sábado, 22 de diciembre de 2012

EN VISPERAS DE ESTA NAVIDAD

gifs belen (24)


En estas vísperas, va, como en el año anterior, mi saludo amoroso para todos.

Me llamó la atención el año pasado y me ha llamado también la atención este año.

Me refiero especialmente a las personas que entran en el blog  para leer.

Y es ese relato de navidad de mi infancia una de las cosas más leídas llegando estas fechas.

Y me pregunto por qué.

Pienso tal vez, que muchas de esas  personas han tenido navidades parecidas a las mías.

Ésas, inigualables, que compartimos con nuestros mayores y con nuestros amigos. Ésas, que tenían una magia y una ilusión incomparables. Ésas, que muchas veces vuelven a nuestros recuerdos, creando una nostalgia y una melancolía que en verdad se parecen mucho a la tristeza pero que definitivamente no lo es.

Nada de lo que hay hoy, había.

No existían los shoppings multitudinarios, acaso alguna tienda importante a la que visitábamos  en ocasiones muy especiales.

No existían los apuros ni los empujones. Y mucho menos existía el mal humor.

La gentileza en el trato,  era el pan de todos los días y en eso,  mi abuelo Modesto era realmente un maestro.  Nunca conocí a nadie tan gentil como él.

No existían los choques absurdos ni las muertes más absurdas, aún. Sería tal vez, porque había pocos autos. Hoy, y sin temor a equivocarme, creo que hay más autos que gente. Al menos así es en mi Montevideo. 

Cuando aquellas navidades y en el campo, que por otra parte era muy cercano a la ciudad, ver pasar un auto por la carretera era como una aventura, a la que esperábamos adecuadamente sentadas en unos tubos grandes de cemento que se utilizarían para hacer la entrada a la avícola.

 Nunca se utilizaron…sería porque siempre se pudo entrar y salir de ella sin ninguna clase de problemas. Tal vez algún auto se empantanó, pero eso, lo que hacía en realidad, era ponerle un poco de sal a los tranquilos días que vivíamos.

No existía el afán enfermizo por comprar, por tener, por mostrar.

Simplemente, éramos
.
Y mucho más que eso, éramos libres.

Si alguna penitencia nos ataba, era por un ratito. La libertad siempre fue nuestro bien más preciado.  Comprobar eso, pasando el tiempo, fue una de las razones de ser felices. 

Y esa felicidad natural, intrínseca a cada uno de nosotros, de alguna manera nos indicó que para serlo, que lo éramos con muy pocas cosas, sí había algo que también era el pan diario.

Eso fue la libertad. Sin ella,  hubiéramos sido como estos niños de este tiempo. 

Inconformables,  manipuladores,  sin afán de conocimientos,  mucho menos de aventuras.

Irremediables obesos a futuro,  aunque muchos ya lo sean. Pálidos,  sin lastimaduras, ni marcas que dejaron juegos muchas veces peligrosos. Claro, el peligro era un árbol, o un ternero que corría desbocado, o un tajamar que cedía en sus bordes para tumbarnos en él.

También es cierto que siempre había muchos ojos, mirándonos. Mirando y cuidándonos.

Pero sin muchas palabras altisonantes. Nos dejaban ser. 

Por eso será que aprendimos todas las lecciones desde el pie.

Y bueno….así ha pasado el tiempo y la vida.

Nada es como antes. Esto dicho desde la emoción y no desde el dolor.

Entonces, privilegiar la Navidad como un momento de comunión con la gente que tenemos, con la que ya no está, pero sí, indeleble en el recuerdo;  con todos los afectos y nuestros amores.  Estén donde estén.

Y sobre todo recordar que a quien festejamos no está físicamente,  pero sí en el hogar de cada uno de nosotros.

Y más que nada debe estar en cada uno de nuestros corazones.

Ha llegado la hora de manejarnos desde y con el amor. Ese debe ser un norte en nuestras vidas, mucho más cuando perdemos la brújula que nos guía.

En las noches estrelladas y oscuras, en este hemisferio,  la Cruz del Sur siempre ha sido un rumbo a seguir.

Celebro que podamos aceptar con humildad todo lo que el Universo perfecto nos da.

Por sobre él, y a como cada uno le llame, permitamos que esa fuerza Suprema sea quien guie nuestros pasos.

A veces estamos tan cansados, que no nos viene mal esa ayuda que está al alcance de nuestra mano y de nuestro corazón, pero que tantas veces no queremos admitir.

Feliz Navidad para todos.

Va por ustedes y con todo mi amor.


Y especialmente para mi mamá y para mi hermana. Para mis sobrinas. Para Paul y para César. Para Francisco, María Eugenia y también para Germán, a quien esperamos con amor y ansiosos. Para Mabel.  Para mi tía María y para Lilián.
Para Gerhild, mi hermana de los tiempos y de muchas vidas.
Para Sol, mi amiga del alma y de esta vida.
Para Esther, mi famosa comadre, protagonista de no pocas historias de la niñez. Y que deberá acompañarme a los Buenos Aires a recibir la mención que me han otorgado por dos relatos y que integrarán una antología…quién lo diría…no?
En realidad es para todos, pero esta gente ha sido y es parte de mi vida misma.



domingo, 9 de diciembre de 2012

LA VIDA NOS DA SORPRESAS




Y como vengo de sorpresa en sorpresa, hoy me llevé otra.

Un día demasiado caluroso y una heladería enfrente de mi casa. Así que fue irremediable que no me mandara una cruzada de calle para comer mi rico chocolate con almendras (para qué comer de limón,  si con el calor que hace y el chocolate me puedo brotar a voluntad?)

Al cruzar la calle, del otro lado, había un auto estacionado. Adentro, una pareja joven.

El muchacho me mira con insistencia, demasiada, y se sonríe. Termino de cruzar y al ver que él seguía sonriendo, yo también sonreí.

Entré en la heladería y al momento ellos, atrás mío. Imposible no hablarle, mucho menos cuando él ya se encaminaba, sonriendo de nuevo, a hablarme, también.

No creo que te acuerdes de mí…dijo. 

La verdad es que no….contesté.

Y me explicó que él vivía, hace quince años, en el apartamento que está sobre el mío.

Ahora tiene veintisiete años. En ese momento, doce…cómo recordarlo?

Pero después recordé y en el momento le pregunté si, cuando vivía allí,  venía a casa a ver futbol conmigo.

Y se quedó contento porque yo también lo recordaba. Éramos muy compinches y muchas veces vino a casa a ver esos partidos que nos hacían saltar, eufóricos o nos ponían deprimidos, si nuestro cuadro perdía.

Si bien pasaron quince años no he cambiado demasiado. En él, el cambio es notorio. Se fue de aquí siendo un niño y hoy lo encuentro hombre.

Fue un lindo momento. Claro, después seguí recordando.

En el apartamento siguiente al de él, vivía una pareja de españoles con su hijo. Eran de la misma edad o casi. Este otro chico también venía a casa a ver futbol.

Muchas veces jugaban de ventana a ventana sobre mi patio. En ese momento había, para jugar, algo gomoso, parecido a la plasticina, pero mucho más líquido. Feo, asqueroso. Ellos,  de ventana a ventana se tiraban con esa goma chirla, que pegada en la pared, empezaba a escurrirse hacia abajo…muy fea, desagradable.

Por años quedó pegada en la pared, en recuerdo de mis amigos chicos con los que compartí muchos ratos alegres.

Los españoles que vivían con su hijo, vivían en mi país por segunda vez.

En la primera,  habían apresado al padre de mi amigo  porque era uno de los famosos etarras que fueron extraditados de mi patria, generándose el día de su partida un jaleo de tal magnitud que se llevó puesto la vida de uno de los tantos que fueron a manifestar para que no los llevaran.

Fue una noche negra. Un operativo armado y pensado en todos los detalles. Los llevaban desde el Hospital Filtro directo al aeropuerto de Carrasco. Casi todos enfermos. Y por un camino que el periodismo no pudo identificar.

Y con ello se rompía una tradición de cobijo de la que mi país ha hecho gala desde el origen de los tiempos.

Es claro que el hecho se tornó político. Todos habíamos tomado algún partido en él. Los que estaban de acuerdo en repatriarlos. Los que no estábamos de acuerdo. Se había creado una mística especial en torno a ellos. Acá llevaban una vida, aparentemente, tranquila. Esta persona que vivió después acá,  era cocinero. Por favor….desmayo tras desmayo al sentir los olores cuando cocinaba en su casa. 

Pero lo verdaderamente cierto es que eran responsables de no pocos atentados y de muchas muertes.

A alguno de ellos lo llevaban en camilla. Se trasmitió todo por televisión. Ya ni me acuerdo a qué hora de la madrugada partió por fin aquel avión y nos quedamos tristes, decepcionados y lo que es peor, con un muerto que con seguridad fue, con su mejor intención, a manifestar por lo que creía justo.

Muchos más tristes y decepcionados quedamos al día siguiente al ver los informativos.

Ya habían llegado a España. Bajaron, caminando los tres, sonrientes y alegres, con una Coca Cola en la mano. Otra fotografía más en mi memoria.

Acá, velábamos a nuestro muerto.

Pasando unos pocos años regresaron y vivieron en el departamento siguiente al de mi amigo.
Después de irse no supe de ellos, sino hasta muy poco tiempo.

Fue en este año que leí que este señor estaba preso en una cárcel española, ya ni me acuerdo por cual atentado.

También fue en este año que leí que se había suicidado en la cárcel.

Hay cosas que nos quedan marcadas a fuego. Como aquella noche, en que después de una pelea feroz entre estos españoles, me apoyé en el marco de mi ventana, a escuchar.

Era muchas veces el centro de las peleas mi otro amigo niño, que ya había entrado en la adolescencia y se había convertido en un jovencito bien bello.

Estaba todo a oscuras. Mi dormitorio,  y arriba, el departamento de ellos. Por algún motivo levanté los ojos hacia su ventana.

En ese marco, y también a oscuras, se recortó la figura de este hombre, apoyado también en su ventana y mirándome, en la tenue oscuridad, aclarada por el brillo de la noche.

Una retirada silenciosa y vergonzosa fue la que hice.

Sería tal vez porque aún no había conocido a mi paloma amiga…esa tan tierna, que entre tantas lecciones que me dio, también me enseñó a ser discreta.





lunes, 3 de diciembre de 2012

MANUEL DE PAYSANDÚ




13 AÑOS – PARALISIS CEREBRAL
TELETON URUGUAY
30.11.12    - 01.12.12

Casi siempre digo que soy un ser privilegiado.
Y como casi siempre lo confirmo, hoy también lo he confirmado.
Desde la compresión uno ve estas terribles sesiones maratónicas de TELETON.
Y desde el dolor compartido, uno, anónimamente, comparte tantas historias de dolor, pero también de alegría infinita.

Eso me ha pasado hoy.
He visto y escuchado a este Manuel de mi País. Y después de superar la vergüenza por mis quejas cotidianas, he reconocido a un verdadero Ser de Luz, que sabe y más que nada, vino sabiendo, por qué motivo está en este plano que transitamos.

Claro, según la medicina él padece parálisis cerebral. Las consecuencias de la misma son variadas. Al estar afectados centros cerebrales todas las transmisiones no son completas. Se ven afectadas áreas diferentes. No se habla, no se camina, no se razona, no se puede mantener la estabilidad. No, no, no.....

Nuestro corazón es el motor primordial de nuestra vida, pero nuestro cerebro es el que se encarga de todo lo demás, y eso no es poco.

Este muchachito no camina y por ello está en una silla de ruedas.

Habla con poquísimas interferencias.

Pero sin caminar y con un mínimo tema al hablar, dice lo que muchos de nosotros no podríamos decir en muchas vidas.

Entonces,  la emoción de ver a un ser que te dice, coloquialmente, que ha venido a la vida con una misión, hace que el piso debajo de tus pies, se mueva.

Que cada día que enfrenta, si bien es un nuevo desafío, lo hace desde un lado en el que a muchos de nosotros se nos hace difícil transitar. Pero lo hace con una sabiduría tal que dejó a todos sin palabras y más que a todos con los sentimientos a flor de pìel.

Tan grande su sinceridad al manifestar la bronca que en algún momento le produjo su condición. Pero con seguridad ha transitado todos los caminos. Se ha enojado, ha aceptado y se ha entregado a su circunstancia. Pero no porque sí nomás. Ha razonado que así es su vida y que así debe salir adelante.

Ha estado muy bién acompañado, así vimos a sus padres y a su hermana pequeña.

Pero él es un verdadero titán que con seguridad no ha venido a aprender nada y sí a enseñarnos todo.

Viéndolo ha sido imposible no recordar a Camila.
Yo con su tía fuimos a reconocer a esa bebé que nació casi muerta y que padecía  parálisis cerebral teniendo apenas seis meses de gestación.

No sé si la mamá de Camila pueda ya ser madre. Lo que sí se claramente es que nunca tendrá a una niña tan bella y perfecta como ella lo fue. Tampoco sabré nunca qué hubiera sido de Camila si hubiera vivido. Ni tampoco sabré de la magnitud de su lesión cerebral.

Pero en la vida somos valientes, o cobardes.

Y yo soy menos que nadie para hablar de cobardía o de valentía.

Gracias a Dios tenemos la oportunidad de aprender día a día.

Hay quienes consideran que el aprendizaje ya se ha acabado y que ya saben todo lo que hay que saber.

Será porque yo tuve a la mejor maestra que se pudiera tener, pero sigo tratando de tener la cabeza y más que nada, el corazón abierto.

Y hoy Manuel me enseñó.

Y sería fantástico que tuviera un espacio en el cual pudiera comunicarse con la gente y que nosotros pudiéramos comunicarnos con él.

Voy a intentar ponerme en contacto con Manuel.

El tiene mucho para darnos porque ya vino sabio a la vida.

Mi sentimiento no es egoísta, no.... Es tener la posibilidad de compartir con alguien que sabe desde antes de nacer que venía a entregar amor, grande, desinteresado, incondicional.

Y en esta etapa del Mundo uno debe tener la humildad de querer seguir aprendiendo y más que nada seguir siendo humilde.

Manuel nos puede enseñar, así como aprendo cada día de Francisco o de María Eugenia, mis casi nietos, que tienen la misma impronta. Sólo que éllos,  y gracias a Dios siguen caminando como desde el momento en que nacieron.

Y todo es tan loco que no puedo menos que pensar en dónde está la parálisis cerebral de Manuel. 

En su cerebro, no. En su corazón, mucho menos.....

No será que somos nosotros los que la padecemos y que por ello no podemos reconocer al amor en estado puro?

No será que lo más fuerte que nos han legado nuestros padres, los valores, los vamos dejando perdidos en cualquier esquina?

No será que ha llegado el momento de, ponernos cara a la pared, y pensar un rato?



miércoles, 3 de octubre de 2012

viernes, 14 de septiembre de 2012

AMOR INCONDICIONAL II


Ya hace muchos años estuve en Villa Carlos Paz, Argentina.

Un hermoso lugar, que disfruté y guardo dentro de mis mejores recuerdos.

Ayer me encontré con esta historia de amor que nuevamente involucra a un humano y a un animal,
y que precisamente, tiene lugar en esa ciudad.

El hombre y su perro.

Lo  había comprado para su hijo, cuando eran chicos los dos.

Quiso Dios llevar a este padre que tan hermoso regalo había hecho a su hijito.

Y un día el perro abandonó la casa y no lo encontraron por días y días.

Cuando este señor murió, había estado internado en un centro asistencial y el velatorio se
realizó en una funeraria, es decir, ya nunca retornó a su casa.

Capitán, que así se llama este amigo fiel, se fue al cementerio. Y anduvo recorriendo
entre las tumbas.

Encontró la que buscaba y ya nunca más se fue de allí.

Muy grande fue la sorpresa de los familiares de este señor al encontrar, en una visita,
a Capitán al lado de la tumba.

Se reencontró con la señora y el hijo de su amigo y vuelve, de tanto en tanto, a visitarlos
a su casa. Pero siempre regresa al cementerio.

Será por su inmenso amor que nunca más consideró esa su casa. El vive desde el año 2007
junto a los restos de su amigo y cada día a las seis de la tarde se aproxima a la tumba y se queda allí.

Sería grandioso que alguna vez los humanos fuéramos capaces de sentir un amor tan
profundo como el que día tras día Capitán le regala a su amo.

Y más grandioso sería que fuera cosa de todos los días.


miércoles, 15 de agosto de 2012

AMOR INCONDICIONAL


Este lunes, esta maravillosa foto recorrió Internet.

Esa completa sensación de entrega y confianza mutuas. Un perro, ya mayor y enfermo, duerme en los brazos de su amigo, tranquilo y confiado. Duerme en el agua, aliviado, de los tantos dolores que tiene por su artrosis. Duerme amorosamente contenido, sintiendo el amor de su amo.

Ese mismo que antes, también se apoyó confiado en su amigo leal.

Y este mismo lunes un padre asesinó a su hija, aquí, en mi ciudad, en Montevideo.

Un angelito de 5 años que debió entregarse y confiar en su padre.

Qué nos hace usar varas tan diferentes?

Qué nos impulsa a amar sin restricciones y qué nos impulsa a destruir el objeto de nuestro amor?

Qué cosa se nos quiebra por dentro para cometer estos actos que nos dejan sin palabras y con el corazón encogido?

Es nuestra mente la que explota?

Es nuestro corazón el que se descontrola?

Es nuestra condición humana la que nos impulsa a amar incondicionalmente?

Es esa misma condición la que nos lleva a cometer un acto al que resulta muy difícil de calificar como lo es matar a un hijo?

Esta bella fotografía me hace sentir que no todo está perdido.-

Pero con seguridad son muchas más las preguntas que tengo, que las respuestas.

Y tengo el corazón agobiado y una infinita tristeza




sábado, 19 de mayo de 2012

EL PAIS DEL NUNCA JAMAS


Tenía más de veinte años cuando fui al cine Censa a ver Peter Pan, con mi papá.

Fue regresar a ese país del nunca jamás, en el que todos vivimos alguna vez, pero que ha quedado tan lejano.

Siendo ya una mujer, lloré al entender que ya no podíamos volver a él. Fue un gran consuelo ver que mi papá también lloraba.

Hoy, de nuevo, ví en televisión, una de las historias de aquel Peter Pan, eternamente niño, divertido, las más de las veces irresponsable, pero siempre solidario con sus compañeros de correrías.

Ningún malvado pirata pudo detenerlo. Llegó fácilmente a todos los tesoros. Claro, contaba con todos los niños perdidos, que sin duda se han encolumnado tras un héroe loco y sonriente.

Pero lo que Nunca perdió Peter fue la confianza, Jamás perdió la fé. Y siempre creyó en las Hadas. Hasta hoy mantiene a su hada personal, esa inefable, celosa y luminosa Campanita.

No quiero creer que mi país se convierta en el país del nunca jamás.

Y para de verdad no creerlo debería perder la memoria de lo hermoso que ha sido.

Porque siempre ha sido una bendición ser parte de esta nación y de mi pueblo.

Sólo que ahora cuesta bastante reconocer a este país como el mío.

Todo cambia y es bueno que sea así. Pero los cambios que hoy son tan presentes son demasiado malos para ser verdaderos.

Uno no logra entender qué es lo que mueve a la gente. Porque yo no puedo comprender qué es lo que hace que un padre le haga fumar marihuana a un niño de dos años. Bueno, no fue fumar. Fue bastante peor. Fue soplar repetidas veces, vaya uno a saber cuántas, el humo sobre un angelito, para que no molestara y se durmiera.

Yo no puedo entender cómo se hace para golpear a una bebé de veinte meses sin que se te caiga la mano y te retuerce tu conciencia. No puedo.

No puedo comprender la violencia desatada en casi niños, apenas adolescentes.

No puedo entender la frescura con la que después declaran, como si simplemente, hubieran pateado una piedra en la calle.

Los ánimos demasiado prontos. Ajustes de cuentas. Palizas, robos, balazos perdidos y no tanto, homicidios. Todo, todos los días, sin descanso.

Nada que nos conecte con aquella bucólica tranquilidad de un pago grande, nada que nos recuerde el respeto que teníamos todos por todos.

Nuestros hermanos Mayas han profetizado el fin de una era en este 2012.

Y tal vez éstas sean señales de lo que ya está acá.

Nuestra amada madre Tierra también reacciona. Y son terremotos, tsunamis, huracanes, deslaves, inundaciones. Pero persistimos en dañarla, como persistimos en matarnos entre nosotros.

Tiemblan las economías y caen modelos económicos. El primer mundo con todas las posibilidades de convertirse en un mundo nuevo, en donde la eterna fiesta ha empezado a terminarse.

Y con números macro super alentadores, nuestra sociedad también se tambalea y no encuentra el rumbo.

Yo necesito volver a mi país. Al que conocí.

Yo quiero aquella vieja paz, aquella tranquilidad que era cosa cotidiana.

Quiero salir sin miedo a la calle. Quiero que los gurises tengan otro norte que no sea la ropa, los mp3, los televisores planos y con HD y todas las lindezas con que los padres se dejan chantajear.

Quiero la vida compartida y con contenido. Quiero las reuniones familiares y la mesa grande del domingo.

Las quiero para todos porque yo las tuve, y no quiero pensar que estén en el país del nunca jamás.

Hemos resignado y condenado al pasado irreconquistable todo lo mejor que teníamos.....hemos perdido para siempre la inocencia.

Creo que ya va siendo tiempo de creer nuevamente en las hadas.








domingo, 13 de mayo de 2012

ESTA LOCA REALIDAD

Hoy, 13 de Mayo, en mi país, se festeja el día de la madre.

Me vengo preguntando si estos locos furiosos, malparidos, que en un segundo terminan con la vida de alguien, tienen madre.

Porque ni siendo de gajo, como decía mi abuela,  se justifican sus actitudes.

Teniendo madre, menos. Pero viendo a las madres, esposas, hermanas, compañeras, amigas...no sé...cualquier parentesco que tengan, de las mujeres que van a visitar a los presos que han destruído dos módulos de un penal, uno más o menos va entendiendo la cosa.

Hemos hablado hasta el cansancio de los Derechos Humanos.

Y todas esas mujeres claman a los gritos por éllos, cuando alguno de los suyos deba pasar la noche al aire libre después de haber masacrado el lugar que los contenía.

Es una impotencia feroz la que nos ataca. Nos ataca a los que nos quedamos del lado de acá.

Del lado del trabajo de todos los días, de la educación impartida desde el pie a nuestros niños. Del intentar ganarnos el pan de cada día, tal vez de la forma menos fácil...trabajando de sol a sol.

De los muchos anónimos que no saldremos ni en los diarios ni en la televisión. Aunque eso tampoco sea seguro.

De los que componemos la sociedad. Esa, que tiene tantos puntos oscuros. Esa, que admite que cada uno de nuestros jubilados, de alguna manera pague los desmanes perpetrados porque, aquellos,  no están insertados, porque son discriminados, porque tienen alguna carátula que no es conveniente.

Hay planes de todo tipo. Y el Estado ampara, creo que en demasía.

Pero no sólo el Estado. Hay un sin fin de ONG que hacen un trabajo de hormiga, contínuo, sin desmayos.

Y hay quien opta por integrarse y ser buena gente y trabajar.

Pero el sistema es perverso.

Tantas veces digo, y lo digo en serio, que me gustaría mucho estar al frente de un penal. Claro que sé que no es tarea grata ni fácil.

Pero mientras privilegiemos el ocio, mientras la entrada de las drogas sea cosa de todos los días, mientras un capo mafia pueda, desde la cárcel, mover los hilos de afuera, nada vamos a conseguir.

Hemos perdido nuestros Derechos Humanos.

Todos los que día a día, nos levantamos, contra viento y marea, a cumplir con las obligaciones que tenemos. Todos los que insistimos en vivir tras las rejas que cada día más contienen nuestro espacio. Todos los que pagamos impuestos. Todos los que estamos expuestos a que venga un nene, calzando los mejores championes y vistiendo el mejor jogging de marca, traspasado de pasta base, con una pistola en la mano y sin ninguna pena por dejarnos secos en el suelo.

Y pienso de qué Derechos Humanos le van a hablar a la viuda de un hombre de 34 años y padre de 5 hijos.

Qué le podemos decir a una mujer que en un segundo perdió a su amor, perdió al padre de sus hijos, perdió el respaldo y el sustento de la familia. Qué le podemos decir, sino morirnos de vergüenza porque todos estamos permitiendo esta masacre que está ocurriendo en mi pequeño país de tres millones de habitantes.

Qué le puede decir un legislador que no legisla?

Qué le puede aportar un policía, que por herir a un delincuente escapado, ahora está preso?

Pero es que empezamos a vivir en el país del revés y no precisamente en el de María Elena.

Son tiempos difíciles y extraños.

Pero debemos ocupar el lugar que nos ha tocado a cada uno.

Ya no se vale más el dar vuelta la cara.

El país del no te metás ha dejado de existir.

Desde cada uno de nuestros pequeñitos lugares debemos empoderarnos de lo que aún queda por salvar.

Somos los habitantes de un maravilloso y pequeño País. En donde los suicidios son tantos, que ninguna noticia se da para que no cunda el pánico.

Ya no es el pánico del Chavo. Ya no son aquellas locuras que nos ponían, sanamente a reir.

Este pánico es verdadero. Y a todos nos va nuestra actitud frente a la vida.

Estos nenes, malsanos, con la cabeza reventada, muchas veces protegidos por sus familias y muchas más tantísimas no, no deberían poder con una sociedad que no los quiere, pero que no los abandona.

Pero es tan grande la bronca, tan grande el dolor, que muchas veces entiendo que no se sepa cómo se sigue.

Con seguridad no es accediendo a cada requerimiento, cuando están guardados. Claro que no.


Si no les han enseñado, es hora ya de que les enseñen que la vida es otra cosa.

O de que se los enseñemos nosotros.

Mientras el sistema no cambie, mientras nuestros legisladores sigan parloteando en vez de trabajar como cada uno de nosotros, nada cambiará.

Sigo pensando en los Derechos Humanos de los que estamos en libertad.

Estamos en libertad?

Siento un dolor profundo y una vergüenza que no puedo remontar.





domingo, 6 de mayo de 2012

LA FELICIDAD

La felicidad era sólo jugar sin siquiera vislumbrar las responsabilidades.

La felicidad era aquella infinita libertad, sin ataduras ni miedos, que nos dejaba recorrer el campo sin importar la hora que fuese. No teníamos temores, ni remotamente la forma de conocerlos.

La felicidad era, ya que éramos cachorros, mezclarnos con nuestros pares sin importar la raza de ninguno.

Era la cama caliente en invierno. Eran todos los abrazos y los besos que nos dieron y dimos.
Lo extraño era no demostrar los sentimientos, que andaban por todos lados desparramados y que con su lazo mágico nos ataban a todos nuestros afectos.

La felicidad era la inconciencia de vidas recién estrenadas, amorosamente guardadas por nuestros mayores, que eran muy importantes y que nunca ni por nada, cuestionamos. No al menos en esos años en que todo nos parecía eterno, todos nos parecían inmortales y despertábamos cada mañana metiéndonos en una nueva aventura.

La felicidad comenzó a ser diferente en algún momento.

Fue tomando la forma de los logros que alcanzábamos.

Y con aquella tremenda inundación de 1959 mi vida cambio de entorno sustancialmente. La ciudad era cosa seria y demasiado grande.

Y llegaron los seis años del Dámaso. Emblemático, limpio, bien administrado y más que nada respetado por todos los que, uniformados, empezamos a transitarlo sin que ninguna sombra de pérdida de identidad nos rozara. Fue el liceo a donde día a día, iba.

La felicidad eran los compañeros, devenidos en amigos de toda una vida. La felicidad era irnos a bailar cuando Los Beatles eran unos desconocidos. La felicidad era caminar y caminar vendiendo las rifas que nos permitirían irnos, al terminar el cuarto año, a pasar quince días en Porto Alegre.
La felicidad era tenernos y que en medio de eso llegara Vietnam fue como una bomba que tras explotarnos en la cara nos aterrizó en las pequeñas felicidades que vendrían.

La felicidad fueron algunos, únicos, inigualables profesores. Casi todos se empeñaron en darnos las herramientas suficientes para seguir creciendo. Por supuesto, y cómo iba a ser de otra forma, los había que no sólo no entregaban conocimiento, sino que, al contrario, competían con nosotros. Así recuerdo al profesor de Literatura, “de cuyo nombre no quiero acordarme”, que privilegió estrofas aprendidas de memoria a conceptos definitivos.
Pero también recuerdo a mi profesor de Biología, cardiólogo y brillante, que nos daba la libertad de llevar por nosotros mismos una clase adelante.
Y también a mi profesor de Química....aquel amoroso que escribió en una servilletita de un bar de Porto Alegre....”a mi mejor alumna con todo cariño”...
Era la felicidad nuestro conjunto de baile folklórico.
Y la felicidad era nuestra noche en el Teatro Solís.

La felicidad fue llegar una tarde a la casa de Selva, que estrenaba piscina. Y creyéndome tal vez Esther Williams, tirarme de cabeza, pero no flotar ni salir a flote. Con seguridad la felicidad fue la mano que agarró mi cabello y tiró fuerte para afuera. Y más que nada la felicidad fue pisar nuevamente el suelo seguro, aunque reconozco que el agua es mi elemento.

Era la felicidad nuestro primer amor. Y yo con tanta puntería, me puse de novia con quien luego militaría dentro del Movimiento Tupamaro. Pero era la felicidad ver a un hombre tan jóven y tan empecinado en sus convicciones, al punto de no tomar Coca Cola porque era imperialista. Así era José.

La felicidad era empezar a trabajar. Ya todas las niñerías y las seguridades habían quedado atrás.
Trabajar con un abogado me determinó a no tener nada que ver con éllos. Con el tiempo entendí que tuve razón al hacerlo, porque la ley no es igual para todos, ni aquí ni en ningún lado. Y el Derecho, muy a mi pesar, es de las cosas más torcidas que conozco.

La felicidad era volver cada semana a la casa de mi madre. Y allí disfrutar de todo lo que teníamos al alcance. Disfrutar de las noches de invierno junto a la estufa a leña. Disfrutar de los animales de la casa. De los tallarines de mi madre que sólo valoré cuando tanto los elogiaban los de afuera. Para mí eran cosa de siempre.
La felicidad era la parrilla. Los amigos. La familia.
Fue la felicidad la que nos hizo meternos en la piscinita que compré con la excusa de Francisco. Todos fuimos a parar en ella, en esos veranos tórridos, riéndonos y disfrutando una vez más, del agua.
La felicidad era volver a ese campo que tanto amé. Y que era la exacta cuota de oxígeno como para seguir una semana más.

La felicidad fue conocer a mis sobrinas. Verlas crecer, con seguridad, fue la felicidad.

La felicidad fue comprender que cada uno de los míos se fue en su justo momento y con seguridad la felicidad fue ayudarlos a bien irse. Aunque siempre se sienta su ausencia y aunque sepa que esa ausencia no es tal.

Pero, la felicidad sigue siendo.

La felicidad es tener a mi madre viva. Y aprendo la felicidad al escuchar tantas viejas historias repetidas como si fuera la primera vez.

La felicidad es ver a mis sobrinos nietos, creciendo demasiado aprisa, pero hermosos, inteligentes y sensibles. Determinados a pesar de sus cortas edades.
La felicidad es poder seguir trabajando. Es como darle una bofetada a los dolores.

La felicidad es sentarme con Morena a mi lado y acariciar su cabeza. Ella hace lo posible y lo imposible para hacerme feliz aunque a veces, se le va la mano.

La felicidad de hoy es sentir, que si bien no tengo bienes materiales, la mochila al irme será ligera y no pesará en mi cansada columna.

La felicidad es conversar con mi paloma amiga que insiste nuevamente en armar su nido por cuarta vez.

Y la felicidad es sentarme, ahora, como frente a un espejo, para ver a esa mujer que me mira, aún con los ojos brillantes y limpios, que ha aprendido que el tiempo no cura y sí lo hace el amor, que ha aprendido a ser tolerante, a no juzgar, a no ser dura, ni con ella misma.

Yo no sé si he elegido ser feliz o si la felicidad me ha elegido a mí.

Lo que tengo claro es que somos buenas compañeras.






martes, 24 de abril de 2012

NOS MINTIERON...


O al menos no nos dijeron toda la verdad!

Nunca escuchamos a nuestros abuelos quejarse de ningún dolor.

Nunca mi tía o mi papá o mi padrino se quejaron porque no podían moverse.

Mi mamá sufre desde que era muy joven de la columna y de casi todos sus huesos.

Serán los genes maternos? Aunque mis abuelos por su parte jamás se quejaron de que no se podían agachar o de que la cintura o la cadera no los dejaba mover.

Casi con seguridad que con nosotras ha pasado  lo que con tantas materias primas.

Una heladera de antes era imposible de romper. Ahora pasas un poco cerca de una y te arriesgas a dejarle un abollón.

Los autos eran casi indestructibles. Los de ahora, hermosos, pero endebles.

Y así con todo.

Y creo que eso es lo que nos pasa.

Nuestra materia prima no es como lo era antes.

Y con mi hermana, en realidad porque no podemos hacer otra cosa, nos vamos tomando a risa esto del deterioro físico.

Porque día que pasa, dolor nuevo, nuevecito y a estrenar. Con la persistencia del que llega para quedarse, y lo que es peor, no ha sido convidado a venir. Pero persistente e imposible de convencer de retroceder.

Mi hermana con 60 y yo con 64 años no somos tan viejas, caramba!

La manía creciente de todos los vellos del cuerpo en moverse erráticamente, por el cuerpo, que tanto respetaban antes. Se comportan como las aves migratorias. Tocó mudarse de lugar y los hacen sin consulta previa, como si su cerebrito les indicara lo que no deben hacer, porque nos afean, pero persisten!

Y así los vellos de las axilas han resuelto moverse al bigote. Y se van nomás sin que uno pueda hacer nada. El vello púbico, maraña entrelazada y molestosa, también se ha revelado. Ha vuelto a ser aquellos pelitos locos y lacios que teníamos en la pubertad. Lo peor es que ahora, con canas!!!!!!!! Un verdadero desastre.

Los vellos de las pantorrillas, como si recibieran riego a diario. Largos, duros, muchos....tantos que a veces pienso que si me hago una herida en una pierna, antes de curarme, deberán pasarme una máquina de cortar cesped. Y todo así.

El cabello es lo que me va quedando de aquella época de oro. Con otro color, diferente al de fábrica, pero aún abundante y con brillo.

La suavidad de la piel regresa en una mínima medida si cada día nos enterramos de cabeza en algún frasco de crema hidratante y no me digan que es por falta de agua, porque ha riesgo de ahogarme, tomo más de la suficiente cada día. Pero aún y así la tomo. No seré yo quien pierda las esperanzas.

Y las arrugas. Qué tema las arrugas. Nos consolamos pensando que las tenemos por habernos reído tanto y en medio de todo, es mejor tener arrugas alegres que tristes. Pero están y han venido para quedarse, también.

Y después todo lo demás. Como que el funcionamiento de una máquina perfecta se ha resentido por el uso y tal vez por el abuso.

Entonces nos vamos compartiendo las experiencias diarias, comprobando en conjunto que las cosas se nos han ido modificando y que no es a una sola....no, parece que esto, al menos en nuestro caso, nos pasa a las dos.

Ir al baño. Ese es otro tema.

-Decime, cuando vas al baño, sobre todo cuando vas a defecar(claro que no lo dijimos así) no te pasa que....-

Fue una conversación de sobremesa. Totalmente adecuada. Todo lo que habíamos comido, en algún momento y transformado, nos abandonaría.

Hubiéramos podido escribir una tesis acerca de este tema y de sus implicaciones cotidianas en nuestro vivir.

Pero comprobar en conjunto que nuestros movimientos peristálticos ya hacen lo que se les da la gana, fue un consuelo mutuo. Y se nos vino de nuevo una arruga alegre porque casi reventamos de la risa.

Mi mamá, en medio de todo, sigue siendo la más normal de las tres.

Pero insistimos....y esta vez con los huesos.

Yo veo día a día a  tanto señor y señora añosos, paseando por la calle, tranquilos caminando. Veo a gente muy grande bailar, como si fueran muy jóvenes. Con el mismo impulso y la gracia de la juventud. Veo a gente muy mayor ir a la playa, caminar por la rambla, hacer todo en la casa y tener tiempo para seguir coqueta y juvenil.

Y compruebo que todo eso lo tengo aún dentro mío. Intacto.

Pero la realidad es muy otra. Una columna destrozada, discos comprometidos, escoliosis, artrosis, vértebras calcificadas, pinzamiento total de cadera izquierda. Todas esas lindezas hacen que camine como pato y lo que es peor, como pato dolorido.
Y lo que es mucho peor, eso se nota en la cara. Me pasa que paso por algún espejo o por alguna vidriera y me miro. Saldría corriendo, si pudiera hacerlo.

Entonces ya no hay pastillas, ni geles, ni preparados ni mejores o peores intenciones.

Mover los muslos es una tarea titánica. Como si se tratara de mover columnas de mármol. Que en un templo ateniense, maravillosas. Si personales, un verdadero muro hacia la libertad.

Y claro, también compartimos eso con mi hermana.

-A vos te duele aquí...?-

O....-qué haces cuando te duele allá?-

Y así vamos. Tratando de que todo esto demore lo más posible en caerse definitivamente al suelo. Y riéndonos a mandíbula batiente.

No será una arruga impertinente, ni una ida al baño conflictiva, ni un asqueroso dolor lo que nos pare.

Siempre digo que soy linda por dentro y no puedo dejar de pensar en un cuento del maestro Landricina.

La maestra fea de una escuela rural perdida en el campo. El orgullo de su madre ante la labor que cumplía y el infaltable borracho que ante las explicaciones de esa madre orgullosa le ha preguntado....-y que quiere?...que la pele para ver?

Ya sería demasiado que no creyeran en lo que digo y que alguien insistiera en pelarme para comprobar mis dichos.

Rumbo a la cuarta edad, pero glamorosas...!

Ayyyyyyyyyyyy.......