domingo, 9 de diciembre de 2012

LA VIDA NOS DA SORPRESAS




Y como vengo de sorpresa en sorpresa, hoy me llevé otra.

Un día demasiado caluroso y una heladería enfrente de mi casa. Así que fue irremediable que no me mandara una cruzada de calle para comer mi rico chocolate con almendras (para qué comer de limón,  si con el calor que hace y el chocolate me puedo brotar a voluntad?)

Al cruzar la calle, del otro lado, había un auto estacionado. Adentro, una pareja joven.

El muchacho me mira con insistencia, demasiada, y se sonríe. Termino de cruzar y al ver que él seguía sonriendo, yo también sonreí.

Entré en la heladería y al momento ellos, atrás mío. Imposible no hablarle, mucho menos cuando él ya se encaminaba, sonriendo de nuevo, a hablarme, también.

No creo que te acuerdes de mí…dijo. 

La verdad es que no….contesté.

Y me explicó que él vivía, hace quince años, en el apartamento que está sobre el mío.

Ahora tiene veintisiete años. En ese momento, doce…cómo recordarlo?

Pero después recordé y en el momento le pregunté si, cuando vivía allí,  venía a casa a ver futbol conmigo.

Y se quedó contento porque yo también lo recordaba. Éramos muy compinches y muchas veces vino a casa a ver esos partidos que nos hacían saltar, eufóricos o nos ponían deprimidos, si nuestro cuadro perdía.

Si bien pasaron quince años no he cambiado demasiado. En él, el cambio es notorio. Se fue de aquí siendo un niño y hoy lo encuentro hombre.

Fue un lindo momento. Claro, después seguí recordando.

En el apartamento siguiente al de él, vivía una pareja de españoles con su hijo. Eran de la misma edad o casi. Este otro chico también venía a casa a ver futbol.

Muchas veces jugaban de ventana a ventana sobre mi patio. En ese momento había, para jugar, algo gomoso, parecido a la plasticina, pero mucho más líquido. Feo, asqueroso. Ellos,  de ventana a ventana se tiraban con esa goma chirla, que pegada en la pared, empezaba a escurrirse hacia abajo…muy fea, desagradable.

Por años quedó pegada en la pared, en recuerdo de mis amigos chicos con los que compartí muchos ratos alegres.

Los españoles que vivían con su hijo, vivían en mi país por segunda vez.

En la primera,  habían apresado al padre de mi amigo  porque era uno de los famosos etarras que fueron extraditados de mi patria, generándose el día de su partida un jaleo de tal magnitud que se llevó puesto la vida de uno de los tantos que fueron a manifestar para que no los llevaran.

Fue una noche negra. Un operativo armado y pensado en todos los detalles. Los llevaban desde el Hospital Filtro directo al aeropuerto de Carrasco. Casi todos enfermos. Y por un camino que el periodismo no pudo identificar.

Y con ello se rompía una tradición de cobijo de la que mi país ha hecho gala desde el origen de los tiempos.

Es claro que el hecho se tornó político. Todos habíamos tomado algún partido en él. Los que estaban de acuerdo en repatriarlos. Los que no estábamos de acuerdo. Se había creado una mística especial en torno a ellos. Acá llevaban una vida, aparentemente, tranquila. Esta persona que vivió después acá,  era cocinero. Por favor….desmayo tras desmayo al sentir los olores cuando cocinaba en su casa. 

Pero lo verdaderamente cierto es que eran responsables de no pocos atentados y de muchas muertes.

A alguno de ellos lo llevaban en camilla. Se trasmitió todo por televisión. Ya ni me acuerdo a qué hora de la madrugada partió por fin aquel avión y nos quedamos tristes, decepcionados y lo que es peor, con un muerto que con seguridad fue, con su mejor intención, a manifestar por lo que creía justo.

Muchos más tristes y decepcionados quedamos al día siguiente al ver los informativos.

Ya habían llegado a España. Bajaron, caminando los tres, sonrientes y alegres, con una Coca Cola en la mano. Otra fotografía más en mi memoria.

Acá, velábamos a nuestro muerto.

Pasando unos pocos años regresaron y vivieron en el departamento siguiente al de mi amigo.
Después de irse no supe de ellos, sino hasta muy poco tiempo.

Fue en este año que leí que este señor estaba preso en una cárcel española, ya ni me acuerdo por cual atentado.

También fue en este año que leí que se había suicidado en la cárcel.

Hay cosas que nos quedan marcadas a fuego. Como aquella noche, en que después de una pelea feroz entre estos españoles, me apoyé en el marco de mi ventana, a escuchar.

Era muchas veces el centro de las peleas mi otro amigo niño, que ya había entrado en la adolescencia y se había convertido en un jovencito bien bello.

Estaba todo a oscuras. Mi dormitorio,  y arriba, el departamento de ellos. Por algún motivo levanté los ojos hacia su ventana.

En ese marco, y también a oscuras, se recortó la figura de este hombre, apoyado también en su ventana y mirándome, en la tenue oscuridad, aclarada por el brillo de la noche.

Una retirada silenciosa y vergonzosa fue la que hice.

Sería tal vez porque aún no había conocido a mi paloma amiga…esa tan tierna, que entre tantas lecciones que me dio, también me enseñó a ser discreta.





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