15 DE ABRIL DE 2012
A veces tenemos esa oportunidad.
Podemos volver al mejor pasado nuestro. Sin dolores ni sufrimientos. Atemporales. Sin sentir que el tiempo pasó y nos marcó. Sin haber tenido pérdidas. Limpios de dolor alguno. Con todas las ganas y con todas las ilusiones que en ese momento nos habitaban.
Con las esperanzas que nos daba la vida casi recién comenzada.
No pude pagarme una entrada para ver al Caballero de la Reina en nuestro Estadio Centenario.
Y habiendo podido hacerlo, tampoco hubiera podido hacer esas largas, interminables filas, para acceder a ese lugar.
Las personas, por horas estuvieron en sus lugares, contentas, asombradas, ansiosas, incrédulas del momento que les había tocado vivir.
Y fue una hermosa fiesta, vivida desde la admiración, desde un lugar extrañamente compartido por varias generaciones. Allí estaba el niño de 8 años, o menos, con su mamá, y con seguridad su abuelo o abuela.
Este no fue un concierto destinado a determinada franja. Fue algo que unió a demasiadas gentes, sin importar edad o nivel cultural.
Tal vez, el que se debiera disponer de algún dinerillo extra, que no fue poco, sacó de cuajo de ese entorno a tantos desubicados, por los cuales pasa una meta difícil de definir. Tal vez eso hizo que quien fue a disfrutar, sólo se dedicara a eso.
Pero fue una vuelta atrás.
A cuando éramos tan jóvenes y nos encontrábamos a bailarlos.
En esa época, nos reuníamos en la casa de cualquiera de nuestros amigos. Todos llevábamos algo. Una comida, una bebida y eso nos ponía a bailar con prescindencia de cualquier otra cosa.
Era el tiempo de los “asaltos” en la casa de cada uno de nosotros. Era el tiempo en que éramos, extrañamente, asexuados y donde no conocíamos el significado de la palabra droga.
Podíamos bailar horas sin resentirnos. Tomarse una Coca Cola era como tomar un vaso de agua en ayunas y comer un pedazo de pizza casera, era, con seguridad, la mejor de las comidas.
Y bailar en la casa de uno de nosotros, a su ritmo; o irnos al Hotel Carrasco, cuando era todavía lo que era...bailar en la terraza frente al mar en cualquier noche cálida y de luna llena....claro que fue darnos un paseo por lo que fue.
Con Mayra estudiábamos nuestros primeros exámenes de Derecho. A las 12,30 dejábamos los libros de lado y antes de almorzar, hacíamos gimnasia ....all my love..sonaba en el tocadiscos....ayyyyy...nada de casettes ni CD´s....Nada hacía presagiar tantos y tan definitivos cambios.
No me ha gustado saber que Paul era consumidor de heroína. En todo caso, hoy, si no come nada que tenga ojos y no se sienta en un sillón de cuero, algo significa.
Pero realmente es imposible juzgarlo. De hecho, al abrir opinión, no me siento feliz. Pero así soy aunque haga mi mejor esfuerzo.
Ha pasado por mi país dejando una estela de amor por la música.
Y más que nada, nos ha dejado a los veteranos como él, aquella vieja magia que nos convertía en invencibles e inmortales.
Aquella imborrable sensación de que estábamos juntos y que el tiempo era algo tan indescifrable, que nunca nos rozaría.
Pero el tiempo pasó.
Y con seguridad es bueno el haber estado, al menos cerca, en el espacio, de un señor, caballero, educado y respetuoso de lo que genera en la gente.
El Beatle que aún transcurre los escenarios estuvo en Montevideo.
Y nos dio la mano a muchos para darnos un paseo por lo mejor de nuestros recuerdos.
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