Y así fuimos saliendo. Primero una....se le acercaba todo lo posible, lo llamaba, lo trataba de espantar....
Después otra, tratando siempre de llamar su atención....todo terminaba en una carrera y una puerta que se abría, amorosa, para guardarnos por un rato, seguras.
Pero como pasó casi siempre, Esther fue la merecedora de no pocos problemas, en nuestros juegos. Y esa vez, pasó como siempre.
Salió en busca del Guacho.
Y él la registró perfectamente. Siguió buscándolo y buscándolo y se le vino...
Pero esa vez la puerta no se abría. Su hermana y yo estábamos adentro y con un susto padre. Así que en lugar de dejarla entrar, aseguramos perfectamente la puerta para que tampoco entrara el Guacho.
Y era como una película cómica...pasaba Esther corriendo y a los gritos y atrás el carnero.....y una vuelta más....y otra....hasta que sentimos los gritos de mi papá....tirate al suelo.....tirate al suelo...!!!
Soy conciente que dábamos mucho trabajo. Pero supongo que los grandes de la casa también se divertirían porque no había muchos rezongos ni llamadas de atención.
Hoy veo a los niños confinados en un departamento y bendigo la libertad en la que nos crecimos.
Los deportes han sido cambiados por las computadoras y, en el mejor de los casos, los niños obesos empiezan a ser un problema.
Nosotras no teníamos un gramo de grasa que sobrara...imposible que no se derritiera si andábamos de la mañana a la noche quemando calorías.
Corriendo adelante o atrás de alguno de nuestros juguetes vivos.
De no ser así, no hubiéramos podido desayunar, en invierno, con huevos, pan y tocino...todo frito!!!!!!!!!
miércoles, 14 de septiembre de 2011
BOCHIN
(más o menos así era Bochín)
que los demás....era mediano, pero sí con un hermoso pelaje renegrido.
Pelos largos....él anda por ahí y como que todo en él...se movía.
Si bien no fue el super perro...ni el más amado, ni el más destacado...era, por decirlo de alguna manera, un perro inteligente.
En ese momento una de las perras de la casa era Pinky...una perrita menos que nada, bajita, de patas cortas...chiquita de verdad....pero amorosa y por chiquita y desvalida, muy querida...
Pinky entraba en celo y nadie se preocupaba....debía el perro ser muy poco más que una pulga para poner la tranquilidad familiar en riesgo y en ese sentido Bochín era grande.....todos tranquilos y contentos.
Pero ninguno de nosotros contó con que estos animalitos no pensantes...mi querido Pavlov debe revolverse en su tumba...también proponían sus trampas. Si cualquiera de nosotros lo hubiera hecho...estábamos justificando nuestra racionalidad...
Pero lo que ese día ví...desde adentro de la casa, realmente sirvió para armar un candombe de aquellos...
Yo iba para mi dormitorio, pasando por un comedor que no se usaba pero que estaba allí. Era el antiguo dormitorio de mis padres. Con una ventana al fondo de la casa.
En ese fondo y en ese momento, se erguía allí, impresionante e inamovible, un ombú. Estaba en nuestra casa cuando nos mudamos a ella, pero ya había desaparecido, cuando debimos entender que la justicia de mi país nos había dejado sin nuestra casa. Y en realidad... en esa casa, sin nosotros...nuestro ombú hubiera muerto sin amor. Prefirió morir antes, y de tristeza.
Pero en ese tiempo todo en casa andaba a los saltos. Y la tristeza allí no tenía cabida.
Y debe haber sido por eso que cuando iba a mi dormitorio...ví, por aquella ventana chismosa....a Pinky, subida amorosamente en una de aquellas raíces aéreas de nuestro ombú.....y adivinen a quién más...?
Claro....Bochín no estaba subido a la raíz. Habían logrado complementar sus estaturas....ese día mi madre casi se murió!!!!!
Pasó el tiempo necesario....y allá andaba Pinky, que explotaba. Pero explotaba de verdad.
Recuerdo sus últimos días de preñez. Era como un globo, grande y bajito.
Se acostaba en el piso y sus cuatro patas quedaban arriba...se caía para un costado sin poder mantenerse.
Debieron ayudarla a parir. No recuerdo que fue de sus cachorros...sé que ella quedó en nuestra casa para morir lastimada por otra de nuestras perras, que también allí dejó su vida.
De alguna manera siento que nuestras sombras se fueron quedando alli para mantener la propiedad que todos teníamos sobre ese campo. Y allí deben seguir dormidas, envueltas en las mantas que a cada uno se les puso y con seguridad deben seguir sintiendo el amor que les tuvimos.
ABEJAS EN EL SILLÓN
Ya les he contado que en nuestra chacra había un galpón grande.
Inicialmente era, y siempre lo conocimos así, el galpón de la carpintería.
Había dos bancos de carpintero, una sierra circular y otra más chica y un torno.
Sobraba mucho espacio, pero con el correr del tiempo, todo se había ocupado. Porque ese galpón era el desahogo familiar y no de una sola familia.
Allí fueron a parar las cosas más insólitas.
Cientos de envases vacíos. La leña que amorosamente cortábamos, para el invierno. Todas las herramientas de la casa. Partes de alguna mudanza inconclusa de algún vecino confiado en mis gentes.....de todo, pero realmente de todo.
Muchos papeles, una máquina de sulfatear, las palas y horquillas que alguna vez se usaron.
Marrones, estacas, palos y palitos.
Asientos, tablones...y vaya si sirvieron. Porque cuando cumplí treinta y cinco....ayyyy....años....esa noche el festejo lo realizamos en el galpón.
Que en Marzo haya mucho viento y frío, no es común, pero esa noche sí los hubo y menudo trabajo tuvo Isabelita para que las treinta y cinco velitas de mi torta no se apagaran antes de que yo pidiera mis tres deseos y finalmente, ayudada por ese viento cómplice pudiera, de una sola vez, apagarlas a todas.
El verano era de alguna manera el tiempo de hacer nuestro trabajo de hormiga, pensando en el invierno. Y así, en ese galpón poníamos todas las ramas y todos los árboles que trabajosamente traíamos desde el fondo de la chacra para en algún momento cortarlos y dejarlos secar.
No fueron pocos los días que, trozador en mano y espalda completamente intacta, de todos, nos dedicamos a cortar y cortar. Y a luego poner en un lugar seco para que esas astillas estuvieran maduras, cual fruta prohibida, y poder entrar a la estufa, que con su enorme boca se las tragaba de a una, llevándose así tantas horas de nuestro trabajo, pero regalándonos con un fuego bello y amoroso que siempre nos tuvo a su alrededor.
Y a ese galpón fue a parar mi primera cama. No de grande, pero no de niñita.
Una hermosa camita con barrotes torneados, hecha por mi gente que tan bien sabía trabajar a la madera.
Una materia prima inigualable y generosa que desde siempre ha estado a nuestro lado...
Y todo lo que nos da un árbol tiene que ver con nuestra vida.
Su sombra, que nada tiene que ver con el aire acondicionado, pero que tánto nos guarda de un día de calor.
Sus flores, que en un árbol parecen tan extrañas y que a veces están a mucha distancia por arriba de nuestra cabeza. Y más extrañas parecen.
Sus frutos, a los que todos algunas vez nos prendimos como si fuera el último bocado que fuéramos a comer. Frescos y deliciosos. Aunque muchas veces, calientes y robados....sería por eso que sabían mejor.
Y ese lugar final a donde todos vamos a parar y lo increíble es que el árbol sigue siendo amoroso, porque aunque lo cortemos y lo tajeemos, él sigue siendo siempre nuestro abrigo.
Con esa camita chantajée a mi primer ahijado....pobrecito. Él no estaba acostumbrado a estar sin sus padres y esta madrina, loca desde el vamos, insistió en llevarlo al campo.
Angelito....cuando la tarde empezó a irse, él también quiso irse con sus papás. Y el tema era que...no se iba. Se quedaba conmigo.
Si hay noches inolvidables, ésa fue una.
Le prometí de todo....villas y castillas...amores y besos...no cama de la madrina si no se dormía...y menos el colchón.
Una madrina de una maldad como nunca antes ví. Ni la peor madrastra del peor cuento infantil.
Así nos agarró la madrugada...en tratos no aceptados y amenazas no cumplidas. De haberlas cumplido no estaría ahora escribiendo sobre esto....
Y cuando llegó la mañana Nacho, cansado de toda una noche de torturas, se durmió. Y yo me levanté en cuatro patas y reptando....tan mal me sentía... pero esa camita que luego estuvo en el galpón, fue por muchos años la camita de mi ahijado, cuando chico.
Y a ese galpón vinieron a parar unos sillones de una vecina que se mudaba. Grandes, hermosos en su hora. Tapizados de terciopelo bordó, que supieron contenerme con Lobo y que el tiempo fue dejando blancos y raídos.
Al lado del galpón había un montecito de ciruelos. Y en el verano se sentía el zumbar de las abejas.... y un poco asustaba.
Pasó que estos seres inteligentes eligieron a uno de los sillones para hacer su colmena. Y en lo que sería la estructura de uno de sus brazos, armaron su panal.
Nosotros, en la casa de al lado del galpón poco sabíamos del afán de estas trabajadoras natas.
Pero un día padrino fue a buscar algo y regresó hinchándose por todos lados. Las abejas habían entrado por la parte de abajo de sus pantalones y lo habían picado.
El galpón se convirtió en un peligro, y las abejas en una amenaza confirmada.
Y así, consultamos con quien tenía colmenas y estaba acostumbrado a manejarlas.
Se descolgó con la noticia de que el panal tenía entre 80 y 90.000 abejas. Y que era muy difícil sacarlas sin lastimarlas.
Y así se decretó la matanza.
Y así llegó una tardecita, vestido como de astronauta, pero de entrecasa, y como si fuera un parto, pero al revés, se empezó por calentar agua.
No era un nacimiento lo que venía....no!
Fue horrible para éllas y para todos nosotros.
Más horrible fue levantarnos al otro día, aún borrachos por el olor de la miel caliente.
Ver las que quedaban vivas, volar, enfurecidas y desnorteadas, fue muy feo, pero ya no tenían su casa y no sabían para adonde ir.
Habrán sido las abejas las que sellaron nuestro destino y las que dispusieron que también nosotras nos quedáramos sin nuestra casa?
Quiero pensar que no. Y quiero pensar que nos perdonaron por ese día horroroso que vivimos todos. Éllas y nosotros.
Y así terminó su vida aquel hermoso sillón, que nos contuvo a Lobo y a mí, llenos de vida y que contuvo a todo un enjambre, también lleno de vida, pero que debió irse, por fin, de nuestras vidas.
Inicialmente era, y siempre lo conocimos así, el galpón de la carpintería.
Había dos bancos de carpintero, una sierra circular y otra más chica y un torno.
Sobraba mucho espacio, pero con el correr del tiempo, todo se había ocupado. Porque ese galpón era el desahogo familiar y no de una sola familia.
Allí fueron a parar las cosas más insólitas.
Cientos de envases vacíos. La leña que amorosamente cortábamos, para el invierno. Todas las herramientas de la casa. Partes de alguna mudanza inconclusa de algún vecino confiado en mis gentes.....de todo, pero realmente de todo.
Muchos papeles, una máquina de sulfatear, las palas y horquillas que alguna vez se usaron.
Marrones, estacas, palos y palitos.
Asientos, tablones...y vaya si sirvieron. Porque cuando cumplí treinta y cinco....ayyyy....años....esa noche el festejo lo realizamos en el galpón.
Que en Marzo haya mucho viento y frío, no es común, pero esa noche sí los hubo y menudo trabajo tuvo Isabelita para que las treinta y cinco velitas de mi torta no se apagaran antes de que yo pidiera mis tres deseos y finalmente, ayudada por ese viento cómplice pudiera, de una sola vez, apagarlas a todas.
El verano era de alguna manera el tiempo de hacer nuestro trabajo de hormiga, pensando en el invierno. Y así, en ese galpón poníamos todas las ramas y todos los árboles que trabajosamente traíamos desde el fondo de la chacra para en algún momento cortarlos y dejarlos secar.
No fueron pocos los días que, trozador en mano y espalda completamente intacta, de todos, nos dedicamos a cortar y cortar. Y a luego poner en un lugar seco para que esas astillas estuvieran maduras, cual fruta prohibida, y poder entrar a la estufa, que con su enorme boca se las tragaba de a una, llevándose así tantas horas de nuestro trabajo, pero regalándonos con un fuego bello y amoroso que siempre nos tuvo a su alrededor.
Y a ese galpón fue a parar mi primera cama. No de grande, pero no de niñita.
Una hermosa camita con barrotes torneados, hecha por mi gente que tan bien sabía trabajar a la madera.
Una materia prima inigualable y generosa que desde siempre ha estado a nuestro lado...
Y todo lo que nos da un árbol tiene que ver con nuestra vida.
Su sombra, que nada tiene que ver con el aire acondicionado, pero que tánto nos guarda de un día de calor.
Sus flores, que en un árbol parecen tan extrañas y que a veces están a mucha distancia por arriba de nuestra cabeza. Y más extrañas parecen.
Sus frutos, a los que todos algunas vez nos prendimos como si fuera el último bocado que fuéramos a comer. Frescos y deliciosos. Aunque muchas veces, calientes y robados....sería por eso que sabían mejor.
Y ese lugar final a donde todos vamos a parar y lo increíble es que el árbol sigue siendo amoroso, porque aunque lo cortemos y lo tajeemos, él sigue siendo siempre nuestro abrigo.
Con esa camita chantajée a mi primer ahijado....pobrecito. Él no estaba acostumbrado a estar sin sus padres y esta madrina, loca desde el vamos, insistió en llevarlo al campo.
Angelito....cuando la tarde empezó a irse, él también quiso irse con sus papás. Y el tema era que...no se iba. Se quedaba conmigo.
Si hay noches inolvidables, ésa fue una.
Le prometí de todo....villas y castillas...amores y besos...no cama de la madrina si no se dormía...y menos el colchón.
Una madrina de una maldad como nunca antes ví. Ni la peor madrastra del peor cuento infantil.
Así nos agarró la madrugada...en tratos no aceptados y amenazas no cumplidas. De haberlas cumplido no estaría ahora escribiendo sobre esto....
Y cuando llegó la mañana Nacho, cansado de toda una noche de torturas, se durmió. Y yo me levanté en cuatro patas y reptando....tan mal me sentía... pero esa camita que luego estuvo en el galpón, fue por muchos años la camita de mi ahijado, cuando chico.
Y a ese galpón vinieron a parar unos sillones de una vecina que se mudaba. Grandes, hermosos en su hora. Tapizados de terciopelo bordó, que supieron contenerme con Lobo y que el tiempo fue dejando blancos y raídos.
Al lado del galpón había un montecito de ciruelos. Y en el verano se sentía el zumbar de las abejas.... y un poco asustaba.
Pasó que estos seres inteligentes eligieron a uno de los sillones para hacer su colmena. Y en lo que sería la estructura de uno de sus brazos, armaron su panal.
Nosotros, en la casa de al lado del galpón poco sabíamos del afán de estas trabajadoras natas.
Pero un día padrino fue a buscar algo y regresó hinchándose por todos lados. Las abejas habían entrado por la parte de abajo de sus pantalones y lo habían picado.
El galpón se convirtió en un peligro, y las abejas en una amenaza confirmada.
Y así, consultamos con quien tenía colmenas y estaba acostumbrado a manejarlas.
Se descolgó con la noticia de que el panal tenía entre 80 y 90.000 abejas. Y que era muy difícil sacarlas sin lastimarlas.
Y así se decretó la matanza.
Y así llegó una tardecita, vestido como de astronauta, pero de entrecasa, y como si fuera un parto, pero al revés, se empezó por calentar agua.
No era un nacimiento lo que venía....no!
Fue horrible para éllas y para todos nosotros.
Más horrible fue levantarnos al otro día, aún borrachos por el olor de la miel caliente.
Ver las que quedaban vivas, volar, enfurecidas y desnorteadas, fue muy feo, pero ya no tenían su casa y no sabían para adonde ir.
Habrán sido las abejas las que sellaron nuestro destino y las que dispusieron que también nosotras nos quedáramos sin nuestra casa?
Quiero pensar que no. Y quiero pensar que nos perdonaron por ese día horroroso que vivimos todos. Éllas y nosotros.
Y así terminó su vida aquel hermoso sillón, que nos contuvo a Lobo y a mí, llenos de vida y que contuvo a todo un enjambre, también lleno de vida, pero que debió irse, por fin, de nuestras vidas.
martes, 13 de septiembre de 2011
NAVIDAD
Claro que en aquellos años, el consumismo no había importado a Papá Noel.
Festejar el nacimiento de Jesús, significaba pasar por la Nochebuena, en familia y con amigos.
Y era la época del Arbolito Navideño, adornado con borlas de colores, en cada una de sus ramas el correspondiente algodón, que simulaba la nieve, y las velitas en cada extremo.
Velitas de cera, pequeñitas, como las de los cumpleaños de esos años.
Prenderlas a todas, en el mismo momento, era una tarea titánica, pasible de alguna quemadura molesta pero allá se extremaban todos para poner a brillar nuestro Árbol de Navidad. Y con seguridad se podía!
Esa noche no había regalos. Había una linda reunión, en el medio del campo, alumbrados por faroles y con seguridad, por todas las miradas luminosas de quienes estábamos allí.
El 24, temprano, nos fuimos a la casa de nuestras amigas de siempre.
La mamá de éllas hacía lo que llamábamos, pastel de horno...
Era una masa en la parte de abajo de la asadera, cubierta con dulce de membrillo, una nueva capa de masa..y arriba una filigrana, también de masa, haciendo dibujos gorditos, que era una delicia comer. Y que extraño, nunca se podrán imaginar cuánto!
Y allá nos pusimos a jugar en nuestros juegos.
Computadora....no
Jueguitos de computadora...menos.
PlayStation....imposible imaginarlo...
Nos fuimos a una especie de laguna...pero muy chica...era un lugar muy acotado, repleta de agua de lluvia.
En los costados de esa especie de estanque, crecían zanahorias, espontáneamente.
Para hacer juego con nosotras...eran zanahorias bebés...pequeñitas, anaranjadas, y con su tallo encrespado.
Allí jugábamos ...a los "quinteros".....arrancábamos esas zanahoritas y las atábamos como veíamos que las ataban, quienes, en verdad, las cultivaban y vendían. Y esa era la gente que nos rodeaba...
Obviamente, la verdura se lava para que llegue con mejor cara a donde se la vende.
Y allí nos pusimos, al borde de la lagunita, a lavar los "atados" que habíamos "recogido" de nuestro "campo"...
Alicia era la más chica de todas. Y allí se agachó, siguiendo todas las cosas que nosotras, las más grandes, hacíamos.
Pero, Gladys se paró. Se puso atrás de ella...e hizo el ademán de empujarla a la laguna.
Mi hermana se paró, asustada...y de una se cayó en esa agua compañera que se convirtió en un infierno para todas nosotras, en un solo segundo.
Corríamos alrededor de ese pozo de agua....gritábamos...ninguna en condiciones de hacer nada más que lo que hacíamos...que era nada....
El Ángel de la Guarda de mi hermana estaba, como corresponde, bien despierto.
Y con seguridad fue él quien infló, de un solo soplido, el vestidito de Alicia, que se armó como la vela de cualquier velero conocido.
Y allá mi hermana, sin saber nadar, pero con una vela en su espalda...pataleó lo suficiente como para acercarse a la orilla y pudiéramos sacarla.
Allí vino una historia de risas para nosotras.
Mi mamá, en casa, escuchaba el jaleo que teníamos. Nunca pudo imaginar que esa bellísima Nochebuena que pasamos todos juntos, podría haber sido la peor Nochemala que la vida nos hubiera dado.
Con seguridad, después le contamos.
Mi hermana estaba empapada, completa.
La sacamos disparando. La mamá de mis amigas le sacó rápidamente la ropa mojada y la vistió con ropa seca.
El calzón de mi hermana en ese momento en que podría tener...dos años y medio...era como para un elefante mamá de cincuenta y ocho años!
Todo nos movía a risa.
Tomó un Mejoral y la mamá de mis amigas la puso un rato en la cama mientras toda su ropa se secaba.
Mientras tanto...aquél inigualable aroma del pastel de horno se expandía por la casa.
En la tardecita llegamos de nuevo....a casa!!!!!!!! A nuestra casa....!
Eran unas poquitas cuadras...pero fue la exacta distancia entre la seguridad y la incertidumbre..
Esa fue una hermosa Nochebuena.
Los padres de mis amigas eran bastante mayores que mis padres.
Él...era Yugoeslavo...de aquel Mapamundi que tanto consulté, pero que ya hace muchos años cambió...
Tal vez escriba después sobre ese hombre, alto, fuerte, rubio y de hermosos ojos celestes que se fue muy jóven de este plano. Él también fue todo un personaje.
Y reparo en que, mi vida ha sido, un ir y venir entre las personas que me han rodeado y los personajes que he conocido.
Esas Navidades eran verdaderas Navidades.
El regalo que teníamos era el amor familiar.
No andaba en la vuelta ningún desnorteado gordito, vestido de rojo, y blanco de nieve, haciendo sufrir a sus renos en este verano caliente que normalmente tenemos en estas latitudes.
Igual, comíamos Pan Dulce, Pasas de Uva, Dátiles....turrones...todo lleno de las calorías necesarias para el Hemisferio Privilegiado.
Ahora, hemos comprendido que algo al horno con una ensalada fría, es la mejor compañía.
Cambiamos los dátiles.... por la ensalada de frutas
Y el Pan Dulce.... por un rico helado....
Y en mi casa, al menos, se decretó que ese señor gordo y de barba blanca ya no deje más regalos.
Los decretos, aquí, los hago yo.
Será esto una Monarquía?
Los regalos que aquí se hacen, si en la Nochebuena, son de alguien de la familia que quiere regalar...
Yo, igual, sigo como antes, esperando la noche de Reyes con la misma ilusión de cuando era una niña.
Y levantarme cada 6 de Enero y ver mis zapatos vacíos...junto con el dolor que siento, siento la misma esperanza del próximo día de Reyes....
Sé que un día de estos, mis zapatos tendrán un regalito...y sé que lo disfrutaré como antes disfruté los que los Reyes míos siempre me dejaron...
Con el tiempo me enteré de que...los Reyes eran los padres...!!!
Festejar el nacimiento de Jesús, significaba pasar por la Nochebuena, en familia y con amigos.
Y era la época del Arbolito Navideño, adornado con borlas de colores, en cada una de sus ramas el correspondiente algodón, que simulaba la nieve, y las velitas en cada extremo.
Velitas de cera, pequeñitas, como las de los cumpleaños de esos años.
Prenderlas a todas, en el mismo momento, era una tarea titánica, pasible de alguna quemadura molesta pero allá se extremaban todos para poner a brillar nuestro Árbol de Navidad. Y con seguridad se podía!
Esa noche no había regalos. Había una linda reunión, en el medio del campo, alumbrados por faroles y con seguridad, por todas las miradas luminosas de quienes estábamos allí.
El 24, temprano, nos fuimos a la casa de nuestras amigas de siempre.
La mamá de éllas hacía lo que llamábamos, pastel de horno...
Era una masa en la parte de abajo de la asadera, cubierta con dulce de membrillo, una nueva capa de masa..y arriba una filigrana, también de masa, haciendo dibujos gorditos, que era una delicia comer. Y que extraño, nunca se podrán imaginar cuánto!
Y allá nos pusimos a jugar en nuestros juegos.
Computadora....no
Jueguitos de computadora...menos.
PlayStation....imposible imaginarlo...
Nos fuimos a una especie de laguna...pero muy chica...era un lugar muy acotado, repleta de agua de lluvia.
En los costados de esa especie de estanque, crecían zanahorias, espontáneamente.
Para hacer juego con nosotras...eran zanahorias bebés...pequeñitas, anaranjadas, y con su tallo encrespado.
Allí jugábamos ...a los "quinteros".....arrancábamos esas zanahoritas y las atábamos como veíamos que las ataban, quienes, en verdad, las cultivaban y vendían. Y esa era la gente que nos rodeaba...
Obviamente, la verdura se lava para que llegue con mejor cara a donde se la vende.
Y allí nos pusimos, al borde de la lagunita, a lavar los "atados" que habíamos "recogido" de nuestro "campo"...
Alicia era la más chica de todas. Y allí se agachó, siguiendo todas las cosas que nosotras, las más grandes, hacíamos.
Pero, Gladys se paró. Se puso atrás de ella...e hizo el ademán de empujarla a la laguna.
Mi hermana se paró, asustada...y de una se cayó en esa agua compañera que se convirtió en un infierno para todas nosotras, en un solo segundo.
Corríamos alrededor de ese pozo de agua....gritábamos...ninguna en condiciones de hacer nada más que lo que hacíamos...que era nada....
El Ángel de la Guarda de mi hermana estaba, como corresponde, bien despierto.
Y con seguridad fue él quien infló, de un solo soplido, el vestidito de Alicia, que se armó como la vela de cualquier velero conocido.
Y allá mi hermana, sin saber nadar, pero con una vela en su espalda...pataleó lo suficiente como para acercarse a la orilla y pudiéramos sacarla.
Allí vino una historia de risas para nosotras.
Mi mamá, en casa, escuchaba el jaleo que teníamos. Nunca pudo imaginar que esa bellísima Nochebuena que pasamos todos juntos, podría haber sido la peor Nochemala que la vida nos hubiera dado.
Con seguridad, después le contamos.
Mi hermana estaba empapada, completa.
La sacamos disparando. La mamá de mis amigas le sacó rápidamente la ropa mojada y la vistió con ropa seca.
El calzón de mi hermana en ese momento en que podría tener...dos años y medio...era como para un elefante mamá de cincuenta y ocho años!
Todo nos movía a risa.
Tomó un Mejoral y la mamá de mis amigas la puso un rato en la cama mientras toda su ropa se secaba.
Mientras tanto...aquél inigualable aroma del pastel de horno se expandía por la casa.
En la tardecita llegamos de nuevo....a casa!!!!!!!! A nuestra casa....!
Eran unas poquitas cuadras...pero fue la exacta distancia entre la seguridad y la incertidumbre..
Esa fue una hermosa Nochebuena.
Los padres de mis amigas eran bastante mayores que mis padres.
Él...era Yugoeslavo...de aquel Mapamundi que tanto consulté, pero que ya hace muchos años cambió...
Tal vez escriba después sobre ese hombre, alto, fuerte, rubio y de hermosos ojos celestes que se fue muy jóven de este plano. Él también fue todo un personaje.
Y reparo en que, mi vida ha sido, un ir y venir entre las personas que me han rodeado y los personajes que he conocido.
Esas Navidades eran verdaderas Navidades.
El regalo que teníamos era el amor familiar.
No andaba en la vuelta ningún desnorteado gordito, vestido de rojo, y blanco de nieve, haciendo sufrir a sus renos en este verano caliente que normalmente tenemos en estas latitudes.
Igual, comíamos Pan Dulce, Pasas de Uva, Dátiles....turrones...todo lleno de las calorías necesarias para el Hemisferio Privilegiado.
Ahora, hemos comprendido que algo al horno con una ensalada fría, es la mejor compañía.
Cambiamos los dátiles.... por la ensalada de frutas
Y el Pan Dulce.... por un rico helado....
Y en mi casa, al menos, se decretó que ese señor gordo y de barba blanca ya no deje más regalos.
Los decretos, aquí, los hago yo.
Será esto una Monarquía?
Los regalos que aquí se hacen, si en la Nochebuena, son de alguien de la familia que quiere regalar...
Yo, igual, sigo como antes, esperando la noche de Reyes con la misma ilusión de cuando era una niña.
Y levantarme cada 6 de Enero y ver mis zapatos vacíos...junto con el dolor que siento, siento la misma esperanza del próximo día de Reyes....
Sé que un día de estos, mis zapatos tendrán un regalito...y sé que lo disfrutaré como antes disfruté los que los Reyes míos siempre me dejaron...
Con el tiempo me enteré de que...los Reyes eran los padres...!!!
domingo, 11 de septiembre de 2011
ABUELO MODESTO
Recordando a mis abuelos, doy vueltas y vueltas....empecé por esas dos mujeres formidables que fueron la madre de mi padre y la madre de mi madre.
La historia de mi abuelo paterno, que no sé si podré plasmarla aquí, es larga y rica por demás. Y sé que quedarán muchas cosas en el peor de los olvidos..
Mi abuelo pertenecía a una acaudalada familia de Paso de los Toros. Allí mismito donde nació el Agua Tónica....Paso de los Toros!
Mi bisabuelo Estanislao era, como muchos en esa época, quien tenía una rastra de cuero rodeando su cintura, repleta de libras esterlinas de oro. Un hombre bello a quien sólo conocí por fotos.
Parecía alto. Delgado, con cabello, bigotes y barbita blanquísimos. Mi abuelo lo veneraba y era su punto de referencia.
Mi bisabuela, de la cual, mi subconciente debe haber quitado su nombre de mis recuerdos, era una vasca francesa, a la cual mi abuelo adoraba.
Éllos tuvieron unos cuantos hijos...como era de esperar.
Al morir mi bisabuelo, fue mi abuelo quien se encargó de administrar los bienes familiares.
La familia tenía una empresa de pompas fúnebres. Así se llamaba entonces...que no creo que hoy.
Como también una empresa de "ramos generales"...de esa época, en donde se vendía de todo....desde zapatos a muebles...desde comida a monturas de caballos...desde alcohol rectificado hasta vino...desde yerba hasta vendas...lo que se necesita allí estaba.
Mi padre y sus hermanos jugaban, a lo Sarah Bernhardt, dentro de los ataúdes. Y allí se reían o asustaban, según fuera la cosa.
Era un tema cotideano que no les creaba ningún trauma adicional.
Por lo demás, mi abuelo y su familia, eran Blancos confesos.
Mi País se movía dentro de la égida de los dos partidos tradicionales.
Políticamente, se era blanco o se era colorado.
Y allá...en esos tiempos de abundancia y prestigio, mi abuelo "enterraba" a cada uno de los correligionarios que moría en el pueblo, como si fuera el familiar más cercano y querido.
Obviamente, sin cobrar el servicio.
Siempre recuerdo los cuentos de mi tía Mirta.
La empresa fúnebre tenía una carroza, definitivamente negra.
No era un Mercedes Benz, ascéptico, lustroso e impersonal, que tiene una pequeña cruz a cada lado.
No...era una carroza, de la época, tirada por dos caballos negros, mágicamente bellos y esbeltos, empenachados también de negro.
Con seguridad, me hubiera encantado haberlos conocido, pero aún sin haberlo hecho, son tan vívidos en mis recuerdos por tantas historias compartidas...que sé que no fue necesario. Siendo tan balanceados, creo haberlos visto, asumiendo su paso de luto, cruzar ese lugar donde vivieron todos los míos, siempre con el mismo destino. Y con el mismo señorío.
Los ví, recorriendo las calles de su pueblo, llevando a su morada final al envoltorio de tantas gentes.
Mi abuelo tenía muchas hermanas. Puntualmente se fueron casando.
Alguno de sus cuñados se encargó de armar un desfalco y mi querido abuelo no se dio cuenta. Ese cuñado y alguien más tuvieron mucho que ver con el Agua Tónica ....debió ser para que el hígado de mi abuelo no explotara, si pagando, hubiera podido tomarla!!!!
Pasó que, firmó balances sin hacer las comprobaciones del caso.
Y donde decía que había tanto y cuanto...sólo eran cajas vacías, que alguno de estos descastados se encargó de dejar así, para incriminarlo.
Mi abuelo pasó a ser familiar no grato. Y mi bisabuela se tomó el trabajo de maldecirlo, como a sus generaciones futuras, por si acaso....
Rezo por ella, para que donde esté, halla encontrado la paz que en vida no tuvo y más que nada, para que "Alguien" le haya mostrado lo que es el verdadero amor.
Mi bisabuelo debió haber merecido una mujer a su altura. Pero bueno...siempre nos pasa que nos empatamos, tantas veces, con quien no debemos. Y aún y así, cumplimos con nuestro deber.
Quienes, como mi padre y mis tíos, se habían criado con su niñera personal, para cada uno de éllos, el cambio debió ser grande y profundo.
Recuerdo cuando abuela Celia nos contaba acerca de las mañana de estos "niños"...
Los levantaban, aún en pleno invierno, y cada uno iba a una tina helada, donde los bañaban. Envueltos en toallas espesas y generosas, los ponías de nuevo en sus camas. Y allí, recién, empezaba el día. Con el desayuno correspondiente.
Cuánta comida chatarra no había, pero cuánto amor...!
Pero abuelo Modesto se vino a Montevideo con su mujer y sus cuatro hijos, a empezar una nueva vida.
Allá tenían también una carpintería. Y tanto mi abuelo, como después mi padrino y también papá, sabían cómo era ese metier..
Y abuelo se instaló con miras a iniciar su trabajo en la City, después de haber sido lo que fue, afuera.....aquí....sin nada....
Existe desde siempre La Liga de Defensa Comercial.
Lo que sería hoy una base de datos de cada uno de los que, integrándola, exponen su trayectoria. Y que brinda información acerca de cualquier persona que intente poner su negocio...
Una forma de hacer negocios en seguro. Razonable por demás.
A esa Liga se dirigió mi bisabuela para que a mi abuelo no le dieran ninguna clase de créditos... monetarios, no,... morales.....mucho menos!
Y hubo un día, que lamentablemente en nuestro colectivo familiar existió, en que mi abuelo escribió dos o tres cartas y se fue.
Su intención era matarse. Gracias a Dios, tuvo el coraje para seguir viviendo. Sé bien que quien se mata no es por corajudo. Ya no es él...
Ya su raciocinio no importa. Y mi abuelo tuvo la valentía para seguir con la vida.
Volvió y las rompió.
Imagino a mi abuela, después de haberlas leído y sin saber a dónde dirigirse.
Empezó una etapa de aceptación del destino que tenían.
Abuelo en su carpintería y abuela modista...cosiendo para señoras acaudaladas, como antes era ella!!!!
Pero con la total humildad de haber sido bien nacida y bien criada. Y además, una modista excepcional.
Mi amor incondicional y mi total respeto para estos dos seres que entendieron que se debía seguir adelante y que no les importó nada. Simplemente lo hicieron.
Claro que me percaté de la vida, por vez primera, en la casa de mis abuelos.
En donde vivo hoy....serán...cuánto mucho, ocho cuadras que me separan de mis primeros recuerdos.
Y de ese tiempo corto podría contar muchas cosas.
Hace poco y en una reunión de amigos, propuse....acordémosnos de lo primero que recordamos, cuando chicos....y fue genial....porque cada uno tenía recuerdos bien diferentes de la etapa en que fue conciente de la vida.
Todo lo que conté esa noche fue motivo de risa. En realidad, no me preocupó en lo más mínimo....en mi caso todo lo que dije es verdad y sé que tengo esas fotografías mentales que no se van con el tiempo. Simplemente me hacen dar gracias a Dios.
Antes de tener un año....hace ya tanto tiempo...estuve en los hombros de mi padrino...aquí, tan cerquita, como no podrían creerlo.
Es en la esquina de donde vivo actualmente. Y allí, en Carnaval, había un tablado.
Con el tiempo corroboré eso y me quedé tranquila. Sé que no invento cosas.
Simplemente las revivo.
Había allí un señor en el tablado....con...ohh..milagro!...un vaso de agua dado vuelta sobre su frente, haciendo equilibrio...sólo eso....
Eso fue, cuando aún, estaba y no, en la casa de mis abuelos....
Allí, vino un quiebre en la vida familiar.
Mis padres se fueron a lo que sería nuestra avícola.
Y mis abuelos y tíos también.
Siempre pasan cosas en las familias. Antes, por determinados motivos. Ahora, por otros bien diferentes. Pero siempre pasan.
Lo que pasó esa vez, tal vez lo cuente, en otro de estos recuerdos.
Pero lo cierto fue que mi abuela y mi tía se volvieron a Montevideo.
Y quedamos en casa... mamá y papá, abuelo Modesto y abuela Teodora, padrino, mi hermana y yo.
Sería tal vez porque Alicia, mi hermana, era pequeñita. Sería por eso.
Pero dejé de dormir con mis padres, para dormir en el dormitorio de mi abuelo.
Ya no era mi cama de nenita. No...esa la ocupaba mi hermana. Que era una nenita...
Ahora tenía una cama grande. Larguísima. Con seguridad, había crecido.
Y demasiadas noches en vela, que siempre tuvieron el mejor de los premios...
Esperar, con abuelo, despierto....el primer canto de los gallos...
El primero era a las 2.45 am
El reloj de pared siempre fue el testigo fiel de lo que les digo. Sonaba a las 2,30...una sola campanada....al ratito ese gallo enfurecido y empeñado en no dormir...y lueguito...al ratito....las tres campanadas...infaltables en esa etapa de desvelos.....
Ahí, venían las historias y los cuentos en bajito. Mi abuelo y yo siempre fuimos compinches de madrugadas desveladas.
Y llegaron tantas noches inolvidables.
Como en 1958, en que.....ganaron los Blancos!!!!!!!!!!
Mi padre llegó, tarde, pero con las noticias frescas que esos hombres nuestros necesitaban. Había ganado el Partido Nacional.
Y levantarnos en la madrugada, para que mi mamá preparara un café que bebimos en compañía y en alegría. Yo, como te supondrás, no entendía nada. Pero era importante también en esa vida familiar tan rica y tan extrema como teníamos.
Y después de tomarnos ese café nos fuimos a la cama con la ilusión de mejores tiempos para el País y para todos nosotros. Por qué será que confiamos y nos sentimos seguros, para luego, abortar de la confianza y hasta dudar de nuestras mejores decisiones?
Ahora me lamento mucho de tantos desvelos actuales, pero caigo en la cuenta de que esto ha sido una constante en mi vida.
Y en medio de esos desvelos, siempre pasaron cosas. De alguna manera, siempre estuve ahí, para armar los líos correspondientes, pero juro que nunca me animó otra cosa que el bien familiar.
Pasaba que los domingos de noche siempre robaban algún animal de los vecinos cercanos.
Nosotros teníamos a Sombra. Una enorme, blanca y suave yegua, que siempre se acercaba a mi altura para que la acariciara. Ahora sé que su caricia para conmigo era mucho más suave que la mía. Un hermoso animal, esbelto y poderoso que siempre anduvo a nuestro lado.
A veces, íbamos con mi madre y con mi padre en una carreta de cuatro ruedas, absolutamente plana y cómoda, tirada por Sombra, a buscar ración para las aves que en casa se criaban.
Era como una excursión. Mi papá, atento a Sombra y dándole las correctas órdenes y mi mamá y yo, sentadas en perezosos, mientras me batía huevos con azúcar y Malta.
Con seguridad sería para que, la flacucha que era, se convirtiera en una gordita fuerte y.......gordita...!!!!!!!!!!! Qué karma!
Y fue en una de esas noches mágicas, que, sin poder dormirme, escuchaba todos y cada uno de los ruidos y silencios que la habitaban.
Y así, escuché, retumbando en el suelo, las pisadas de Sombra, que pasó al costado de la casa. Yo sabía que la habían dejado atada en el frente.
Y como les conté, un domingo sí y otro también, robaban animales de nuestros vecinos. Esa noche era domingo. Y la conclusión a la que llegué, era la única a la que podía llegar.
Se estaban robando a Sombra.
Lío en puerta...
Con Alicia, siempre tuvimos un pianito. Piano en chiquito. De madera, tal vez con 10 teclas, todas pintadas, pero que sonaba como un piano de cola, aunque con la edad que teníamos, no sabíamos lo que era eso.
Los Reyes Magos se encargaban de reponer el que se rompía y con seguridad nunca tuvieron idea de los conciertos que armábamos.
Mis padres y la familia toda, sí.
Esa noche, en medio de la inquietud y oscuridad de la casa, el pianito sonó.
Bueno...eso ya fue demasiado para mí.
Traté de mantenerme en la cama, mi abuelo dormía plácidamente en la suya.
Pero pudo más la curiosidad y el espíritu de servicio. Escribo esto y ni yo me lo creo. Y me muero de la risa. Pero realmente fue así.
La cosa fue que, después de juntar todo lo que pude de valor, me paré en la cama y levanté la cortina de la ventana que había sobre ella.
Afuera, la noche era como el día. Sólo que en vez del Sol, la que alumbraba era la Luna.
Y fue bien fácil ver cómo alguien se llevaba a Sombra, tirando de la cadena que tenía.
Ese no era tiempo de misiles. Y obviamente yo no los conocía.
Pero fue exactamente así como salí de mi cama. Como un misil, que explotó en el cuarto de mis padres con la noticia de que...se roban a Sombra!!!!
A esto me refería con mi espíritu de servicio.
A partir de ese momento, toda mi casa y mi gente entró en situación de desastre.
Mi papá, salió como disparado para afuera, descalzo y en calzoncillos, gritando como poseído.
Saltando sobre las rosetas que había en el pasto. A los gritos...
Mi mamá, corrió a mi cama, se paró arriba de ella y abrió la ventana. Otra poseída, gritando....
Alto....Alto.....Alto...
sería que los bajitos no le iban..?
Mi abuelo, mi querido abuelo, se despertó en medio de aquella guerra y trató de vestirse. Un poco más razonable que lo de mi padre.
Sólo que él, trataba de ponerse los pantalones, pero lo que había agarrado era una campera...una pierna tras la otra, entrando en las mangas...
Una escena definitiva en mi vida. Una locura organizada por mí y actuada por todos como avezados actores.
Solo que, faltaba alguien en todo esto. Mi padrino no estaba.
Obviamente no estaba porque era él, quien, habiendo escuchado las pisadas de Sombra, se había encargado de salir, tocando el pianito en la oscuridad al agarrar su boina, para ponerla atada y segura.
Allí vino otro café familiar y en la madrugada.
Alicia dormía tranquila.
Allí cada uno contó su participación en este, digamos...rescate.
Nadie me rezongó ni se enojó por el tremendo desbarajuste que armé en dos segundos. Y finalmente esa noche me acosté y me dormí rapidito.
Creo que esa noche los gallos se llamaron a silencio.
Aunque abuelo, como siempre, se levantó muy temprano en la mañana.
Sería para ordeñar a las vacas.
Teníamos algunas y el ordeñe era un rito diario y compartido.
Mi abuelo mañeaba a la que ordeñaba. Y traía a su ternero para apoyarla.
La gente de campo sabe con seguridad a lo que me refiero. Pero el ternero, mamaba, y apretaba su hocico contra la ubre para que la leche bajara.
Una y otra vez..
Parecía como que le causaba dolor a su mamá...pero él, impertérrito...como cualquier cachorro que sólo quiere alimentarse.
Eso es el "apoyo". Y después, un chorro de leche en la mano, como para suavizar cada teta...y ordeñar, sentado en un banquito y con el balde debajo de la vaca.
Cuando ya no había mucha más leche, mi abuelo me dejaba la vaca y yo la ordeñaba para nosotras.
La leche pasteurizada y enriquecida con minerales no existía.
Existía, la vaca bondadosa y las gentes, que tomábamos, lo que generosamente nos daba.
Nos habían comprado unos vasos grandes, templados, y en éllos, yo, directamente ordeñaba una teta y se lo daba a Alicia o a alguna de mis amigas. Allí, tomábamos leche al pie de la vaca. Espumosa y calentita. Y además, varios vasos.
Al cabo de la vida he comprendido que la leche es para los terneros. O para los cachorros. O para los bebés.
Nunca ví a un elefante adulto tomando leche.
Los hombres, insistimos en ir contra la Naturaleza.
Pero no seré yo quien se desdiga. La leche....para los terneros!
Nunca ví a un buey tomando leche...será agua o whisky...leche, jamás!
Y así como abuelo tenía sus vacas, también tenía su quinta.
Debía ser, algo así, como media hectárea. Tal vez menos.
Pero qué maravilla!!!!
No había lo que no hubiera en ella. Todo grande, hermoso, si verde, verdísimo...si rojo....hubiera sido la bandera exacta del Comunismo....perdón Abuelo...
Y sus lechugas, o sus habas, las arvejas, los tomates, zapallos y papas...todo se podía comer casi ahí. Las arvejas, tan pero tan dulces...los tomates deliciosos....
Andábamos siempre armadas con sal...un pequeño paquetito..en cualquier bolsillo...y no había tomate o morrón que se resistiera. Claro, rendir cuentas después era un poco duro. Pero nunca nos importó eso.
Arando esa quinta, en un día de calor feroz, abuelo mató a Sombra.
Ella hizo demasiado esfuerzo y después...sudada, tomó demasiada agua.
Saber, siendo muy chica, que esa maravilla que integraba mi familia ya no estaría, fue algo muy fuerte para mí.
No sé cual sentimiento podría sentir con esa edad. Si debiera definirlo hoy, diría que fue odio.
Mortal. Ciego. Irracional. Duro.
Con seguridad fue uno de mis primeros dolores frente al perder a alguien que amaba.
Pero pasando el tiempo...cómo sentir odio por mi abuelo?
Era un hombre inteligente. Conocedor de cosas y maneras. Al que le tocó vivir en la abundancia completa y en la completa restricción.
Un hombre con cabeza abierta. Siempre informándose. Siempre tratando de saber más.
Ahora reparo que, al menos mi padre y mi padrino, heredaron eso de él. Y con seguridad mi otro tío también. Sólo que en esos años no compartí con él demasiadas cosas.
Y no saben cuánto disfrutaría, haber heredado la milésima parte de ese afán.
Claro....ese saber también trajo sus complicaciones.
Eran hombres de ciudad viviendo en el campo. No eran, ninguno de éllos, como tantos de esos seres anónimos, que no por ello dejaban de ser valiosos, que vivían y morían en un paraje, sin saber nada más y sin reconocer como propia, cualquier otra tierra que no fueran su campo de cultivo o de crianza.
Mi casa era un reservorio de la política nacional. Y las discusiones que se armaban entre estos tres blancos terminaron con tantas comidas familiares y muchas veces con la paz familiar.
Aún y así, reconozco como una bendición personal todos esos líos.
Muchos de éllos fueron en nuestra nueva chacra.
Alicia y yo ya vivíamos en Montevideo. Yo, haciendo por segunda vez el sexto año y ella tal vez, entrando en el cuarto año.
Eso significó que cada fin de semana volvíamos a nuestra familia y a nuestra chacra.
Y mi hermana tironeaba de mi mamá en el momento preciso en que estos hombres empezaban con la discusión fuerte...generalmente sobre la política nacional, pero cualquier mosca que hubiera perdido su norte, causaba el mismo efecto y la misma virulencia...
Me resulta increíble que siendo tan inteligentes, todos, fueran tan poco tolerantes.
Pero fue mi gente y he aprendido a no cuestionar y a sí aceptar cómo somos o hemos sido cada uno de nosotros.
Abuelo era de esas personas que creía que abrigándose, el horrible calor de algún día veraniego, no le llegaría.
Sería musulmán....?
Y allá andaba ese hombre bajito, vestido como de invierno en cada día de calor que parecía la antesala del infierno.
Y un día empezó a enfermarse. Tenía, como todos los hombres de la casa tuvieron después, problemas de próstata. Lo de él no era cáncer. Una glándula agrandada empezó a impedirle orinar.
Y un día le colocaron una sonda. Paso previo a una operación.
Se internó, pero tuvo una gripe feroz.
Lo desinternaron y lo mandaron para casa...la casa de mi abuela...hasta mejorar lo suficiente y que esa gripe se fuera.
Así pasó y nuevamente volvió al Hospital.
Eran los últimos meses de 1970.
Y recuerdo claramente las conversaciones con los médicos acerca de su claridad mental y de sus ansias de cambios.
Mi abuelo, siendo como fue, blanco de pura cepa....los blancos que lean esto saben a lo que me refiero, manifestaba la necesidad de que en el país se creara una fuerza nueva que rompiera la hegemonía de los partidos tradicionales.
Esa fuerza nueva se fundó en 1971. Fue el Frente Amplio, y abuelo no estuvo aquí, para verla.
Lo cuidábamos. Es decir, se supone que los que lo cuidaban eran los médicos. Nosotros lo acompañábamos.
Y allá vinieron días y noches en el hospital. En una sala de Urología, en donde todos los pacientes eran hombres, casi todos, viejos.
No había demasiados enfermeros o enfermeras en la noche.
Y abuelo se dormía tranquilo, con seguridad, antes de su operación.
Y allá andábamos, mi hermana y yo, acompañando a esos viejos solos. Y mi tía Mirta, que se encargaba de tantas afeitadas y proligeadas.
De noche era más tranquilo.....bueno, si se puede decir así. Calentarles una taza de té, poner o sacar un violín....que obviamente no era un Stradivarius...y alguna palabra cálida, o amorosa, o una caricia...qué tremenda pena la soledad de la vejez abandonada...!
Llegó el día en que operaron a abuelo Modesto.
Y allí no había que luchar contra un cáncer. No.
Su operación fue perfecta y el tajito en su panza era minúsculo y creo que al día siguiente lo curaron y lo dejaron al aire....el tema fue bien otro.
Ahora se llama Mala Praxis.
En ese momento, a mi abuelo, le dieron demasiada anestesia.
Y por ello, hizo un paro cardíaco e infartó.
Y el diagnóstico fue muy claro. Un nuevo infarto y no resistirá.
Y así pasó una nochecita en que mi papá había vuelto de estar con él y se había acostado.
Sonó el teléfono y me dieron la noticia de que mi abuelo se había ido.
Despertar a mi papá, y decirle, para que él, a su vez, le dijera a mi abuela, fue bien duro.
Yo no entendía nada, como antes, cuando era muy chica.
Era temprano en la noche y tuvimos al envoltorio de mi abuelo, al otro día, en la mañana, ya medio tarde.
El velatorio fue corto.
Y allá nos fuimos a acompañar su envase, para que quedara, en el nicho de sus cuñadas.
Y con total certeza, no quedaron allí nuestras noches desveladas.
Tampoco quedaron allí las consuetudinarias peleas con mi padre.
No quedó allí su tierra, amorosamente cultivada, que fue su compañera y la conoció tanto, como para extraerle las más tiernas, dulces, olorosas y coloreadas verduras.
No quedó allí el amor que tuvo por sus padres.
No quedó allí su gentileza. Verlo, caminando y de traje, levantar su sombrero para saludar a alguien, es algo que es imposible de olvidar.
Tampoco quedaron allí sus furias políticas ni las discusiones que tanto presencié.
Nada de su esencia quedó encerrada en ese pequeño lugar, oscuro y triste.
Todo esto lo entendí pasando el tiempo.
Ese día al volver de su sepelio, esta vez sin caballos negros y sin penachos de luto, llamó una amiga muy querida, que mi abuelo adoraba.
Le había pedido que lo fuera a ver al Hospital. A ella no le iban los hospitales.
Y cometió el peor error de su vida, aunque sé que tuvo muchos, como cualquiera de nosotros.
Me preguntó por Abuelo.
Uno, luego, sabe de las injusticias que comete.
Y uno siempre aprende quienes son nuestras personas afines, las que entran en nuestras vidas, sin saber cómo ni por qué. Para quedarse o para salir...pero, todas, necesarias.
Ese día ella consiguió, con ese simple acto de irresponsabilidad, que yo diera rienda suelta a mi dolor.
Sabía que mi abuelo había sido traicionado. Pero traicionado por una persona muy querida para él.
Si bien, ese fue el punto final de mi amistad con ella, con los años, la pude llamar simplemente para decirle, que la perdonaba y me perdonaba.
He sido un juez muy duro. Siempre.
Y sin deber hacerlo, he juzgado.
Pero siempre he podido pedir perdón.
Lo único que puedo decir en mi descargo, es que, con la persona que he sido más dura y más cruel, es conmigo.
He sido la peor persona a la cual me he enfrentado, pero siempre pienso, que amo lo que he sido y soy, como para perdonarme, sin culpas.
Así que mis "juicios en contra de..." siempre se solucionaron... en a "favor de...."
Igualmente, esta persona que me hizo doler tanto, fue una simple estrella fugaz al lado del universo que fue mi abuelo Modesto.
Ése, que teniendo once años, aprendió a fumar cigarros armados con barba de choclo. Y al que nunca ví, en mi vida, con un cigarrillo en la mano.
Y yo, que soy sólo tía, me siento emparentada con su tía Brígida, mujeres pioneras si las hubo, que fue quien armó esos cigarritos para que sus sobrinos empezaran a vivir la vida de adultos que nos enseñaron.
La historia de mi abuelo paterno, que no sé si podré plasmarla aquí, es larga y rica por demás. Y sé que quedarán muchas cosas en el peor de los olvidos..
Mi abuelo pertenecía a una acaudalada familia de Paso de los Toros. Allí mismito donde nació el Agua Tónica....Paso de los Toros!
Mi bisabuelo Estanislao era, como muchos en esa época, quien tenía una rastra de cuero rodeando su cintura, repleta de libras esterlinas de oro. Un hombre bello a quien sólo conocí por fotos.
Parecía alto. Delgado, con cabello, bigotes y barbita blanquísimos. Mi abuelo lo veneraba y era su punto de referencia.
Mi bisabuela, de la cual, mi subconciente debe haber quitado su nombre de mis recuerdos, era una vasca francesa, a la cual mi abuelo adoraba.
Éllos tuvieron unos cuantos hijos...como era de esperar.
Al morir mi bisabuelo, fue mi abuelo quien se encargó de administrar los bienes familiares.
La familia tenía una empresa de pompas fúnebres. Así se llamaba entonces...que no creo que hoy.
Como también una empresa de "ramos generales"...de esa época, en donde se vendía de todo....desde zapatos a muebles...desde comida a monturas de caballos...desde alcohol rectificado hasta vino...desde yerba hasta vendas...lo que se necesita allí estaba.
Mi padre y sus hermanos jugaban, a lo Sarah Bernhardt, dentro de los ataúdes. Y allí se reían o asustaban, según fuera la cosa.
Era un tema cotideano que no les creaba ningún trauma adicional.
Por lo demás, mi abuelo y su familia, eran Blancos confesos.
Mi País se movía dentro de la égida de los dos partidos tradicionales.
Políticamente, se era blanco o se era colorado.
Y allá...en esos tiempos de abundancia y prestigio, mi abuelo "enterraba" a cada uno de los correligionarios que moría en el pueblo, como si fuera el familiar más cercano y querido.
Obviamente, sin cobrar el servicio.
Siempre recuerdo los cuentos de mi tía Mirta.
La empresa fúnebre tenía una carroza, definitivamente negra.
No era un Mercedes Benz, ascéptico, lustroso e impersonal, que tiene una pequeña cruz a cada lado.
No...era una carroza, de la época, tirada por dos caballos negros, mágicamente bellos y esbeltos, empenachados también de negro.
Con seguridad, me hubiera encantado haberlos conocido, pero aún sin haberlo hecho, son tan vívidos en mis recuerdos por tantas historias compartidas...que sé que no fue necesario. Siendo tan balanceados, creo haberlos visto, asumiendo su paso de luto, cruzar ese lugar donde vivieron todos los míos, siempre con el mismo destino. Y con el mismo señorío.
Los ví, recorriendo las calles de su pueblo, llevando a su morada final al envoltorio de tantas gentes.
Mi abuelo tenía muchas hermanas. Puntualmente se fueron casando.
Alguno de sus cuñados se encargó de armar un desfalco y mi querido abuelo no se dio cuenta. Ese cuñado y alguien más tuvieron mucho que ver con el Agua Tónica ....debió ser para que el hígado de mi abuelo no explotara, si pagando, hubiera podido tomarla!!!!
Pasó que, firmó balances sin hacer las comprobaciones del caso.
Y donde decía que había tanto y cuanto...sólo eran cajas vacías, que alguno de estos descastados se encargó de dejar así, para incriminarlo.
Mi abuelo pasó a ser familiar no grato. Y mi bisabuela se tomó el trabajo de maldecirlo, como a sus generaciones futuras, por si acaso....
Rezo por ella, para que donde esté, halla encontrado la paz que en vida no tuvo y más que nada, para que "Alguien" le haya mostrado lo que es el verdadero amor.
Mi bisabuelo debió haber merecido una mujer a su altura. Pero bueno...siempre nos pasa que nos empatamos, tantas veces, con quien no debemos. Y aún y así, cumplimos con nuestro deber.
Quienes, como mi padre y mis tíos, se habían criado con su niñera personal, para cada uno de éllos, el cambio debió ser grande y profundo.
Recuerdo cuando abuela Celia nos contaba acerca de las mañana de estos "niños"...
Los levantaban, aún en pleno invierno, y cada uno iba a una tina helada, donde los bañaban. Envueltos en toallas espesas y generosas, los ponías de nuevo en sus camas. Y allí, recién, empezaba el día. Con el desayuno correspondiente.
Cuánta comida chatarra no había, pero cuánto amor...!
Pero abuelo Modesto se vino a Montevideo con su mujer y sus cuatro hijos, a empezar una nueva vida.
Allá tenían también una carpintería. Y tanto mi abuelo, como después mi padrino y también papá, sabían cómo era ese metier..
Y abuelo se instaló con miras a iniciar su trabajo en la City, después de haber sido lo que fue, afuera.....aquí....sin nada....
Existe desde siempre La Liga de Defensa Comercial.
Lo que sería hoy una base de datos de cada uno de los que, integrándola, exponen su trayectoria. Y que brinda información acerca de cualquier persona que intente poner su negocio...
Una forma de hacer negocios en seguro. Razonable por demás.
A esa Liga se dirigió mi bisabuela para que a mi abuelo no le dieran ninguna clase de créditos... monetarios, no,... morales.....mucho menos!
Y hubo un día, que lamentablemente en nuestro colectivo familiar existió, en que mi abuelo escribió dos o tres cartas y se fue.
Su intención era matarse. Gracias a Dios, tuvo el coraje para seguir viviendo. Sé bien que quien se mata no es por corajudo. Ya no es él...
Ya su raciocinio no importa. Y mi abuelo tuvo la valentía para seguir con la vida.
Volvió y las rompió.
Imagino a mi abuela, después de haberlas leído y sin saber a dónde dirigirse.
Empezó una etapa de aceptación del destino que tenían.
Abuelo en su carpintería y abuela modista...cosiendo para señoras acaudaladas, como antes era ella!!!!
Pero con la total humildad de haber sido bien nacida y bien criada. Y además, una modista excepcional.
Mi amor incondicional y mi total respeto para estos dos seres que entendieron que se debía seguir adelante y que no les importó nada. Simplemente lo hicieron.
Claro que me percaté de la vida, por vez primera, en la casa de mis abuelos.
En donde vivo hoy....serán...cuánto mucho, ocho cuadras que me separan de mis primeros recuerdos.
Y de ese tiempo corto podría contar muchas cosas.
Hace poco y en una reunión de amigos, propuse....acordémosnos de lo primero que recordamos, cuando chicos....y fue genial....porque cada uno tenía recuerdos bien diferentes de la etapa en que fue conciente de la vida.
Todo lo que conté esa noche fue motivo de risa. En realidad, no me preocupó en lo más mínimo....en mi caso todo lo que dije es verdad y sé que tengo esas fotografías mentales que no se van con el tiempo. Simplemente me hacen dar gracias a Dios.
Antes de tener un año....hace ya tanto tiempo...estuve en los hombros de mi padrino...aquí, tan cerquita, como no podrían creerlo.
Es en la esquina de donde vivo actualmente. Y allí, en Carnaval, había un tablado.
Con el tiempo corroboré eso y me quedé tranquila. Sé que no invento cosas.
Simplemente las revivo.
Había allí un señor en el tablado....con...ohh..milagro!...un vaso de agua dado vuelta sobre su frente, haciendo equilibrio...sólo eso....
Eso fue, cuando aún, estaba y no, en la casa de mis abuelos....
Allí, vino un quiebre en la vida familiar.
Mis padres se fueron a lo que sería nuestra avícola.
Y mis abuelos y tíos también.
Siempre pasan cosas en las familias. Antes, por determinados motivos. Ahora, por otros bien diferentes. Pero siempre pasan.
Lo que pasó esa vez, tal vez lo cuente, en otro de estos recuerdos.
Pero lo cierto fue que mi abuela y mi tía se volvieron a Montevideo.
Y quedamos en casa... mamá y papá, abuelo Modesto y abuela Teodora, padrino, mi hermana y yo.
Sería tal vez porque Alicia, mi hermana, era pequeñita. Sería por eso.
Pero dejé de dormir con mis padres, para dormir en el dormitorio de mi abuelo.
Ya no era mi cama de nenita. No...esa la ocupaba mi hermana. Que era una nenita...
Ahora tenía una cama grande. Larguísima. Con seguridad, había crecido.
Y demasiadas noches en vela, que siempre tuvieron el mejor de los premios...
Esperar, con abuelo, despierto....el primer canto de los gallos...
El primero era a las 2.45 am
El reloj de pared siempre fue el testigo fiel de lo que les digo. Sonaba a las 2,30...una sola campanada....al ratito ese gallo enfurecido y empeñado en no dormir...y lueguito...al ratito....las tres campanadas...infaltables en esa etapa de desvelos.....
Ahí, venían las historias y los cuentos en bajito. Mi abuelo y yo siempre fuimos compinches de madrugadas desveladas.
Y llegaron tantas noches inolvidables.
Como en 1958, en que.....ganaron los Blancos!!!!!!!!!!
Mi padre llegó, tarde, pero con las noticias frescas que esos hombres nuestros necesitaban. Había ganado el Partido Nacional.
Y levantarnos en la madrugada, para que mi mamá preparara un café que bebimos en compañía y en alegría. Yo, como te supondrás, no entendía nada. Pero era importante también en esa vida familiar tan rica y tan extrema como teníamos.
Y después de tomarnos ese café nos fuimos a la cama con la ilusión de mejores tiempos para el País y para todos nosotros. Por qué será que confiamos y nos sentimos seguros, para luego, abortar de la confianza y hasta dudar de nuestras mejores decisiones?
Ahora me lamento mucho de tantos desvelos actuales, pero caigo en la cuenta de que esto ha sido una constante en mi vida.
Y en medio de esos desvelos, siempre pasaron cosas. De alguna manera, siempre estuve ahí, para armar los líos correspondientes, pero juro que nunca me animó otra cosa que el bien familiar.
Pasaba que los domingos de noche siempre robaban algún animal de los vecinos cercanos.
Nosotros teníamos a Sombra. Una enorme, blanca y suave yegua, que siempre se acercaba a mi altura para que la acariciara. Ahora sé que su caricia para conmigo era mucho más suave que la mía. Un hermoso animal, esbelto y poderoso que siempre anduvo a nuestro lado.
A veces, íbamos con mi madre y con mi padre en una carreta de cuatro ruedas, absolutamente plana y cómoda, tirada por Sombra, a buscar ración para las aves que en casa se criaban.
Era como una excursión. Mi papá, atento a Sombra y dándole las correctas órdenes y mi mamá y yo, sentadas en perezosos, mientras me batía huevos con azúcar y Malta.
Con seguridad sería para que, la flacucha que era, se convirtiera en una gordita fuerte y.......gordita...!!!!!!!!!!! Qué karma!
Y fue en una de esas noches mágicas, que, sin poder dormirme, escuchaba todos y cada uno de los ruidos y silencios que la habitaban.
Y así, escuché, retumbando en el suelo, las pisadas de Sombra, que pasó al costado de la casa. Yo sabía que la habían dejado atada en el frente.
Y como les conté, un domingo sí y otro también, robaban animales de nuestros vecinos. Esa noche era domingo. Y la conclusión a la que llegué, era la única a la que podía llegar.
Se estaban robando a Sombra.
Lío en puerta...
Con Alicia, siempre tuvimos un pianito. Piano en chiquito. De madera, tal vez con 10 teclas, todas pintadas, pero que sonaba como un piano de cola, aunque con la edad que teníamos, no sabíamos lo que era eso.
Los Reyes Magos se encargaban de reponer el que se rompía y con seguridad nunca tuvieron idea de los conciertos que armábamos.
Mis padres y la familia toda, sí.
Esa noche, en medio de la inquietud y oscuridad de la casa, el pianito sonó.
Bueno...eso ya fue demasiado para mí.
Traté de mantenerme en la cama, mi abuelo dormía plácidamente en la suya.
Pero pudo más la curiosidad y el espíritu de servicio. Escribo esto y ni yo me lo creo. Y me muero de la risa. Pero realmente fue así.
La cosa fue que, después de juntar todo lo que pude de valor, me paré en la cama y levanté la cortina de la ventana que había sobre ella.
Afuera, la noche era como el día. Sólo que en vez del Sol, la que alumbraba era la Luna.
Y fue bien fácil ver cómo alguien se llevaba a Sombra, tirando de la cadena que tenía.
Ese no era tiempo de misiles. Y obviamente yo no los conocía.
Pero fue exactamente así como salí de mi cama. Como un misil, que explotó en el cuarto de mis padres con la noticia de que...se roban a Sombra!!!!
A esto me refería con mi espíritu de servicio.
A partir de ese momento, toda mi casa y mi gente entró en situación de desastre.
Mi papá, salió como disparado para afuera, descalzo y en calzoncillos, gritando como poseído.
Saltando sobre las rosetas que había en el pasto. A los gritos...
Mi mamá, corrió a mi cama, se paró arriba de ella y abrió la ventana. Otra poseída, gritando....
Alto....Alto.....Alto...
sería que los bajitos no le iban..?
Mi abuelo, mi querido abuelo, se despertó en medio de aquella guerra y trató de vestirse. Un poco más razonable que lo de mi padre.
Sólo que él, trataba de ponerse los pantalones, pero lo que había agarrado era una campera...una pierna tras la otra, entrando en las mangas...
Una escena definitiva en mi vida. Una locura organizada por mí y actuada por todos como avezados actores.
Solo que, faltaba alguien en todo esto. Mi padrino no estaba.
Obviamente no estaba porque era él, quien, habiendo escuchado las pisadas de Sombra, se había encargado de salir, tocando el pianito en la oscuridad al agarrar su boina, para ponerla atada y segura.
Allí vino otro café familiar y en la madrugada.
Alicia dormía tranquila.
Allí cada uno contó su participación en este, digamos...rescate.
Nadie me rezongó ni se enojó por el tremendo desbarajuste que armé en dos segundos. Y finalmente esa noche me acosté y me dormí rapidito.
Creo que esa noche los gallos se llamaron a silencio.
Aunque abuelo, como siempre, se levantó muy temprano en la mañana.
Sería para ordeñar a las vacas.
Teníamos algunas y el ordeñe era un rito diario y compartido.
Mi abuelo mañeaba a la que ordeñaba. Y traía a su ternero para apoyarla.
La gente de campo sabe con seguridad a lo que me refiero. Pero el ternero, mamaba, y apretaba su hocico contra la ubre para que la leche bajara.
Una y otra vez..
Parecía como que le causaba dolor a su mamá...pero él, impertérrito...como cualquier cachorro que sólo quiere alimentarse.
Eso es el "apoyo". Y después, un chorro de leche en la mano, como para suavizar cada teta...y ordeñar, sentado en un banquito y con el balde debajo de la vaca.
Cuando ya no había mucha más leche, mi abuelo me dejaba la vaca y yo la ordeñaba para nosotras.
La leche pasteurizada y enriquecida con minerales no existía.
Existía, la vaca bondadosa y las gentes, que tomábamos, lo que generosamente nos daba.
Nos habían comprado unos vasos grandes, templados, y en éllos, yo, directamente ordeñaba una teta y se lo daba a Alicia o a alguna de mis amigas. Allí, tomábamos leche al pie de la vaca. Espumosa y calentita. Y además, varios vasos.
Al cabo de la vida he comprendido que la leche es para los terneros. O para los cachorros. O para los bebés.
Nunca ví a un elefante adulto tomando leche.
Los hombres, insistimos en ir contra la Naturaleza.
Pero no seré yo quien se desdiga. La leche....para los terneros!
Nunca ví a un buey tomando leche...será agua o whisky...leche, jamás!
Y así como abuelo tenía sus vacas, también tenía su quinta.
Debía ser, algo así, como media hectárea. Tal vez menos.
Pero qué maravilla!!!!
No había lo que no hubiera en ella. Todo grande, hermoso, si verde, verdísimo...si rojo....hubiera sido la bandera exacta del Comunismo....perdón Abuelo...
Y sus lechugas, o sus habas, las arvejas, los tomates, zapallos y papas...todo se podía comer casi ahí. Las arvejas, tan pero tan dulces...los tomates deliciosos....
Andábamos siempre armadas con sal...un pequeño paquetito..en cualquier bolsillo...y no había tomate o morrón que se resistiera. Claro, rendir cuentas después era un poco duro. Pero nunca nos importó eso.
Arando esa quinta, en un día de calor feroz, abuelo mató a Sombra.
Ella hizo demasiado esfuerzo y después...sudada, tomó demasiada agua.
Saber, siendo muy chica, que esa maravilla que integraba mi familia ya no estaría, fue algo muy fuerte para mí.
No sé cual sentimiento podría sentir con esa edad. Si debiera definirlo hoy, diría que fue odio.
Mortal. Ciego. Irracional. Duro.
Con seguridad fue uno de mis primeros dolores frente al perder a alguien que amaba.
Pero pasando el tiempo...cómo sentir odio por mi abuelo?
Era un hombre inteligente. Conocedor de cosas y maneras. Al que le tocó vivir en la abundancia completa y en la completa restricción.
Un hombre con cabeza abierta. Siempre informándose. Siempre tratando de saber más.
Ahora reparo que, al menos mi padre y mi padrino, heredaron eso de él. Y con seguridad mi otro tío también. Sólo que en esos años no compartí con él demasiadas cosas.
Y no saben cuánto disfrutaría, haber heredado la milésima parte de ese afán.
Claro....ese saber también trajo sus complicaciones.
Eran hombres de ciudad viviendo en el campo. No eran, ninguno de éllos, como tantos de esos seres anónimos, que no por ello dejaban de ser valiosos, que vivían y morían en un paraje, sin saber nada más y sin reconocer como propia, cualquier otra tierra que no fueran su campo de cultivo o de crianza.
Mi casa era un reservorio de la política nacional. Y las discusiones que se armaban entre estos tres blancos terminaron con tantas comidas familiares y muchas veces con la paz familiar.
Aún y así, reconozco como una bendición personal todos esos líos.
Muchos de éllos fueron en nuestra nueva chacra.
Alicia y yo ya vivíamos en Montevideo. Yo, haciendo por segunda vez el sexto año y ella tal vez, entrando en el cuarto año.
Eso significó que cada fin de semana volvíamos a nuestra familia y a nuestra chacra.
Y mi hermana tironeaba de mi mamá en el momento preciso en que estos hombres empezaban con la discusión fuerte...generalmente sobre la política nacional, pero cualquier mosca que hubiera perdido su norte, causaba el mismo efecto y la misma virulencia...
Me resulta increíble que siendo tan inteligentes, todos, fueran tan poco tolerantes.
Pero fue mi gente y he aprendido a no cuestionar y a sí aceptar cómo somos o hemos sido cada uno de nosotros.
Abuelo era de esas personas que creía que abrigándose, el horrible calor de algún día veraniego, no le llegaría.
Sería musulmán....?
Y allá andaba ese hombre bajito, vestido como de invierno en cada día de calor que parecía la antesala del infierno.
Y un día empezó a enfermarse. Tenía, como todos los hombres de la casa tuvieron después, problemas de próstata. Lo de él no era cáncer. Una glándula agrandada empezó a impedirle orinar.
Y un día le colocaron una sonda. Paso previo a una operación.
Se internó, pero tuvo una gripe feroz.
Lo desinternaron y lo mandaron para casa...la casa de mi abuela...hasta mejorar lo suficiente y que esa gripe se fuera.
Así pasó y nuevamente volvió al Hospital.
Eran los últimos meses de 1970.
Y recuerdo claramente las conversaciones con los médicos acerca de su claridad mental y de sus ansias de cambios.
Mi abuelo, siendo como fue, blanco de pura cepa....los blancos que lean esto saben a lo que me refiero, manifestaba la necesidad de que en el país se creara una fuerza nueva que rompiera la hegemonía de los partidos tradicionales.
Esa fuerza nueva se fundó en 1971. Fue el Frente Amplio, y abuelo no estuvo aquí, para verla.
Lo cuidábamos. Es decir, se supone que los que lo cuidaban eran los médicos. Nosotros lo acompañábamos.
Y allá vinieron días y noches en el hospital. En una sala de Urología, en donde todos los pacientes eran hombres, casi todos, viejos.
No había demasiados enfermeros o enfermeras en la noche.
Y abuelo se dormía tranquilo, con seguridad, antes de su operación.
Y allá andábamos, mi hermana y yo, acompañando a esos viejos solos. Y mi tía Mirta, que se encargaba de tantas afeitadas y proligeadas.
De noche era más tranquilo.....bueno, si se puede decir así. Calentarles una taza de té, poner o sacar un violín....que obviamente no era un Stradivarius...y alguna palabra cálida, o amorosa, o una caricia...qué tremenda pena la soledad de la vejez abandonada...!
Llegó el día en que operaron a abuelo Modesto.
Y allí no había que luchar contra un cáncer. No.
Su operación fue perfecta y el tajito en su panza era minúsculo y creo que al día siguiente lo curaron y lo dejaron al aire....el tema fue bien otro.
Ahora se llama Mala Praxis.
En ese momento, a mi abuelo, le dieron demasiada anestesia.
Y por ello, hizo un paro cardíaco e infartó.
Y el diagnóstico fue muy claro. Un nuevo infarto y no resistirá.
Y así pasó una nochecita en que mi papá había vuelto de estar con él y se había acostado.
Sonó el teléfono y me dieron la noticia de que mi abuelo se había ido.
Despertar a mi papá, y decirle, para que él, a su vez, le dijera a mi abuela, fue bien duro.
Yo no entendía nada, como antes, cuando era muy chica.
Era temprano en la noche y tuvimos al envoltorio de mi abuelo, al otro día, en la mañana, ya medio tarde.
El velatorio fue corto.
Y allá nos fuimos a acompañar su envase, para que quedara, en el nicho de sus cuñadas.
Y con total certeza, no quedaron allí nuestras noches desveladas.
Tampoco quedaron allí las consuetudinarias peleas con mi padre.
No quedó allí su tierra, amorosamente cultivada, que fue su compañera y la conoció tanto, como para extraerle las más tiernas, dulces, olorosas y coloreadas verduras.
No quedó allí el amor que tuvo por sus padres.
No quedó allí su gentileza. Verlo, caminando y de traje, levantar su sombrero para saludar a alguien, es algo que es imposible de olvidar.
Tampoco quedaron allí sus furias políticas ni las discusiones que tanto presencié.
Nada de su esencia quedó encerrada en ese pequeño lugar, oscuro y triste.
Todo esto lo entendí pasando el tiempo.
Ese día al volver de su sepelio, esta vez sin caballos negros y sin penachos de luto, llamó una amiga muy querida, que mi abuelo adoraba.
Le había pedido que lo fuera a ver al Hospital. A ella no le iban los hospitales.
Y cometió el peor error de su vida, aunque sé que tuvo muchos, como cualquiera de nosotros.
Me preguntó por Abuelo.
Uno, luego, sabe de las injusticias que comete.
Y uno siempre aprende quienes son nuestras personas afines, las que entran en nuestras vidas, sin saber cómo ni por qué. Para quedarse o para salir...pero, todas, necesarias.
Ese día ella consiguió, con ese simple acto de irresponsabilidad, que yo diera rienda suelta a mi dolor.
Sabía que mi abuelo había sido traicionado. Pero traicionado por una persona muy querida para él.
Si bien, ese fue el punto final de mi amistad con ella, con los años, la pude llamar simplemente para decirle, que la perdonaba y me perdonaba.
He sido un juez muy duro. Siempre.
Y sin deber hacerlo, he juzgado.
Pero siempre he podido pedir perdón.
Lo único que puedo decir en mi descargo, es que, con la persona que he sido más dura y más cruel, es conmigo.
He sido la peor persona a la cual me he enfrentado, pero siempre pienso, que amo lo que he sido y soy, como para perdonarme, sin culpas.
Así que mis "juicios en contra de..." siempre se solucionaron... en a "favor de...."
Igualmente, esta persona que me hizo doler tanto, fue una simple estrella fugaz al lado del universo que fue mi abuelo Modesto.
Ése, que teniendo once años, aprendió a fumar cigarros armados con barba de choclo. Y al que nunca ví, en mi vida, con un cigarrillo en la mano.
Y yo, que soy sólo tía, me siento emparentada con su tía Brígida, mujeres pioneras si las hubo, que fue quien armó esos cigarritos para que sus sobrinos empezaran a vivir la vida de adultos que nos enseñaron.
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