jueves, 6 de octubre de 2011

POPEYA

                                             (Tal que así era la Pope...con un poquito menos
                                               de pelo y mucho más blanca. Sería que para
                                               hacer juego con mi abuelo.....)

Todavía vivíamos en la "Avícola Cristina".

Ya habrás adivinado que la avícola se llamaba así.....por MI..!!!!!!

Ego dejado de lado, fueron unos tiempos felices de una feliz niñez.

Nada allí nos lastimaba. Sólo nosotras...todas niñas...inventando juegos locos, la mayoría de éllos trepadas en los árboles. Milagrosamente, y no tanto...es decir...como debe ser, lastimaduras serias nunca tuvimos, porque no tengo duda alguna de que cada una de nosotras tironéabamos fuerte de nuestro Angel de la Guarda. Qué trabajo les hemos dado. Pero Ellos estaban allí para cuidarnos y con éllos jugábamos todas.

Eternos compañeros visibles y queridos que se fueron diluyendo con la edad...

Una nostalgia dulce y pesada me hace añorar ese tiempo en que todo era una aventura y nosotras...las heroínas.

A una casa cercana se mudó una familia. Madre y dos hijos adultos...y, obviamente, perra.

Estoy cansada de oír y comprobar que muchas parejas, al cabo de los años de convivencia, terminan pareciéndose físicamente.

He comprobado también que nuestros animales van "adquiriendo" actitudes que tienen sus amos.

En este caso era, sencillamente, así.

Popeya era igual a su dueña.

Era una linda perra lanuda...casi blanca...pero loca, como ninguna...esto es...muy parecida a su dueña.

Esa casa era una locura completa, veinticuatro horas sobre venticuatro.

Por algún motivo, Popeya quedó para que mi abuelo la heredara y allá marchó con todos nosotros a la chacra, cuando finalmente nos mudamos.

Y siempre fue así. Loca, pero de remate.

Con el tiempo vendría a esa casa otro perro loco. Pero loco de amor por nosotros.

Fueron los dos únicos que se encargaron de remover la tierra como para sembrar, de destruir, cuales tornados imparables..todo lo que más o menos había a su alcance.

No era una perra a la que se le pudiera amar fácilmente. Pero se encargó de marcar presencia.

Y un día...se fue para no volver.


Bajo aquel césped verde y tupido, y envuelta en la frazada familiar, quedó toda su furia...sus enojos....y mi enorme pena por no haberla entendido...se había ido la Pope

Era...simplemente loca. Como somos algunos de nosotros.

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