En homenaje a mi hermana del alma argentina y a Graciela, intento nuevamente darle forma a este blog. Y cuando digo mi hermana del alma argentina, así sin nombre, lo tiene, pero no quiere que sea conocido...ella igual sabe que es mi amiga del alma y en algún lugar del tiempo nos encontramos para ya no separarnos más...
miércoles, 25 de diciembre de 2013
NAVIDAD DE 2013
Una nueva Navidad.
Otra vez asistir a ese nacimiento universal de nuestro Hermano.
Y por primera vez, una Navidad en soledad.
Toda aquella familia amada desde mi venida al mundo, está bastante mermada. El paso de los años sigue
siendo inexorable y se ha ido llevando tantos de esos amores que me enseñaron a vivir.
El paso de la vida me trajo este presente, que no me gusta, pero del cual no puedo abortar. Y no quiero hacerlo.
Las cosas no pasan porque sí. Todas tienen su sentido y oportunidad.
Mi amor por mi hermana sigue intacto. El de ella por mí no. Eso motiva que mi familia pase en compañía
y yo haya optado por quedarme con Morena, ese ser que no piensa, pero siente, y que con sólo mirarme
sabe lo que me pasa.
No soy mala compañía para mí.
Porque desde adentro sé muy bien quién y cómo soy. Sé las cosas que he hecho y las que he dejado de hacer. Sé de mi valor aunque no tuve nunca idea de mi precio.
Ahora sé que este es el precio a pagar por mi forma de ser.
Deseo para todos la mejor de las Navidades.
Deseo la familia unida, que en realidad, es el mojón fundamental de nuestra existencia.
Deseo que haya salud en todos. Que haya abundancia y prosperidad.
Deseo que nuestra Madre Tierra nos siga conteniendo y perdonando por todo lo que le hacemos.
Y deseo, para mí, recuperar los días sin dolor físico.
Será que en poco tiempo mi cadera casi destrozada sea suplantada por otra, artificial.
Ya no quedaré como de fábrica.
Pero necesito descansar un poco. Poder dormir sin que el dolor me despierte. Poder caminar, si ya no
con la elegancia de antes, por lo menos un poco erguida y lo dicho....sin dolor.
Feliz Navidad para todos, mucha paz, en el mundo y en el interior de cada uno de nosotros. Y armonía en el
trato con nuestros semejantes. Eso cada día falta más y debe ser lo que abunde.
FELIZ NAVIDAD....!!!!!!!
domingo, 28 de julio de 2013
UNA CARTA DE AMOR
Bisabuela:
Nunca imaginé que hoy estaría
escribiendo una carta para ti.
Pero siempre llega, en la
circunstancia de cada quien, el momento de ajustar cuentas.
Y yo quiero, es decir, necesito, que te vayas al más lejano de los pasados.
Y esto, es por nuestro bien común.
Descreíste de tu hijo. Alguien,
con una dignidad y honradez que es difícil de encontrar. Tuviste la
frescura de sumir en la desgracia familiar a mi abuelo.
Y es por eso que te escribo hoy. Para
hacer justicia con él y para perdonarte por haber optado por familiares que sí
te estafaron, que no abuelo Modesto.
Pero bueno, ya tú te habrás enterado
quién era verdaderamente tu hijo.
Y pienso que no pocas lágrimas habrás
derramado por haber maldecido a mi abuelo y a toda su parentela. Aún en ese
estado, que no terrenal, pienso en tu
sufrimiento por haber sido tan injusta.
Yo soy familia de mi abuelo. Y él
está presente en mis días actuales, porque fue él que me acompañó cuando era
una niña, sabiendo por sus
historias, del profundo amor que te
profesaba.
Cuando uno puede pisotear lo mejor
que tiene, con una dureza infinita, es que ya ha perdido las mejores
referencias que nos han podido dar.
Y me lamento que no hayas tenido
muchas.
Te casaste con una delicia de
persona. Y querría creer que mi bisabuelo Estanislao fue feliz a tu lado. Pero ya no es hora de saberlo.
Sí es hora para mí de terminar de
creer en todo el mal que nos has hecho al maldecir a mi abuelo.
Tu sombra se ha llevado las cosas más
preciadas para mí.
Y necesito perdonarte, porque , si
así no lo hiciera, tampoco tendría
perdón para mí.
Signaste nuestro destino al olvidarte
de lo que Modesto fue en tu vida.
Y yo no puedo cometer el mismo error.
Lo peor que me hubiera podido pasar,
sucedió.
He perdido el amor de mi hermana que
piensa y me lo ha dicho, soy una persona para el olvido, en el mejor de los
casos. Tu mano se ve en esto.
Quiero recuperar mi autoestima. Ni tú
ni mi hermana me pueden convencer de que
soy un ser infame.
Transitar la vida familiar ha sido un
placer renovado.
Pero hoy, yo no tengo una vida familiar. Porque la
familia se ha ido haciendo chica, cada vez más, aunque mi bien más preciado sea
mi madre, con la cual compartimos días, dolores, risas y llantos.
Cuando alguien, viceralmente, te destruye…encontrar
de nuevo el camino se hace difícil.
Por eso, esta carta.
Con seguridad no es para decirte que
te amo…aunque debería ser así.
Esta carta es para que las dos nos
desentendamos de una vez y para siempre de que en algún momento hemos sido familia.
Yo te perdono, y es cierto que es desde mi mejor
entendimiento interno. También necesito que me perdones. Que te olvides de la
familia que creó tu hijo, ese que tanto te amó.
Una barrera profunda te encargaste de
crear entre mi abuelo y tu familia.
El, pudo, seguir con la vida, y ser un ser luminoso al que lamentablemente
no viste ni amaste. Y te lo perdiste y eso es casi…imperdonable.
Nos has quitado cosas muy
importantes. Y lo volviste a hacer.
Pero ya no más. Vuelves a tu lugar y
yo vuelvo al mío.
Así que, bisabuela, es muy duro para
mí no nombrarte con tu nombre, que como entenderás, conozco desde el pie.
Es muy duro, yo, que busco rastros,
huellas y fotos de los míos, no poner en esto tu foto, que obviamente, tengo.
Pero a la oscuridad en que te has
enterrado, yo ofrezco un poco de luz.
A cambio te pido que ya no nos hagas
más mal de que has hecho.
Ese debe ser nuestro trato.
Te quedas en un pasado que no
reconozco. Ya no somos más nada entre nosotras.
Intenta descansar, de alguna manera,
tranquila.
Es
lo mejor que te puedo desear.
Y, olvídanos.
No nos sigas castigando por algo que
no pasó.
No te sigas llevando lo que me
importa.
Nuestra historia en común se cierra
aquí.
Yo te libero de mis iras. De la
incomprensión.
Ocupemos de una vez y para siempre el
lugar que tenemos.
Tú, allá, en donde estés.
Yo, aún aquí, recordando a mi abuelo,
como el gran hombre que fue.
Sé que él descansa tranquilo, hizo
todo lo que debía hacer desde su lugar en nuestro mundo.
Calzo mis zapatos con orgullo.
Jamás podría haber estado en los
tuyos.
Pero ya basta…ya está
bién…descansemos las dos.
Bisabuela…te perdono.
Esperaría que tú hicieras lo mismo
conmigo.
Estás liberada y yo también.
Junto, uno a uno, los pedazos que han
ido quedando de mí.
Sé que ya no nos veremos más.
Aquí se termina nuestra historia en
común.
Mi deseo es que nuestros caminos
sigan adelante.
Y sin dudas, será así.
Hasta ya nunca más, pero no olvides
que debí poner lo mejor de mí para despedirnos y ya no lastimarnos.
Adiós.
lunes, 27 de mayo de 2013
ESTA VEZ SÍ ESTABAN
Mucho me he
lamentado de no ver nunca a los pichones.
Aún y
sabiendo que sí estaban. Pero mi paloma volvió en Noviembre, juntó unas ramitas
del Ramo de Novia…rearmó su nido y ya poco más fue lo que vi.
Milagrosamente
hoy, en el ciprés calvo que cuida la ventana de mi trabajo, había una actividad
desconocida.
Allí, una
paloma y dos pichones. Una Palomita de la Virgen y dos pichones gordos. Con la
cabeza llena de plumas sin aún encontrar su lugar definitivo, como cuando uno
se peina y cada pelo intenta tomar un rumbo diferente. Pero gorditos, con alas
que empecinadamente buscaban estirar….y estiraban…alargándose sobre cada una de
sus patas….sacudiéndose.
Ví cuando
intentaban casi meterse en el pico de su madre paloma. Y ella, desesperada.
Hasta que
llegó un momento en el que voló. Y se fue….ya no la ví más..
Y no la ví
volver en todo el día.
Sí ví a los
dos pichones. Como un calco. Sentarse en el suelo, bajo el árbol. Y estar
juntos. En completa comunión. Sin siquiera sentir la necesidad de separarse.
Comer
pastitos, creo que esperando. Y así pasó todo el día. Y yo, a cada poco, yendo
hasta la ventana para verlos y vigilarlos.
Se han
subido al árbol, porque ya pueden volar. Pero después, los dos juntos, bajo la
sombra cómplice, en un día de mucho
calor.
Picoteando,
descansando…juntos, como verdaderos hermanos.
De alguna
manera, molesté tanto que logré que mi jefe les tomara algunas fotos, que
espero poder poner en este relato. Contar con su complicidad fue algo bueno,
porque él como yo, comprobó lo que los pichones hacían.
No volví ver
a su mamá trayendo la comida que necesitaban. Sí ví que por cortar ramas de ese
bello ciprés los pichones ya no estaban.
Y ahora
pienso en ellos.
Es tan
delgada la línea de la seguridad y el no tenerla. Somos todos tan
vulnerables…tan tiernos, aunque nos revistamos de fortaleza.
Como
siempre, mis palomas me siguen enseñando.
Y esta vez
ha sido la Palomita de la Virgen…esa de la que tanto me contó mi abuelo.
La palomita
tonta, que de tonta no tiene nada.
Que salió
disparada a buscar alimento para sus pichones, porque desde el vamos sabe lo
que significa tener hijos.
Que no tenía
palomo para sufrir los embates de sus hijos, como tantas mujeres no tienen a
sus hombres para que las ayuden en la crianza de los bebes que alegremente
engendraron, juntos.
Y poder ver
el milagro de la vida y del amor, sin importar raza o especie, me ha hecho
sentir ese privilegio que siento día a día, y una vez más, honrar la vida,
celebrando la magnífica creación que es nuestra Madre Naturaleza, que todo nos
da, y a la que tan mal pagamos diariamente.
Como buena
madre nos perdona, aunque muchas veces
nos da un susto que debe ser como ese
límite, que cada buena madre pone a sus hijos. O, por el bien de ellos, debería
poner.
PD.: todo esto ocurrió el viernes. Y pensé en los
pichones todo el fin de semana. Hoy al llegar al trabajo, no los vi. Y quedé
con cierta pena que rápidamente se fue cuando en una de las veces que me asomé
a la ventana los vi, en una rama del ciprés, uno al lado del otro. Después los
vi sentados también muy juntos en el pasto. Bien cerquita de donde caminamos,
sin miedo y confiados.
Otra PD.:
pasó toda la semana y un día sí y otro también, un rato sí y al otro también,
recurrentemente, los pichones han vuelto
al ciprés. Ya suben más alto y ahora soy yo la que se estira para poder
encontrarlos. El lunes llevaré arroz. Con la ilusión de encontrarlos y de paso,
ayudar a la mamá paloma que ya debe estar flaquita de tanto vuelo para traerles
la comida. Son muy perezosos, pero ya llegará el día en que sean ellos los que
tengan su nido y sus pichones y se desvivan por protegerlos y alimentarlos.
Sigo aprendiendo….
domingo, 26 de mayo de 2013
Qué te dijo el oso....?
Al cabo de los años, recurrentemente,
ese cuento me ha rondado y muchas veces intenté reproducirlo sin poder
lograrlo.
Mi abuela Teodora, la dulce abuela
que crió a mi mamá, lo contaba.
Y el otro día hablaba con mi mamá del
cuento y ninguna de las dos se acordaba realmente cómo era.
En realidad , son los deberes que a
diario trato de ponerle a mi madre. Para que regrese, bucee dentro de sí misma,
recuerde….es decir, siga con la vida que todo lo tiene.
Porque este presente
sin aquel pasado, no existiría.
Pero siento que el futuro, sin este
presente, tampoco será.
Y al cabo de un día o dos mi madre me
dijo….sabés cómo era el cuento del oso?
No mamá, no me acuerdo…..y ella me lo
volvió a contar y para ya no perderlo lo pongo en letras.
“Eran dos niños caminando por un
bosque. En determinado momento apareció un oso enorme y uno de ellos logró
subirse a un árbol, dejando a su compañero abajo,
lacerado por el miedo.
El niño que quedó sin protección se
tiró al suelo. Quietito, sin moverse, se
hizo…el muerto.
El que estaba en el árbol, a salvo,
vio cuando el oso se le acercó y empezó a husmearlo.
El del suelo, como si estuviera
verdaderamente muerto, más que quieto.
El oso se cansó…olió un poco más y se
marchó.
Rápidamente el niño que estaba en el
árbol bajó y le preguntó:
Qué te dijo el oso al oído?
Y el niño le contestó:… me dijo que
el que abandona a un amigo en peligro es un cobarde!”
Nuevamente aprendí la lección que
este bello cuentito me había enseñado cuando yo era también una niña y mi mamá
era una mujer muy joven.
Y me sigue pareciendo increíble los
mensajes que nos dejan los humanos que nos rodean.
Mi querida abuela Teodora le legó a
mi mamá este cuento y ella lo recordó para mí sólo por darme felicidad y para
no dejarme olvidar ninguno de los valores que mis padres me dieron.
Las pérdidas a veces, no nos dejan
dolor. Sólo tristeza.
Esta vez tengo de las dos.
Pero como mi papá me dijo…..todo pasa, sé que este dolor profundo y esta
tristeza infinita también pasarán.
Y sé que volveré muchas veces a este
oso que tanto me ha enseñado.
Y sé que llegará el momento de
recordarlo sin ponerme a llorar.
lunes, 4 de febrero de 2013
EL NEGRO
(el padre de Morena)
Enero
parecería ser un mes marcado por los encuentros.
Una
de esas noches hermosas, festejábamos el cumpleaños de mi padrino.
Entonces....amigos,
parrilla encendida, tragos, risas, cuentos, familia y todos reunidos bajo la
luna y el cielo estrellado...con el calor veraniego de esa noche de Enero, con
el calor de la parrilla cargada de achuras y asado y con el calor del
amor....ése, que por ser cotidiano, ni siquiera reparábamos en su existencia.
Una
noche perfecta, en medio de la cual
irrumpió....el Negro.....
Perro
espantoso si los hubo....cachorro apaleado, esquelético y blanco de sarna.
Malo...ladraba
muy enojado. Pero no malo de maldad instintiva....malo sin poder reconocer
actitudes amistosas en los que seríamos, en adelante, sus dueños.
Con
seguridad por haber sido castigado y lo que es peor, abandonado por sus amos.
Pasó
el tiempo y cada 21 días una pastilla milagrosa iba recuperando su pelaje
espléndido.
Y
así se quedó entre nosotros, con una facilidad para la destrucción de cada cosa
que encontraba a su paso, que volvía loca a mi madre.
El
galpón de la carpintería de mi abuelo supo a fondo de sus histerias y locuras y
aquel piso de tierra apisonada dejó lugar a una visión loca de un volcán con
varias erupciones.
Cada
cráter fue llenado a su antojo con los despojos de cada cosa que pasó por su
boca y sus patas.
Era
un perro guardián. Su ladrido se imponía en la noche.
Lo
que nunca supieron los eventuales ladrones es que era una miel reaccionando a
una caricia. Se derretía.
Se
moría por los mimos y ni que hablar, por entrar a la casa, guarida de las otras perras que componían
nuestra querida jauría. Colita y Diana.
Colita
vino con dos meses a ocupar el lugar que había dejado vacío otra perra muy
querida y que había muerto recientemente.
Diana
encontró en mi casa lo que en ese momento parecía su hogar definitivo.
Y
llegó con todos sus temas. Su humildad. Su cariño. La joven edad que la dejó
marcada.
Así
que el Negro tenía con quien jugar.
Y
salir de expedición por los campos vecinos y volver empapado hasta las orejas
por haberse metido en un tajamar o con un olor insoportable por haberse
revolcado en cualquier cosa muerta que encontrara en su camino.
Era
un perro compinche.
Aunque
toda su amistad se terminaba ante el plato de comida.
Ahí
sí.. no reconocía nada....ni siquiera la mano de mi mamá, que salía de la casa
con su plato, lo ubicaba en algún lugar y salía escapando de unos gruñidos que
metían miedo.
Un
día de Nochebuena tuve la mala fortuna de pasar por sobre él con el auto.
Tenía la costumbre de correr adelante, apenas
volteando para ver cuán cerca estaba y seguir corriendo.
Habían tirado un tronco en el camino ....y el
corría sin parar....se dio vuelta y no lo vio.....se enredó y yo no pude parar.
Sentí
que lo arrollaba y seguí apenas.
Ví
como corría desesperado para la casa con su pata delantera derecha dando
vueltas como las aspas de un molino.
Y
volvió a esconderse en el mismo lugar que eligió aquella noche de enero, para
quedarse, pero esta vez...para sufrir su dolor.
En
esa oportunidad tuvo licencia de entrada a la casa. El dolor que tenía en su
pata quebrada no pudo empañar la emoción que sentía por, finalmente, haber
accedido al lugar de los elegidos.
La
estadía duró lo que su enfermedad. Cuando estuvo curado nuevamente debió
quedarse afuera y aunque mucho lo lamenté, era una decisión sin ninguna clase
de discusión.
El
tiempo fue pasando y con él llegó el momento en que el Negro ya era uno más de
la familia.
Pero
el tiempo siguió pasando y un día mi padrino se fue, definitivamente.
Y
quedamos solas, las mujeres y también,
los perros.
Las
vueltas de la vida y el mal proceder de la gente hicieron que debiéramos
abandonar nuestra casa.
Deshacer
años de vida fue la peor tarea que le tocó a mi madre.
Regalar,
malvender, dejarse robar...en fin....en poco tiempo debíamos irnos y era una
casa grande con las cosas que se van juntando al cabo de la vida.
El
peor problema que enfrentamos fue qué hacer con el Negro.
Diana
se iba a la casa de los suegros de mi ahijada.
Colita
se venía con mamá a la casa de mi hermana.
Y
el Negro....a dónde se iría el Negro...?
Mágicamente
unos primos muy queridos nos lo pidieron. Sabíamos que lo amarían con el amor
que él necesitaba.
Y
llegó el día en que ví cómo se iba.
Aquel
perro loco y alborotado, imposible de domesticar, acostumbrado a las carreras
libres, a campo traviesa....subió, mansamente, al asiento de atrás del auto.
Y
allí sentado, en medio de las dos cabezas de mis primos...se fue tranquilo con
sus nuevos amos, recortando esa estampa imborrable en la casi oscuridad de la
nochecita.
Me
olvidé decir que esos mismos primos que son los amos de nuestro querido Negro y
que dieron tranquilidad a mi alma atribulada por el problema que él
planteaba...fueron los mismo que un día frío de invierno nos trajeron a Colita.
Tan
chiquita.... que una astilla para la estufa era más grande que ella.
Y
que nos hizo tan felices como ahora el Negrito, los hace a éllos.
(otra
de Nuestras Sombras se ha ido para siempre)
Junto
con la Pope(Pompeya) el más loco y destructor de todo.
También,
uno de los que más reaccionaron al afecto humano.
Fue
el que se vino con nuestros primos Godo y Eva, a una nueva casa y a una nueva
vida y por un buen tiempo fue así.
Pero
Eva se fue, un día y sin aviso. Y Godo pervive en un mundo perdido, sin
conexión alguna con la realidad.
Y
como era previsible, el Negro también se enfermó.
Y
en este Diciembre de 2012 lo han puesto a dormir para siempre.
Ese
loco, descerebrado y amoroso al cual arrollé con el auto. Ese, que fue
inmensamente feliz cuando mi mamá dejó que entrara finalmente, a la casa, y
sólo mientras durara su convalecencia. Ese, que cuando fuimos a visitar a mis
primos, un día, no me dejaba caminar, enredándonos entre nosotros mismos, entre
palabras mías y mimos, de él.
Nuestro
cometido es permanecer en Luz. En la oscuridad, hasta nuestra propia nos
abandona……cómo no se iban a ir, de a poco, Nuestras Sombras…
domingo, 6 de enero de 2013
CIRUELAS AMARILLAS
Hoy compré ciruelas.
Amarillas o rojas, me preguntó una
voz desde el super….Para mí siempre fueron cristal o moradas, pero todo cambia,
hasta el nombre de las ciruelas.
Y hoy hablé con Rosario. Ella tenía
cuatro o cinco años cuando vino a vivir a la chacra de al lado de la nuestra.
Ella con su hermano, su mamá, su tío, sus abuelos y su bisabuela, personaje si
los hubo.
Y fue ella quien me dio el tema de
hoy, hablando de los ciruelos de casa y de la zona lindera entre los dos
terrenos, de cipreses.
Esos árboles altos y alineados eran
la mejor sombra en el verano. Hasta allí nos movíamos con todo lo imaginable
para almorzar. Mesa, sillas, plastos, vasos, cubiertos, bebidas, heladerita y
la correspondiente comida del día. Lo único molesto de los cipreses, ese lindo
lugar de reunión familiar, eran las moscas.
Plato que aterrizaba en la mesa y
enjambre de moscas que lo hacía en el mismo preciso momento.
Pero el fresquito que generaban los
cipreses era algo a lo que no se renunciaba fácilmente. Sobre todo después de
almorzar.
Ese era el momento de caminar hasta
la casa y proveernos de almohadas y almohadones, frazadas, colchones,
acolchados…todo como para hacer la siesta que se imponía.
Los cipreses tenían una especie muy
particular de susurro. A veces era mucho más que eso, pero siempre daban la
sensación de que había agua cercana, como el batir del mar contra la costa. Y
eso producía un frío adicional que aceptábamos agradecidos en medio de la
temperatura reinante y muchas veces sofocante. Y muchas veces debíamos taparnos
con algo liviano porque la sensación de frío era intensa, pero nadie pensaba en
moverse de allí.
Y hoy Rosa se acordaba de aquellos cipreses que
tantas veces nos encontraron juntos.
Y también nos acordábamos de las ciruelas. Era
muy lindo el montecito y las ciruelas hermosas y enormes. Hoy, las que compré,
además de amarillas son como bolitas, en algún caso, como aquel bochón añorado por los varones que
jugaban a la….bolita….. cuando yo era también chica.
Lo increíble era que mi mamá nunca pudo comer
una sola ciruela sin tragarse el carozo. Era algo que nos enloquecía, porque
tragar, bueno….de alguna manera era fácil tragarlo, pero el recorrido que
iniciaba aquel carozo por dentro de mi mamá, hasta su definitiva salida, era
largo y tortuoso.
Lo peor es que no se comía una ciruela y listo….no. Comía
muchas y eso siempre nos asustaba. Por suerte nunca le pasó nada y todavía
puede contar el cuento.
Ese monte de ciruelos, pasando el tiempo y el
descuido, devino en unos árboles secos y raídos.
Fue una suerte que fuera así
para cuando un incendio feroz llegó casi hasta las puertas de mi casa.
Entró
por ese lugar y de haber estado los árboles como los habíamos conocido, otro
hubiera sido el cantar.
Sí recuerdo que esa noche casi no dormí, mirando
por una ventana, y viendo reventar casi a raíz del suelo, las raíces de eses
lindos ciruelos, prendidas fuego y renuentes a apagarse y darme un poco de paz.
Igual quedaron unos pocos cerca del galpón de la
carpintería de mi abuelo.
A ellos recurrieron las abejas para abastecerse
del polen con que hicieron una colmena dentro de un sillón de terciopelo rojo y
desteñido que estaba dentro del galpón.
Pero a esa historia ya la he contado y no me
detendré en esa matanza que aún me duele.
Hoy recordamos con mi amiga aquellas
maravillosas ciruelas y aquella bendita sombra con frío incluido, de los cipreses.
Pasaron muchas cosas después. Algunas muy tristes. Otras muy injustas.
Pero hoy no es el día de recordarlas, porque
además es día de Reyes Magos y siempre de una manera u otra consiguen que su
magia llegue hasta mí.
Esta vez, disfrazada de ciruelas cristal y
moradas y de la mano de un ser al que amo profundamente y para siempre.
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