No me voy a entretener en decirles cuántos años han pasado.
Yo, personalmente, no tengo documentos de esos momentos.
Fotos se sacaron y tal vez alguno de ustedes puedan aportarlas.
No teníamos celulares, ni filmadoras, ni cámaras digitales.
Fue en verdad, estrenarnos como grandes.
Viajamos cuidados y vigilados por los "mayores", pero
eran muy pocos.
La mayoría éramos estos locos a los que los habían autorizado.
Trabajamos fuertemente para regalarnos una forma más
de comunión.
Y así esa noche nos fuimos para vivir un eslabón más
de la cadena que nos ha unido, hace ya tanto tiempo!
Espero poder compartir con ustedes esta vivencia, que me marcó
para siempre,
como a todos nosotros.
Y esa noche todos llegamos en hora a la Estación del Ferrocarril.
Con nuestros bolsos y con toda la ilusión que significaba el ser responsables del permiso, merecido, de nuestros padres para irnos lejos....y por 15 días.....!!!!!
Me decía Charo Vignolo que no la dejaron ir, y que nos fue a despedir, con su tía y una torta. Es obvio que yo también habré comido de ella, pero no lo recordaba.
Y a alguna hora, que no sé si fueron las 10 u 11 de la noche, aquel tren arrancó, con todos nosotros arriba, locos de alegría.
La mayoría... con culos muy inquietos...no había asiento que nos viniera bien, ni compañero de asiento tampoco!
Y es para vos, Heber, este recuerdo. En algún momento de esa noche larga, nos sentamos juntos. Obviamente, yo no fumaba. Pero tú sí.
En determinado momento, a la altura de Paso de los Toros, empezamos a oler algo que se quemaba. No nos alcanzaban las narices para tratar de identificar ese olor...pero como transitábamos por un pueblo y llevábamos demasiados ventanillas abiertas, llegamos a la conclusión de que algo, en ese pueblo, olía feo...y mal, y además...se quemaba...
Mi mamá me había tejido un precioso bucito celeste, de lana, con escote en V y mangas cortas.
Debe haber sido el primer agujero negro en el Universo. Lo cierto es que a mi precioso bucito celeste lo usé solo esa noche....en la parte de abajo del lado derecho una brasa se encargó de dejarlo necrosado... como si fuera parte de mi piel...un buen escudo, bordado, supo tapar después, ese agujerito que me embromó la vida. Y fue culpa tuya...
Y así, entre sueños y tenteenvelas...llegamos a Rivera, en la mañana.
Nos pasamos para el lado brasilero.
Y allí nos subimos en un trencito de muñecas. De trocha angosta, nos dijeron.
Todo era pequeño. Los vagones. Los asientos. El bar. Hasta el mismísimo lugar donde iba quien lo manejaba, a quien nos encargamos de acompañar, en conjunto y turnándonos para que ese conductor no se durmiera...hasta hoy, si viviera, se acordaría de nosotros.....qué gente molesta!!!!!!!!
En la noche ir con él, adelante y en la máquina, era un paisaje bien extraño. Las garzas estaban apoyadas en la vía y a medida que el tren avanzaba, volaban en distintos sentidos.
Pero en el día, ayyyyyy...qué miedo....era ver los precipicios y allá abajo, muy abajo, algunos vagones calcinados. Los puentes, altísimos, apoyados en tantos hierros...el tren viraba y podíamos ver la cola del puente que pasábamos...
No recuerdo haber ido al baño. Y con seguridad debo de haber ido muchas veces.
Sé que en determinado momento entraron a aparecer algunas luces en la noche, como si llegáramos a una ciudad. Y así era. Estábamos muy cerca de Porto Alegre, en donde desembarcamos, cansados y felices, en una madrugada irrepetible...y muertos de hambre nos fuimos a comer "perniles".
Recuerdan lo que eran los perniles?
Había lo que sería un carrito de chorizos nuestro...de hoy día...sólo que lo que éllos tenían era un lechón asado...unos pebetes (tortugas) grandes, partidos al medio y allí...con una destreza que quisiera tener...desmenuzaban carne de ese cerdo en fetas que iban a parar al medio del pebete....adobadito...bien cocinado...
Nos desayunamos con eso y nos fuimos al Hotel.
Qué experiencia!
Después de mucho más de un día de viaje, entramos a caminar en terreno firme.
Esa también fue una experiencia religiosa. Porque cuando llegamos al hotel y nos pusimos en las habitaciones que nos correspondían ...todos, sentados en la cama, nos movíamos con el exacto movimiento del tren.
No podíamos estar quietos. Nos bamboléabamos de un lado al otro....y apelo al mejor de los recuerdos de alguno de nosotros, porque de lo contrario pensaré que enloquecí o de que soy capaz de dar demasiado color a las cosas...y ya las cosas que hemos vivido tienen su propio color y no seré yo quien se lo cambie.
Así llegamos a Porto Alegre.
Y de ese lugar que nos reunió a todos, tengo muchos recuerdos: la fallida apendicitis de Gladys Serrano. Compañera de habitación y a quien el adorado de Mancini vino a examinar.
El paseo en barquitas, en Farroupillas y las ampollas de los caballeros del grupo, yo, con el botiquín al hombro...pero por qué yo lo tenía...?...el día que tocaron La Cumparsita en uno de los restaurantes en donde almorzamos, y nos pusimos todos a llorar como si fuéramos los más veteranos de todos lo que por ese momento andaban por ese Porto Alegre bello, los espejos y los vinos en aquella Bodega de Caxias...las Iglesias...sé que puedo agregarle mucho a esa historia que he dejado abierta y a la que sería fantástico que todos le agregáramos algo.
Porque todos tenemos recuerdos y con seguridad todos son diferentes....
La seguimos...? Yo creo que sí...la sigo en cualquier momento porque valemos la pena, pero mucho más valemos la alegría...
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