miércoles, 26 de octubre de 2011

Palomita de la Virgen



Ahora veo, en el lugar donde trabajo, que hay unas palomas enormes.

Ellas, día a día, están construyendo su nido. Y verlas, ver lo que hacen para lograrlo, en una delicia.

Tienen un horario definido para trabajar. Enfrente, hay un árbol muy grande.

Ahí es donde están construyendo. Pero bajan a la calle, o se suben en el ciprés calvo que está allí, para afanosamente intentar cortar ramitas.

También las juntan de la calle, de la vereda. Siempre es al mediodía, aunque empiezan bastante antes.

Hay una lo tan suficientemente loca como para subirse a un arbolito que se llama Ramo de Novia... él es tan ténue, tiembla tanto...y de repente esta loca furiosa se descuelga allí mismo y pareciera que ese pequeño árbol llega al piso...pero ella siempre encuentra algo para despojarle y llevar a su nido de amor.

Son tan tenaces y disciplinadas que pienso en nosotros, los humanos racionales.

Tantas veces dejamos de lado lo que queremos hacer por andarnos en lo que no nos interesa.

 Pero estas aves me han resultado muy reveladoras.

Y siendo muy grandes, porque lo son, recuerdo cuando veo a las palomitas de la Virgen. Mucho más chiquitas, grises. Estos son unos palomones impresionantes.

Y verlas de cerca a través de un vidrio espejado, con sus movimientos naturales y unas plumas perfectas, con dibujos, amorosamente acomodados en su estructura, me emociona día a día.

Y me resulta imposible no recordar el cuento que me contaba mi abuelo Modesto acerca de cuando Dios hizo al mundo.

Según mi abuelo, cada día significó una creación diferente. Pero llegó el día en que debió organizar a las aves que había creado.

Y las reunió y les dijo que para buen vivir, debían construirse, cada una, un nido.

Y allá salieron todas a construirlo.

El boyero empezó a tejer una maraña espesa de pastitos, entrelazados, estirándola cada vez más hasta crear un nido largo.

El hornero, metió sus patas en tierra mojada, encontró un lugar seguro, y empezó a edificar, tal vez, una de las primeras casas de la Humanidad.

Las golondrinas encontraron, debajo de algún lugar firme, su lugar seguro, para volver en cada primavera y habitarlo como si no se hubieran ido.

El tordo, maleante perpetuo, se fue quedando con algún nido vació que encontró, pero no sé tomó la molestia de edificar su vivienda.

Y en medio de estas aves que iban y venían y creaban, estaba la palomita de la Virgen. Azorada, mirando. Y sin saber qué hacer.

Todos tenían un plazo para entregar el nido.

La palomita había empezado a hacer el suyo, pero vio el del boyero.

Rompió todo y empezó de nuevo.

Pero después vio el del hornero. Y empezó de nuevo.

Y así, con cada nido que vio. Intentó copiarlo y rompió su propia creación.

El tiempo se había acabado.

Había que presentar los nidos.

Y en ese último minuto, antes de presentar su nido frente a Dios, esta paloma lo único que pudo hacer fue cruzar cuatro palitos y esperar la aprobación Divina.

Esta palomita de la Virgen, chiquita y gris, con apenas blanco en el borde de sus alas, fue de la que me contó mi abuelo.

También me dijo que la llamaban...la palomita tonta.





No hay comentarios:

Publicar un comentario