miércoles, 19 de octubre de 2011

LA LOBA

Fue emblemática en la familia. O al menos lo fue para mí, desde que tuve conciencia.

Junto con El Fiel....fueron los perros de mi verdadera niñez.

Chiquita, negra, con algunas pinceladas blancas.

La conocí en la casa de mis abuelos, en donde mi abuelo tenía la carpintería.

Y allí andaba la Loba, metiéndose por todos lados. Tranquila y muy contenta.

Después se fue a nuestra primera casa en el campo. Cuando teníamos la avícola.

Siempre andaba en la vuelta. Era una perra aquerenciada en su lugar, que era el nuestro, y muy humilde. Siempre hacía como para que no la notáramos. Pero siempre andaba a nuestro alrededor.

Ella siempre reconoció a sus amos. Era amable, tierna.

Se fue con la familia a nuestra otra casa...ese campo que aparecerá en casi todas estas historias.

Y allí, se murió de viejita.

Y allí mi gente, amorosamente, la envolvió en una frazada y cavaron para ella un lugar en esa tierra. Que la cobijó también, amorosamente.

Ella quedó para siempre en ese espacio tan querido...y una nueva perra vino a integrar la familia.

Su lugar quedó intacto. Sobre todo en nuestro recuerdo. Y nadie lo pudo ocupar.

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