O al menos no nos dijeron toda la verdad!
Nunca escuchamos a nuestros abuelos quejarse de ningún dolor.
Nunca mi tía o mi papá o mi padrino se quejaron porque no podían moverse.
Mi mamá sufre desde que era muy joven de la columna y de casi todos sus huesos.
Serán los genes maternos? Aunque mis abuelos por su parte jamás se quejaron de que no se podían agachar o de que la cintura o la cadera no los dejaba mover.
Casi con seguridad que con nosotras ha pasado lo que con tantas materias primas.
Una heladera de antes era imposible de romper. Ahora pasas un poco cerca de una y te arriesgas a dejarle un abollón.
Los autos eran casi indestructibles. Los de ahora, hermosos, pero endebles.
Y así con todo.
Y creo que eso es lo que nos pasa.
Nuestra materia prima no es como lo era antes.
Y con mi hermana, en realidad porque no podemos hacer otra cosa, nos vamos tomando a risa esto del deterioro físico.
Porque día que pasa, dolor nuevo, nuevecito y a estrenar. Con la persistencia del que llega para quedarse, y lo que es peor, no ha sido convidado a venir. Pero persistente e imposible de convencer de retroceder.
Mi hermana con 60 y yo con 64 años no somos tan viejas, caramba!
La manía creciente de todos los vellos del cuerpo en moverse erráticamente, por el cuerpo, que tanto respetaban antes. Se comportan como las aves migratorias. Tocó mudarse de lugar y los hacen sin consulta previa, como si su cerebrito les indicara lo que no deben hacer, porque nos afean, pero persisten!
Y así los vellos de las axilas han resuelto moverse al bigote. Y se van nomás sin que uno pueda hacer nada. El vello púbico, maraña entrelazada y molestosa, también se ha revelado. Ha vuelto a ser aquellos pelitos locos y lacios que teníamos en la pubertad. Lo peor es que ahora, con canas!!!!!!!! Un verdadero desastre.
Los vellos de las pantorrillas, como si recibieran riego a diario. Largos, duros, muchos....tantos que a veces pienso que si me hago una herida en una pierna, antes de curarme, deberán pasarme una máquina de cortar cesped. Y todo así.
El cabello es lo que me va quedando de aquella época de oro. Con otro color, diferente al de fábrica, pero aún abundante y con brillo.
La suavidad de la piel regresa en una mínima medida si cada día nos enterramos de cabeza en algún frasco de crema hidratante y no me digan que es por falta de agua, porque ha riesgo de ahogarme, tomo más de la suficiente cada día. Pero aún y así la tomo. No seré yo quien pierda las esperanzas.
Y las arrugas. Qué tema las arrugas. Nos consolamos pensando que las tenemos por habernos reído tanto y en medio de todo, es mejor tener arrugas alegres que tristes. Pero están y han venido para quedarse, también.
Y después todo lo demás. Como que el funcionamiento de una máquina perfecta se ha resentido por el uso y tal vez por el abuso.
Entonces nos vamos compartiendo las experiencias diarias, comprobando en conjunto que las cosas se nos han ido modificando y que no es a una sola....no, parece que esto, al menos en nuestro caso, nos pasa a las dos.
Ir al baño. Ese es otro tema.
-Decime, cuando vas al baño, sobre todo cuando vas a defecar(claro que no lo dijimos así) no te pasa que....-
Fue una conversación de sobremesa. Totalmente adecuada. Todo lo que habíamos comido, en algún momento y transformado, nos abandonaría.
Hubiéramos podido escribir una tesis acerca de este tema y de sus implicaciones cotidianas en nuestro vivir.
Pero comprobar en conjunto que nuestros movimientos peristálticos ya hacen lo que se les da la gana, fue un consuelo mutuo. Y se nos vino de nuevo una arruga alegre porque casi reventamos de la risa.
Mi mamá, en medio de todo, sigue siendo la más normal de las tres.
Pero insistimos....y esta vez con los huesos.
Yo veo día a día a tanto señor y señora añosos, paseando por la calle, tranquilos caminando. Veo a gente muy grande bailar, como si fueran muy jóvenes. Con el mismo impulso y la gracia de la juventud. Veo a gente muy mayor ir a la playa, caminar por la rambla, hacer todo en la casa y tener tiempo para seguir coqueta y juvenil.
Y compruebo que todo eso lo tengo aún dentro mío. Intacto.
Pero la realidad es muy otra. Una columna destrozada, discos comprometidos, escoliosis, artrosis, vértebras calcificadas, pinzamiento total de cadera izquierda. Todas esas lindezas hacen que camine como pato y lo que es peor, como pato dolorido.
Y lo que es mucho peor, eso se nota en la cara. Me pasa que paso por algún espejo o por alguna vidriera y me miro. Saldría corriendo, si pudiera hacerlo.
Entonces ya no hay pastillas, ni geles, ni preparados ni mejores o peores intenciones.
Mover los muslos es una tarea titánica. Como si se tratara de mover columnas de mármol. Que en un templo ateniense, maravillosas. Si personales, un verdadero muro hacia la libertad.
Y claro, también compartimos eso con mi hermana.
-A vos te duele aquí...?-
O....-qué haces cuando te duele allá?-
Y así vamos. Tratando de que todo esto demore lo más posible en caerse definitivamente al suelo. Y riéndonos a mandíbula batiente.
No será una arruga impertinente, ni una ida al baño conflictiva, ni un asqueroso dolor lo que nos pare.
Siempre digo que soy linda por dentro y no puedo dejar de pensar en un cuento del maestro Landricina.
La maestra fea de una escuela rural perdida en el campo. El orgullo de su madre ante la labor que cumplía y el infaltable borracho que ante las explicaciones de esa madre orgullosa le ha preguntado....-y que quiere?...que la pele para ver?
Ya sería demasiado que no creyeran en lo que digo y que alguien insistiera en pelarme para comprobar mis dichos.
Rumbo a la cuarta edad, pero glamorosas...!
Ayyyyyyyyyyyy.......