En homenaje a mi hermana del alma argentina y a Graciela, intento nuevamente darle forma a este blog. Y cuando digo mi hermana del alma argentina, así sin nombre, lo tiene, pero no quiere que sea conocido...ella igual sabe que es mi amiga del alma y en algún lugar del tiempo nos encontramos para ya no separarnos más...
jueves, 27 de octubre de 2011
Chiquita
Apenas un poquito más grande y con orejas más pequeñas. No era una cachorra, era una perra un poco mayor y preñada.
Así apareció, y así se transformó en un nuevo desvelo nuestro, sobre todo, de mi mamá.
Eran épocas de calores abrazadores. Un verano violento en su comienzo.
Y como sucede tantas veces...animales que para las Fiestas se pierden de su entorno. Y van a parar a donde, con seguridad, el destino les tiene reservado un lugar de privilegio.
Llegó la Nochebuena y fuimos, como siempre, felices.
Pero al otro día había muy cercana a la casa, una perrita negra, alargada,
brillante como un espejo y con un susto demasiado grande para ella...
Se perdió o la perdieron, pero ella sintió que por allí estaba su casa definitiva y resolvió quedarse. No fue lo mismo que resolvió mi mamá al verla.
Mamá iba a la casa de nuestros vecinos..y al cruzar por un lugar que permitían los árboles....esta maravilla, igual que una gacela, la esperaba y le hacía fiestas.
Mi mamá había resuelto que esta perra no tenía nada que ver con nosotros.
Pero de alguna manera, una vez sí y otra también, llevaba algo para que comiera.
Cuando apareció, tenía panza de perritos. Después ya no la tenía y lo que es peor, tampoco tenía a sus cachorros. Y ella, cada que vez que mi mamá cruzaba ese alambre separador, se moría en fiestas y mimos. Y de amor por ella...
Poco a poco, se fue acercando a la casa.
Era muy bonita. Renegrida. Finita. Y muerta de amor por cualquiera de nosotros.
Mi padrino y yo estábamos, desde el pique, enamorados de ella.
Había que franquear el muro que levantó mi madre. Dolorida. Otra perra ya se había ido y es muy entendible que nadie ocupa fácilmente el sitio que alguien deja vacío...pero a veces uno se ingenia como para ir haciendo lugar y así, casi sin que el otro se de cuenta...conseguir ese lugar de calor y de amor que necesitamos. Y llegó el día clave....
Un sábado a la mañana, que como por mucho tiempo, llegué, puntualmente a mi hogar.
Y allá andaba esta tremenda delicia. Y ese día, nos hicimos fuertes con padrino.
La perrita debe entrar a la casa...se muere cuando anda en la vuelta...te vé y se hace pis....argumentos...muchos...y allá, mi mamá dio el consentimiento.
La puerta de casa estaba cerrada y la abrimos para que entrara.
Fue un momento mágico. Porque Chiquita se moría por entrar y estaba autorizada y Padrino y yo le decíamos que lo hiciera, pero su referencia era mi mamá...y ella no se animaba...
Hasta que entró. Revivo ahora ese momento y siento la misma emoción de antes.
Ella no podía creer que estaba autorizada...entró arrastrándose y se metió debajo de una mesa. La pudimos sacar y su corazón explotaba...nunca ví nada igual.
Esa perra "gacela", liviana y frágil, una nadita...pasó a ser de nuevo y por suerte, el centro de nuestra casa.
Y después de esa entrada dramática...siempre más de lo mismo...el amor con nuestros perros que siempre, siempre...fueron un integrante más de nuestra familia..
Los ciclos míos fueron de sábado en sábado...desde casi siempre
Y un sábado llegué a casa, como siempre.
.
Y entre conversaciones y proyectos, convinimos con mamá....una comida.
Llevaba cebolla. Y bueno...nos pusimos a conversar mientras la cebolla estaba en el....sartén...!!!!!
Fue absolutamente razonable ver carbones flotando en el aceite hirviente.
Y como no había más cebollas....me fui a la casa de nuestros vecinos a buscar alguna...si era que tenían...
Chiquita fue conmigo.
Pero allí había una hermosa perra, a la que llamábamos, Prima, en celo..
Y allí apareció nuestra Chiquita, acompañándome...una nada frente a una perraza!
Y ...Prima...hembra al fin, aún y siendo compañera de correrías de nuestra querida Chiquita, sintió que el interés perruno podía diversificarse a esta cosita de nada que había entrado en escena.
Cada uno de esos instantes han quedado grabados en mí, con el mismo fuego con que pasaron.
Prima se acercó a Chiquita y la agarró del cuello con sus maravillosos dientes blancos y afilados...
La revolcaba en el suelo...la soltaba y la agarraba...había gente en el lugar que podía haber actuado....pero nuestra pequeñita perra era apenas un bocado en la boca de aquella, que queríamos, pero que, razonablemente, deshacía a una potencial rival.
Pude pasar el alambrado y tuve a Prima exactamente en dirección a mi pie.
Fue un momento que querría olvidar, pero nunca podré hacerlo, porque sé que la castigué con la misma irracionalidad con que ella lastimó a nuestra Chiquita.
Y allí les grité a los que estaban...maldije....por Dios, que así fue....y levanté a nuestra querida "gacela" del suelo...herida...sangrando...y salí con ella entre mis brazos, rumbo a casa.....ciega de ira...
No por el descontrol de un perro en celo....sí por la permisividad de un humano que presenció todo esto como un simple espectáculo...y nada hizo...y no era un solo humano..
Putée...maldije...mientras corría entre los pastos y los terrones con Chiquita entre mis brazos...
Luego vino el dueño de Prima...nuestro amigo de tantos años, para ver en qué podía ayudar
Y allá de nuevo, yo, enferma de dolor, diciéndole que si a su perra le pasaba algo no buscara culpables.....yo lo sería...
Qué tristeza y qué locura!
Qué podía hacer yo en contra de ese animal que, también amábamos...! Y así,
curamos a nuestra perra...pero ya algo quedó lastimado en ella.
Primero fueron como unas berrugas en su panza...hubo que operarla...luego ya todo se complicó...
Y vino otra operación...y su sufrimiento.. y mi madre durmiendo en el suelo, al lado del sillón donde la habíamos puesto.
Y ella, buscando con sus ojos a mi mamá. Y mi mamá acompañándola, sin importarle dejar a mi padrino solo. Los dos la acompañaron en cada uno de los últimos minutos de su vida...
Ella, cada día, y día a día, se ganó el amor de todos nosotros. Y mi madre la cuidó como si fuera, realmente, porque lo fue...uno más de nosotros...
También se quedó en mi casa...en nuestra querida casa...junto a otros perros amados.
Allí hubo como un juramento. Mi madre no quería saber más nada con ningún perro...
Pero el tiempo pasa y el amor, para hacer su obra, debe manifestarse...
Y allí....llegó Colita a todos nosotros...
Un nuevo capítulo de amor en nuestras vidas...y todos dispuestos a acojerla
Con el mismo amor...con el mismísimo amor con que tuvimos a todos nuestros perros...!
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